Daniela Horovitz al rescate de la madre de los grandes poetas
La prestigiosa intérprete hasta se hizo fabricar una lira para ponerle música a los versos de Safo, la poetisa del siglo XVII a.C, en una propuesta que une lo teatral con lo musical
Es una de las primeras damas, anterior incluso a Cleopatra, que la historia rescata de la Antigüedad, aquel mundo masculino regido por dioses, tan sangriento como el contemporáneo, pero que perseguía la sabiduría y la belleza. Safo, poetisa del siglo VII a.C., originaria de una isla del Egeo llamada Lesbos -donde hoy se encuentra un gran campo de refugiados sirios- le compuso un himno a Afrodita. En la Universidad de Oxford y de Harvard se encuentran los máximos estudiosos de los papiros de la "Homero mujer", los versos y las estrofas que sobrevivieron a los nueve libros que ocupaban un sitio destacado en la biblioteca de Alejandría. Muchos siglos después, Daniela Horovitz la invoca y le rinde homenaje con sus propias partituras y su virtuosa voz en El dulce amargo, canciones de Safo. El espectáculo, bautizado con un oxímoron, al son de la lira, la guitarra y el piano, cuenta con la colaboración artística de Juan Parodi (mañana y el domingo 20, a las 16.30, en El Extranjero, Valentín Gómez 3378).
De lo escénico popular, como Brujas -comedia que superó todos los récords de audiencia, donde se recordaba a Safo-, hasta la mención en la serie de TV Xena, la princesa guerrera, sin olvidar que el hallazgo de dos nuevos (para sus lectores) y viejos (para sus papiros originales) versos en 2015 ocupó las portadas de los diarios, Safo sigue vigente. En el Río de la Plata, su voz vuelve a despertar a las musas. Son diez temas, dos de ellos incluidos en el disco de Horovitz llamado Entre las fieras y los lirios ("Y voy a acostarme sola" y "De verdad morir yo quiero"), los que cobran vida en este unipersonal.
Safo inspiró a los romanos Horacio, Ovidio y Cátulo, y también a las grandes plumas femeninas de la era victoriana, tocó las fibras de Constantino Cavafis y encontró la armonía en una combinación métrica que hoy recibe, con justicia, el nombre de "estrofa sáfica". Además de poetisa, también componía sus propias partituras, aunque tampoco existe registro de la música y, a pesar de que "pentagrama" es una palabra de origen griego, faltarían varios siglos para que existiese un modo de registrar los sonidos en papel. Horovitz no sólo les puso música a los versos, sino que además mandó a construir una lira con un lutier en Córdoba.
"Safo componía sus versos con la lira, o algunos instrumentos similares, como el pectis o la magadis, y los cantaba. En este espectáculo, y desde mi historia y formación, les devuelvo a los poemas la música que se perdió en el tiempo", cuenta Horovitz.
Pero, ¿qué permanece de Safo en el siglo XXI? Dado la presencia de múltiples versos homoeróticos en su obra, la palabra "lesbiana", un gentilicio designado a partir de su tierra natal, rebasó los límites de un adjetivo local y particular (y también del dialecto en el que escribía), para designar una identidad. ¿Cuánto hay de mito y cuánto de verdad en torno de la figura de Safo? Los académicos han intentado seguir su huella, precisar aspectos de su vida, aunque existen escasas fuentes históricas. Son, principalmente, los componentes autobiográficos de sus poemas, aquellos que permitieron realizar una arqueología de su existencia. Pero se ingresa aquí en la espiral de un debate que jamás tendrá una respuesta certera, mucho menos aun si el artista ha muerto hace muchos siglos: ¿cuánto de autobiográfico tiene una obra?
Horovitz explica la particularidad de estos versos pronunciados por un yo lírico femenino. "Los versos son en su mayoría íntimos, personales y directos. Hoy los conocemos como poesía lírica, en primera persona, describiendo emociones y sensaciones. En ese momento era una novedad, ya que la poesía de Homero y de otros poetas era épica, grandilocuente, narraba historias. Como Aleco y otros poetas contemporáneos -pero ella, como única mujer-, lo llevó al campo de sus emociones, universales y tan actuales. Le cantaba a las mujeres y las nombraba en sus versos, y eso es todavía algo innovador", agrega Horovitz.
Paradoja del destino y de la existencia, quien creía en la inmortalidad de los dioses, una mujer de carne y hueso, genera devoción entre generaciones posteriores, alejadas de la fe y del temor a dioses impíos.
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