Alicia Alonso celebra sus 70 años con la danza
La talentosa bailarina y directora del Ballet Nacional de Cuba será homenajeada esta noche en el Gran Teatro de La Habana
Cuba, la isla más poblada y extensa de las Antillas, la de los vientos alisios e impresionantes ciclones, la de días plácidos y brisas suaves como caricias, rendirá homenaje hoy a su más notable figura viviente: la inolvidable bailarina Alicia Alonso, una de las más carismáticas artistas de la danza, quizá la más perfecta representante de una escuela de baile que nació en Rusia, llegó a los Estados Unidos con Alexandra Fedorova y se amalgamó con el espíritu de los pueblos del trópico de Cáncer, para dar nacimiento a la escuela cubana, que se ubica entre las mejores del mundo.
Esta noche, en el Gran Teatro de La Habana será agasajada la incansable Alicia Alonso, que el 21 del actual cumplió 80 años en medio de innumerables muestras de cariño, admiración y respeto de toda Cuba. El motivo del festejo es que hoy se cumplen setenta años del debut artístico de Alonso, acaecido en la noche del 29 de diciembre de 1931 cuando, con sólo 11 años, la bailarina ofreció su primera gran actuación solista en el escenario del antiguo Auditorium de La Habana, interpretando el vals de "La bella durmiente del bosque", de Tchaikovski. Al año siguiente, la obra se ofreció completa interpretada por un elenco en el que Alonso bailó el pas de deux "El pájaro azul", una coreografía de Marius Petipa caracterizada por sus movimientos complicados y su virtuosismo.
Hace pocos días, cuando comenzaron los festejos en honor de Alonso, la Universidad de La Habana la agasajó en el Aula Magna, donde recibió una placa conmemorativa y un diploma. Ayer, el Instituto del Cine de Cuba exhibió varias películas restauradas de actuaciones de la bailarina en distintos escenarios del mundo. Hoy, Alonso será condecorada por el Instituto Superior de Arte con la Orden al Mérito Pedagógico, por su labor como directora del Ballet Nacional de Cuba, y esta noche se llevará a cabo la velada de gala, oportunidad en la que la bailarina explicará su nuevo ballet, "Un viaje a la luna", espectáculo de tono humorístico inspirado en el film del realizador francés George Meliés.
Alicia Ernestina de la Caridad del Cobre Martínez Hoyo, tal su verdadero nombre, es un ejemplo de ser humano dotado con la fuerza de la tenacidad, la constancia, el amor propio, las positivas ambiciones por alcanzar una meta deseada a pesar de que haya que recorrer un sendero lleno de vicisitudes.
Alguna vez ha dicho a la prensa que "era la persona más feliz del mundo a pesar de que no veía nada. Al bailar todo lo sentía como parte mía; la música, el público, mis compañeros bailando en torno de mí. La danza sería mi vida, aunque debo recordar que primero estudié teatro porque esa disciplina me atraía más que nada. Luego, al ir creciendo, me atrapó el ballet. Ahora veo con claridad que un bailarín tiene que estudiar teatro, al igual que un actor tiene que estudiar baile. Es imprescindible".
El consejo de los médicos
Efectivamente, Alonso luchó toda su vida contra la adversidad, del mismo modo que María Callas, su gran contemporánea.
Se cuenta que el famoso oftalmólogo español Ramón Castroviejo, radicado en los Estados Unidos, le anunció que si continuaba con la danza el desprendimiento de retina sería inevitable. Lo inevitable ocurrió y obligó a que Alonso se sometiera a una primera operación. Luego del reposo forzoso pudo retomar la danza en forma progresiva.
La lucha de Alicia fue implacable, al punto que un segundo desprendimiento de las retinas de ambos ojos la dejó inmovilizada durante varios meses. La recomendación médica, además, era que no volviera a bailar. Sin embargo, su dedicación y fuerza de voluntad le permitieron mantenerse en forma física con ejercicios musculares metódicos.
