Aida Garifullina dio sustento escénico a su fama de promesa de la lírica
Concierto de la soprano Aida Garifullina con la orquesta filarmónica de Buenos Aires
Director invitado: Carlos Vieu / Obras de: G. Bizet, C. Gounod, G. Puccini, P. I. Tchaikovsky, N. Rimsky-Korsakov, L. Delibes, G. Verdi, P. Mascagni, J. Massenet. En el Teatro Colón / Nuestra opinión: muy buena
En el marco del ciclo de grandes intérpretes internacionales del Teatro Colón se produjo la primera visita a nuestro país de la soprano rusa Aida Garifullina. Considerada una de las cantantes en su cuerda más interesantes de su generación, la intérprete es promovida por su belleza y por ser una "rara avis" gracias a la articulación de su vida profesional con el uso de redes sociales. ¿Esto nos dice algo sobre sus capacidades artísticas? No. Puede, quizás, hablar de sus capacidades comunicativas, y puede también sugerir el viejo cliché de que los/las cantantes de este género incurren en las posturas del viejo divismo, solo que hoy cuentan con nuevas herramientas de la tecnología. Con seguridad se puede afirmar que Garifullina es más que marketing, y lo demostró con su técnica y una sensibilidad en una velada en la que también se lució otro invitado: el maestro Carlos Vieu.
Con un programa ecléctico dentro de los límites del romanticismo, la soprano visitó famosas y exigentes arias de ópera. La noche fue de menor a mayor, aunque en todo momento ella supo hacer gala de una técnica correcta, que dotó a su voz de una delicada gracilidad para las coloraturas. Quizá su corrección la privó de desarrollar con mayor caudal las secciones más dramáticas de las piezas, logrando así un resultado elegante sin gran emotividad. De particular belleza fueron La escena de la muerte de La doncella de la nieve (N. Rimsky-Korsakov) y el encore de "Sì, mi chiamano Mimì". En el primer caso, su idioma natal y conocimiento del repertorio hicieron que Garifullina explorara en profundidad el estilo romántico de uno de los compositores rusos más célebres. En el segundo caso, el aria de Mimì fue interpretada fuera de programa otra vez. Ya con más confianza, y abrazada por el afecto del público, logró una cálida Mimì, que en su primera vuelta se asemejaba a Juliette de "Je veux vivre".
Otro de los invitados, nacional en este caso, fue el director de orquesta Carlos Vieu. Su trabajo con la orquesta fue impoluto, tanto en las arias con la soprano como en las piezas solistas. Sus indicaciones proyectaban la seguridad de alguien que sabe perfectamente cómo se deben interpretar las piezas de este concierto. Así, la orquesta logró explorar la musicalidad de obras contrastantes con enorme calidad, desde la enérgica Mazurka de Coppelia (L. Delibes) hasta el sutil y expresivo Intermezzo de Cavalleria rusticana (P. Mascagni).
Hubo algunas cuestiones que dificultaron la inmersión en el concierto: por un lado el "show láser" del Teatro Colón, señalando con un puntero a aquellos espectadores que se entregaban irrefrenablemente a sus deseos infantiles de filmar el concierto con sus celulares. Por otro lado las repetidas entradas a escena, con sus correspondientes aplausos, dificultadas por la vestimenta de la soprano (en la primera parte lució un enorme y principesco vestido rosa; en el segundo, un vestido blanco de volumen más controlado pero con una larga capa).
Fuera del programa la soprano ofreció tres obras: "O mio babbino caro", de Gianni Schicchi (G. Puccini), "Por una cabeza"(Gardel/Lepera) y la ya comentada repetición de "Sì, mi chiamano Mimì". Aunque se agradece el esfuerzo por aprender la fonética y el estudio del arreglo, no se termina de comprender por qué las visitas internacionales pretenden dejar postales tangueras sobre el escenario ¿Son para el público o para ellos mismos? De sobra sabemos que lo mejor del tango ha hecho resonar al Colón. Quizás esas postales sean un intento de empatizar con el público, aunque tal intención no sea realmente necesaria: el repertorio operístico de occidente forma parte de nuestro ADN musical.
En una noche colmada por la efusividad del público el Maestro Carlos Vieu ofreció calidad de la mano de la OFBA, y Aida Garifullina dio sustento en vivo a su fama de "promesa de la ópera".
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