Daniel Mañas: "Ahora es el momento para que Susana Giménez encuentre su príncipe azul"
El productor de las celebrities más famosas del mundo habló con Personajes.tv de todo y analizó la TV actual: "El que se hace famoso en un día no va a perdurar"
"Me encantó mi biografía marital", dijo una risueña Susana Giménez del otro lado del teléfono y su interlocutor respiró aliviado. Esa aprobación era todo lo que le faltaba para expiar un sentimiento de culpa o de pudor que lo embargaba desde que se propuso repasar en un libro los romances de una de sus mejores amigas, la diva de divas. No estaba lucrando con los secretos guardados por tantos años en la intimidad de sus charlas. Daniel Mañas , productor teatral y televisivo de extensísima trayectoria, gestor de las visitas a la Argentina de estrellas mundiales como Sophia Loren, Sonia Braga, Sharon Stone y tantas más, se había propuesto publicar junto a Florencia Canale el libro Sí, quiero, un interesante proyecto que busca retratar la evolución del matrimonio en la Argentina a través de las historias de amor de las parejas más famosas del país. Y lo logró. Una veintena de biografías amorosas de nombres rimbombates como Mirtha Legrand y Daniel Tinayre, Palito Ortega y Evangelina Salazar, Amalita Lacroze y Alfredo Fortabat, ya circulan como pan caliente entre los amantes de esos cuentos de hadas que la realidad a veces nos convida, y de los que Mañas fue, casi sin querer, un testigo privilegiado.
"No es fácil porque salir con Susana Giménez es como salir con el circo de Moscú".
Develar los intrincados caminos al amor de estas parejas lo sumergió en un trabajo minucioso de entrevistas e investigación que iluminó muchos aspectos de la idiosincrasia argentina. "Siendo una historia de la evolución de los matrimonios y el registro civil yo propuse cerrar con el matrimonio igualitario de Alejandro Vannelli y Ernesto Larresse", dice Mañas. Cada capítulo de su autoría contiene además una reflexión de quien conoció personalmente a los protagonistas.
-En el caso de Susana Giménez, cerrás el capítulo deseándole que encuentre un compañero...
-Ella se la pasa diciendo que no, pero yo creo que en esta etapa de su vida sería muy bueno que tuviera un compañero. Hace casi 40 años que la conozco y nunca la vi mejor que ahora. Esa paz, esa alegría, esa libertad de irse con los perros al campo, o viajar. Creo que ahora tendría que aparecer el príncipe azul. Que sea cercano a su edad y joven de espíritu, compañero, un par. No es fácil porque salir con Susana Giménez es como salir con el circo de Moscú [risas]. Ella es una mujer muy querible. Increíblemente terrenal. Los amigos del círculo cercano la queremos porque está siempre al pie del cañón. Un hombre para ella es uno que acepte esa dualidad: Susana es un día tranquilo en el campo, despeinada y con sus perros, leyendo, y es un día lleno de flashes alrededor.
-Pero ella siempre dice que no quiere más hombres.
-Va a aparecer, aunque ella no quiera.
-¿Se lo deseás a pesar de las malas experiencias que tuvo, del cenicero...?
-Me parece que lo pasó bien. Después no funcionó y hubo decepciones. Con Jorge Rodríguez siguen siendo amigos.
Mar del Plata, enero de 1967. Un niño de 11 años lloraba amargamente. Su papá le había anunciado que tenía que trabajar, que sería cadete en el Hotel Chateau Frontenac durante toda la temporada de verano. Dany Mañas lloraba porque no sabía que ese lugar marcaría su destino ni que en ese coqueto hotel se hospedaba toda la élite argentina en vacaciones. Pronto se hizo amiguito de esos célebres huéspedes. Amalita Fortabat se dejó conmover por sus ojos pícaros y se acostumbró a dejarle 100 pesos de propina cada vez que lo veía. Ahorró cada uno de esos billetes hasta que pudo juntar lo suficiente para cumplir un sueño: ir al teatro. "Pagué una platea para ver el quinteto de Astor Piazzolla. Me voló la cabeza. Un concierto fuera de serie. Entonces supe que quería dedicarme al mundo del espectáculo", cuenta en una charla con Personajes.tv en la que la nostalgia de aquellos años mozos se mezcla con la felicidad de un presente pleno. Nos recibe en su espectacular casa ubicada en el corazón del barrio de Balvanera y despliega su arte del buen anfitrión con pericia: un paseo por cada uno de los rincones del departamento reciclado totalmente y decorado con un eclecticismo impecable, café, masitas y una gran sonrisa. Esa casa, convertida en un loft luminoso y lleno de detalles déco encantadores, es además el lugar para organizar reuniones por excelencia. Todos sus amigos, entre los que se cuentan Eugenio Zanetti o Geraldine Chaplin, aceptan que Dany organice sus cumpleaños en ese impensado espacio artie escondido en pleno centro porteño.
Su camino entre celebrities comenzó en aquellos días marplatenses. Mirtha Legrand no dudó en convocarlo para que se sumara al equipo de producción de su programa, y así, con 17 años, llegó a Buenos Aires. Luego, un camino en permanente ascenso. Cuando fundó Starlight International, empresa que organiza y gestiona la visita de las grandes estrellas internacionales alrededor del mundo, en los 90, ya llevaba algunos años instalado en Los Angeles dedicado a la producción de espectáculos tras cosechar un buen número de estrenos en Buenos Aires - La mujer del año, La cage aux folles, Alta sociedad-, y ocho años produciendo los almuerzos de Mirtha más otros títulos de la televisión local. De ahí a hacerse amigo de Sophia Loren… unos pasitos.
-Hay algo de tu personalidad que sin duda inspira confianza en las celebrities, ¿qué creés que es?