Pero la recuperación quedó demorada a causa de un nuevo accidente, esta vez automovilístico en el que recibió un fuerte golpe. Volver a empezar fue muy duro para ella, pero no claudicó, sino que, por el contrario, aun sabiendo que su mejoría sería relativa y que sólo podría ver a muy corta distancia, redobló su pasión por la danza.
Una noche, en la que se ofrecía "Giselle", se enfermó la estrella Alicia Markova y Alonso debió reemplazarla junto al notable Antón Dolin, tal vez el mejor bailarín para la danza noble de ese tiempo.
Su triunfo fue de campanillas. Pocas veces se había visto una interpretación con tal riqueza de matices, desde la escena campestre, donde la protagonista es todo fragilidad e inocencia, hasta la locura producida por el engaño y la escena de las willis, que Alonso transformó en un fresco poético de carácter místico.
Cuando Balanchine creó para ella "Tema y variaciones", con música de Tchaikovski, Alonso tuvo como partenaire a Igor Youskevitch. Entonces comenzó una carrera rutilante. El bailarín, con su sagacidad, elegancia, fortaleza física y concentración, se habría de transformar en un pilar confiable para que Alicia pudiera bailar casi a ciegas, incluso en los momentos en los que el virtuosismo de la danza exige lanzamientos al espacio.
Buenos Aires conoció el arte de Alicia Alonso desde muy temprano. Fue en 1949 cuando se anunció la actuación de su compañía de ballet en el Teatro Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, que se levantaba en el terreno que hoy ocupa el Teatro San Martín. Era una sala con historia, porque en ella habían actuado Pablo Podestá y Camila Quiroga, Roberto Casaux, Vilches, Zacconi y otros nombres grandes de la escena nacional.
En la primera noche hubo poco público. Alonso bailó los pas de deux "Don Quijote" y "El cisne negro", así como "La muerte del cisne". La buena impresión en el público fue de tal magnitud que en las noches siguientes se produjo el misterio de la convocatoria espontánea a la sala, que tuvo lleno total.
Alonso volvió a la Argentina en 1954, para presentarse en el Gran Splendid, formando pareja con Royes Fernández, pero debido al éxito de la presentación pasó al Teatro Colón para bailar "Coppelia", la versión completa de "El lago de los cisnes" y "Giselle".
Años más tarde, al final de la década, el Teatro Colón contrató a la pareja Alonso-Youskevitch para actuar con el ballet estable del coliseo, que entonces atravesaba por un momento de enorme esplendor artístico. Se conoció entonces, en Buenos Aires, a la compañía del Ballet de Cuba que dirigía Fernando Alonso.
La primera en Rusia
Alicia fue la primera bailarina americana que bailó en Rusia, en 1958. En 1964 ganó el Grand Prix en el Festival de la Danza en París, cuando ya sus problemas visuales se volvieron a agravar.
No obstante, en 1972, casi completamente ciega, continuó con sus presentaciones, en franco desafío al destino. Baila a la perfección, de memoria y por intuición, o guiada por un instinto irrepetible. Una vez, consultada por esa capacidad que el público desconocía, explicó: "Trazo en mi cabeza un plano del escenario y mis bailarines me guían. En "Carmen", por ejemplo, debo correr a abrazar a mi amante que me susurra: "Ven aquí, aquí", y entonces corro y me lanzo a sus brazos y hasta ahora siempre están firmes y no me he matado".
En 1975, Alonso recuperó parcialmente la vista tras nuevas operaciones y ya no abandonó las tablas. Por fortuna, su actividad pedagógica y la dirección de la compañía le permitieron retirarse del escenario en forma paulatina y nada traumática, porque descubrió que todo su arte podía ser transmitido a las nuevas generaciones de bailarines.
En el recuerdo de su imagen en movimiento para crear formas en el espacio quedan los rasgos de una personalidad carismática, dueña de un rostro no esencialmente bello, pero que se embellecía con la actuación.
Sobre el escenario, su figura (nada espigada, por cierto) se agigantaba por la fuerza de la expresión. Alonso tiene el don de percibir como pocos la vibración y la sustancia dramática de la música para transformarla en arte visual.