Daniel Melero- Diego Tuñón: salió La ruta del opio, un disco experimental que pergeñaron durante seis años
Todo cambió un día de 1989 cuando Daniel Melero le mostró a Diego Tuñón "La Forma del Deseo", la canción de synth pop que, dos años más tarde, formaría parte del álbum Cámara. Tuñón, con el pasaporte listo para partir a Europa y encontrarse con Adrián Dárgelos, en los años que fueron el germen de Babasónicos, fue a verlo a Melero a su casa en Córdoba y Esmeralda, en Buenos Aires, donde el ex integrante de Los Encargados le pidió que fuera el tecladista en su primera etapa como solista luego de separarse de una de las primeras bandas de techno made in Argentina.
"En una mesa de su casa había un radiograbador tipo Boombox y un sampler, y me comentó que estaba trabajando con eso. Me pareció lo más aséptico y antimusical posible, pero escuché "La Forma del Deseo" y me empezó a bajar tanta data que no quise perderme la posibilidad de trabajar a su lado", dice el tecladista de Babasónicos.
La fraternidad entre los artistas comenzó en el Hogar Obrero de la Avenida Álvarez Jonte, en Paternal, cuando Melero tenía 19 años y Diego todavía era un niño. "Nos juntábamos en la casa de Juan, donde había chicos de todas las edades y ahí grabábamos voces, gritos, sonidos experimentales y de repente aparece este personaje venusino de 9 años, con una mirada inquietante que me llamó mucho la atención", recuerda el polifacético músico acerca del momento en el que conoció a quien hoy sigue siendo su protegido.
Además de potenciar la carrera de los Soda Stereo funcionar como faro de la movida de rock sónico de los 90, Daniel Melero fue unos de los pioneros en el uso de las máquinas. "A fines de los 70 la gente era horrenda: desde los milicos hasta los hippies, que podían ser los más interesantes de la época, y Melero y sus amigos encarnaban la modernidad. Fue en esa casa y época donde escuché mis primero discos –The Residents, Brian Eno, Cluster, Gary Numan,– y me di cuenta que quería vivir de la música", agrega Tuñón.
Esta semana, los tecladistas y productores lanzarán en vinilo y tiendas digitales La Ruta del Opio, un álbum pop experimental editado por Bultaco Discos (sello independiente de Babasónicos) que recoge influencias del ambient y la música industrial en una exploración sonora tan sinuosa como la trayectoria del "Brian Eno argentino". Su arte de tapa estuvo a cargo de Gabriel Rud y Melero la interpreta como "una extraña hotelería, hecha de hueso, en un lugar olvidado en Saigón". Invirtieron seis años en elaborar este proyecto pseudo científico que pone la lupa (y el micrófono) sobre las cuerdas percutidas y amplifica sonidos industriales y cotidianos, y tuvo su presentación en público el año pasado, en la tercera edición de Mutek.ar y el Festival Imprevisible.
¿Cómo comienza La Ruta del Opio?
Melero: En mi cabeza éste iba a ser el primer álbum solista de Diego, pero él no tiene los mismos recuerdos. Me envió un prototipo de lo que hoy es 'Mesmer', en un momento en el que él leía mucho acerca de la Guerra del Opio. Si bien era una linda excusa para vernos, le propuse hacer un disco juntos y empezamos a grabar sesiones en el estudio de Babasónicos y a regrabar las melodías de piano que me había ido pasando en videos, para luego insertarlas de maneras diferentes. La Ruta es un relato sonoro que da la sensación de estar atravesando un río tormentoso en medio de la jungla.
¿Qué ventaja tuvo haber trabajado el material durante tanto tiempo?
Tuñón: Dani consideraba desde el primer año que había un álbum, pero a mí me gustaba la idea de esperar y escucharlo con otra cabeza. Si hubiéramos sacado un álbum al principio, el 70% del material que hay ahora no hubiese existido. De cada audio, Dani debe haber creado unas 50 piezas que estábamos seguros que íbamos a utilizar, casi como un trabajo con microscopio que aumenta pequeños fragmentos. A la vez, se sumaron sonidos cotidianos de diálogos en el estudios, un audio del celular, una vez que el micrófono quedó abierto y se me escucha llegando a casa, tomar el ascensor y abrir la puerta mientras dejo las compras. Puro juego y experimentación que hoy lo escucho y me resulta maravilloso.
