Ballet argentino en un festival escocés
Es la primera vez que el país participa
ABERDEEN (Escocia).– Esta ciudad escocesa que está a 200 kilómetros de Edimburgo, la capital de Escocia, se destaca por el gris elefante de sus antiguos edificios, todos construidos en granito, la piedra típica del lugar. Si ese tono predomina en las adorables casas de techos de pizarra en estilo campestre, pequeñas ventanas con cortinitas encaje y muros de gran grosor, es la variedad de tonos de verde la que la hace diferente. Mas aún, el amor que esta gente tiene por las flores, que aquí son perfectas en todas las especies y en una paleta cromática tan brillante y diversa con la cual difícilmente otros lugares del mundo puedan competir. Por eso, el monótono grisáceo es apenas una suerte de telón de fondo que da mayor magnificencia al colorido de los jardines que cada hogar tiene al frente. Los ojos quedan extasiados por la mano especial para la horticultura que esta gente posee. Quizá sea el clima: en un día se dan las cuatro estaciones. Hace frío, calor, llueve y hay viento. Pero, en cuanto a la naturaleza, Aberdeen ha sido premiada. Rodeada por los dos ríos mas importantes, el Don y el Dee (“Aber” significa: “donde los ríos se encuentran con el mar”) y ubicada sobre la costa del North Sea, es lógico que el tiempo no sea suave. Pero es aquí donde se desarrolla el único acontecimiento que entre el 31 de julio y el 13 de agosto reúne a la juventud de distintas partes del planeta en el Youth Festival. Las disciplinas artísticas son danza, música y teatro. Esta última no esta presente en esta ocasión, cuando se lleva a cabo la edición numero 29.
Por primera vez la Argentina participa de sus múltiples actividades con la actuación del Ballet Juvenil Metropolitano, que dirige Lidia Segni. La comisión organizadora vio los videos e inmediatamente, por medio de una carta del alcalde local, el grupo, de once bailarines, fue invitado. Estaba la cuestión de obtener los pasajes para llegar a tan importante acontecimiento, pero finalmente, gracias a las gestiones de la Secretaría de Cultura de la provincia de Buenos Aires, tuvieron los boletos que les permitieron venir y mostrar lo que estos adolescentes (la mayor tiene 18 anos, el resto 14 y solo dos, 15) pueden realizar en la técnica clásica, preparados por la exigente Lidia. Todos cursan estudios en el Instituto del Colón, pero el fogueo escénico es mérito de Segni, que se animo a formar esta compañía sin apoyo ni patrocinantes.
Con la obstinación y la energía que la caracterizan, logró un elenco elogiado en este festival. Trajeron tres obras, “Danzando el movimiento”, una suerte de clase coreografiada, con música de Leroy Anderson, “Suite clásica”, con los tradicionales tutús y sobre composición de Adolphe Adam, y lo que no podía faltar, “Nuestros tangos”, cinco temas de Atilio Stampone.
Plantel federal
En el plantel sólo hay tres chicas de Buenos Aires, Sabrina Manzano, Ana Laura Bonaffino y Aldana Percivati. Luego están Elizabeth Antunez y Matías Santos, de Corrientes, Sabrina Wehner, de Salta, Cintia Mariscal, de Mar del Plata, Julieta Morchio, de Córdoba, Paula Lanciani y Guillermo González, de San Juan, y Lu-Szu Yun, de Taiwan. Gran parte son becados por la Asociación Arte y Cultura.
El inicio del festival, con un desfile del que participaron todas las delegaciones (20 grupos de 14 países) fue una fiesta en para la gente de aquí. Desde Castle Gate, marchando por las calles iban los argelinos vestidos como beduinos (pertenecen a tres tribus del Sahara), los argentinos, con un elegante uniforme de blazer blanco, remera y pantalones negros, los brasileños, con plumas y prendas indígenas; los filipinos, con trajes bordados y los japoneses, con camisas-kimonos, entre otros. Cada cual llevaba un cartel en el que se leía el nombre del lugar al que pertenecían. A través de casi un kilometro, los aberdeenenses aplaudían alborozados, preparándose para lo que les depararía el festival los días posteriores.
En el centro hay representaciones en nueve teatros, en los que se reparten música de jazz (traída por los norteamericanos), coros (el más grande, el japonés) y los bailes típicos como los de Armenia, Irlanda, Filipinas, Escocia y más. Pero también llama la atención las orquestas como la Norden, que reúne a los mejores instrumentistas de los países nórdicos en un ejemplo de fraternidad múltiple, y la Juvenil de Vancouver, Canadá. Claro que Escocia tiene cierta ventaja: tanto cuenta con la sinfónica Youth National como con la banda apasionada banda de gaiteros de la policía local.
Gracia y virtuosismo
Pero en danza, el Ballet Metropolitano se consagró por su gracia, excelencia técnica y las obras que Lidia creó especialmente. El público comentaba la refinada y disciplinada técnica, la silueta ideal de las muchachas y su propiedad para adaptarse tanto al estricto clásico como al tango estilizado. Esta pieza embelesa a una audiencia que evidentemente no esta acostumbrada a ver nuestro baile, pero sale maravillada.
La costumbre es hacer funciones cada día en un lugar diferente, no sólo en el centro, sino también en pueblos cercanos, para dar a todos la posibilidad de ver y saciar la curiosidad cultural. En realidad, ése es uno de los motivos de este magnífico festival. Difundir las artes y despertar el amor hacia ellas en todos los rincones.
Embajadores juveniles
Y el Ballet Metropolitano es un representante fuera de serie de nuestra juventud. Hay que mencionar también la educación, el comportamiento sin tacha, la disciplina y la autoexigencia de sus componentes.
Por cierto que la alegría, proverbial de su edad, la gracia, el entusiasmo, son características naturales, pero la sangre latina se hace evidente en la labor que sale del corazón contrastando con el rigor y control técnico.
La Universidad de Aberdeen es una de las más antiguas de toda Gran Bretaña. Algunos de sus edificios tienen 500 años, otros son modernos. En realidad, hay un inmenso conglomerado de edificios universitarios donde, en época de clases, pululan los estudiantes. En los edificios de Hillhead, uno de los complejos, están alojadas las diferentes delegaciones. El Ballet Metropolitano, en departamentos de cuatro habitaciones cada uno, tiene uno para sí. La diversión de los chicos, que no paran desde las clases por la mañana, ensayos y funciones, son unirse a fiestas que acercan a todos, luego de terminadas las actividades, en una muy ingenua disco que cierra no mas allá de las 12 de la noche. Riéndose, bajo la mirada vigilante y cariñosa de Lidia, regresan, se dan una ducha caliente y se van a dormir. Los días son largos y nadie quiere ni debe estar tan cansado como para no dar lo máximo en el escenario. Y así se los ve, fabulosos.
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