Melero: Lo importante era pasar por la experiencia de hacerlo, no teníamos una meta de publicarlo. Yo quería que jugáramos a la música y luego reflexionar alrededor de ellos y sus resultados. El tiempo le aportó a este proyecto pseudo científico una conexión sólida entre los elementos que fueron grabados durante los primeros dos años y su destilación sonora.
¿Y por qué decidieron publicarlo ahora?
Tuñón: Sentimos que luego de tanta exploración, y de presentar una parte en el Malba, ya era el momento de darlo a conocer.
Melero: El otro desafío fue el formato. Como inicialmente no lo pensamos para que fuera un vinilo podía durar mucho más, pero después nos gustó la idea de armar una obra pensando en ponerlo de un lado y tomar la decisión de seguir escuchando su lado B. Buscamos generar un discurso que pudiera ser o no continuo, trabajando sobre las virtudes y defectos, y liberarlo, hacia las codas y el centro del disco, de las volumetrías graves. Eso es algo que valoro, y más en un momento en el que hay mucha información a disposición a través de algoritmos, pero poca curiosidad.
Eso es algo que se menciona en "Si Supieras", la canción que abre el disco, acerca de la diferencia que existe entre entender y saber, que también se aplica también a una frase tuya donde oír no es lo mismo que escuchar…
Melero: Si, tiene que ver. Al final, solo cambia oír por saber escuchar. La música empieza después de todas las notas. Es algo que sucede en un entendimiento; la interpretación que tiene el que escucha y que empieza dentro de la moral de cada uno que está escuchando y no en el que la compone o el que ejecutó la música. Entender es interpretar, pero además, en las letras, hay chistes internos de mi vida de pareja y otros con Diego.
¿Qué es lo que valoran de la música ambient?
Melero: Yo no pienso que este disco sea de ambient sinceramente, lo veo como arte pop, pero cuando Brian Eno inventó el término, yo compré el disco. Gracias a él aprendí a escuchar a John Cage y la evolución a nivel sonora de una música hecha para el futuro, porque no sé cuánta gente estaba lista para escucharla en los ´70. No pienso en este género como música para relajarse o tener de fondo, aunque haya sido creada con ese criterio, porque que la música tenga funcionalidad me parece un poco triste. Prefiero su denominación como deep listening (escucha profunda).
¿Y qué es lo que este género les permite que tal vez otros no?
Tuñón: Cuando vivíamos en Chiclana y Dean Funes con los Babas me iba a dormir con Operación Escuchar porque el ruido de los camiones no me dejaba dormir. A mí me inducía el sueño porque me llevaba a un estado meditativo. Hoy, los buenos discos de ambient me despiertas, me transportan a una vibración que, si tenés la posibilidad de permitírtelo, te abre el estímulo de la lentitud.
Melero: Te obliga a escuchar. Estás sumergido en percibir detalles donde parece que todo es igual, que que es absolutamente vibracional. Es música para sumergirse.
El año pasado reeditaste Travesti porque te pareció importante detenerte y mirar un poco para atrás. Ahora que estamos todos en una pausa obligatoria, ¿qué detiene tu atención?
Melero: Compuse muy poco en esta cuarenterna. Volví a leer varios libros de teoría que uso a modo de oráculo y para dejar de pensar en lo que estoy haciendo, como "Sonic Warfare", de Steve Goodman. Me gusta correrme del lugar de editor musical y buscar palabras en esos lugares para ver con qué me encuentro. Me detuve en volver a escuchar muchas cosas que todavía no edité. Estuve revisando material producido de 2006 para acá y me encontré con archivo que me parece que realmente ahora tal vez les haya llegado el momento de publicar.
¿Qué los sigue cautivando en la manera de crear del otro después de tanto tiempo juntos?
Tuñón: Su forma de luchar contra todo en un momento en donde lo más moderno era Charly García, que para mí era un hippie en aquél momento y lo odiaba, pero con el tiempo aprendí que era un genio y que él es su mayor obra. Pero Daniel tenía un sentido de la creación absoluta incluso en un momento en el que éramos pocos los que íbamos a shows. La modernidad y búsqueda conceptual a pesar de la tecnología del momento.
Melero: a mí me gusta el campo de ideas que maneja Diego, es una persona muy interesante para estar en el proceso de grabación. Si bien por momentos le pido que sea menos drástico y que toque el piano de una manera más suave, siempre está listo para percibir qué cosas van, aún cuando tiende a descartar mucho y a no gustarle nada.