-Es que no es cierto que las estrellas sean gente desconfiada. Son muy relajados. Los que llegaron a ese nivel de estrellato mundial llegaron porque son muy profesionales. No te piden muchas extravagancias. Marcela Tinayre me preguntó cuál era la estrella más difícil y le dije tu madre [risas].
"El instante en que conocí a Sophia Loren no me lo voy a olvidar jamás".
-¿Cómo te hiciste amigo de Sophia Loren?
- Viviendo en Los Angeles me tocaba conocer muchas de las grandes estrellas. Y pensaba que, como productor, yo hubiera soñado tener una estrella de Hollywood en mi programa, entonces se me ocurrió hacer de nexo entre los productores argentinos y las figuras. Sophia Loren no hacía ese tipo de presentaciones. Le escribí una carta diciéndole que en la Argentina el 60% de la población venía de inmigración italiana, que sus películas eran famosísimas y que haría que la declararan ciudadana ilustre y que le dieran un Doctorado Honoris Causa en la Universidad. Eso terminó por convencerla. Cuando la empezaron a llamar para otras visitas similares ella decía que me llamaran a mí. Fuimos a Budapest, a Grecia y así surgió Starlight, mi empresa.
-¿Te acordás el primer día que la viste?
-El instante que la conocí no me lo voy a olvidar más. Fue en el hotel Beverly Hills. Me siento a tomar el té y aparece ella con un trajecito rojo de Valentino. Tímida y seria. Me gustó que fuera así. Porque tenía la idea de que las divas debían ser demandantes. Confió en todo momento. Una vez estábamos en Budapest y yo estaba preocupado porque la gente empujaba. Le pregunté si estaba bien y me dijo: "Esto es mi trabajo".
-¿Cómo la definirías?
-Ella es de una timidez tremenda. Cuando habló al recibir el Honoris Causa fue muy conmovedor. Dijo, con los ojos llenos de lágrimas, "este es un momento muy importante de mi vida. No pude ir al colegio por la guerra. Que mi hijo me vea recibir esta distinción es muy emocionante". Anduvimos por Buenos Aires en un Cadillac con la bandera de Italia y la de la Argentina. Era el año 92. Por donde iba ese auto la gente salía a la calle y tocaba bocina. "Me siento el Papa", decía. Tiene mucho humor. Sin embargo, quiero decir que aunque la conozco bien, Sophía siempre mantiene un aura de reina, una cosa… una sensación que nunca voy a perder. No digo ya está, la conozco, es mi amiga, tiene algo que te hace sentir que es un ser diferente.
-¿Qué otros artistas descubriste por tu trabajo?
-Christopher Reeve era un tipo interesantísimo. De conciencia social, de cultura. Era increíble. En la época de Pinochet vino a Chile a luchar por los actores prohibidos. Me contó que era compañero de habitación de Robin Williams cuando estudiaban teatro los dos. Que pasaban noches sin dormir de lo mucho que se reían. Geraldine Chaplin es casi como de mi familia. Cuando viene a la Argentina le armo todo para que aproveche su estadía. Hacemos reuniones en casa. Le dije a Eugenio Zanetti si tenía un papel para ella en Amapola y casi que escribió el personaje para que ella lo hiciera. También soy muy amigo de Sonia Braga.
"El estrellato se va acabando. El famoso que es famoso hoy no va a ser estrella".
-¿Alguna mala experiencia?
-El único que fue desagradable fue David Copperfield. Lo llevé a España. Me di cuenta que era desconfiado y maleducado, y no me gustó. Habrá tenido experiencias malas con otra gente, pero conmigo salió todo bien... Creo que después se arrepintió de su maltrato.
-¿Creés que las estrellas padecen la fama?
-Tengo muchos amigos actores. Con Susana y los amigos que nos juntamos siempre fuimos a comer a Puerto Madero hace poco, ella quería charlar porque hacía mucho que no nos veíamos, y cada persona del lugar se levantó a sacarse una foto. Esa charla que ella quería tener con amigos no se pudo dar. A veces a las celebrities les molesta si hay un tema de paparazzi manejado mal… O el maltrato de alguien hacia los fans. Eso los suele poner violentos.
-¿Cómo manejaste el límite a la hora de escribir las historias de gente tan cercana como Mirtha o Susana?
-Primero, estos personajes son muy particulares porque no tienen mucho que esconder. Su vida privada ha sido muy pública. Me dio cierto pudor pero es medio ingenuo preguntarles cómo se conocieron, apelar a recuerdos muy personales. No hay lo de hoy en día que tienen mucho que ocultar. Los de este libro son apasionantes, interesantes… No escribiría un libro sobre los escándalos amorosos de hoy, por nada del mundo.
-¿No te atraen las "nuevas" estrellas?
-La palabra estrella sigue ligada a los que se mantienen: Mirtha, Susana, Alcón, Palito o Sandro. Hay gente que es muy famosa pero me parece que estos son fin de raza. Se acaba con estos. Durante muchos años he escuchado eso de "¿quién es el sucesor de Susana?". No hay sucesores. Son fin de raza. El estrellato se va acabando. El famoso que es famoso hoy no va a ser estrella. Sin embargo, hay gente muy interesante en el teatro de hoy.
-¿A quiénes destacarías?
-Hay muchos... pero por mencionar algunas, Griselda Siciliani y Carla Peterson, gente que sale del off. Lo que no va a perdurar es el que se hace famoso en un día.
-¿Ves televisión actualmente?
-La veo poco [risas].
"Si volviera a trabajar con Mirtha Legrand no tendría ganas de llamar a alguien que fue noticia esta semana porque dijo alguna barbaridad".
-¿Por qué?
-Porque no me atrae. Tal vez veo algunas series. Sí miro Intratables y esos programas de la noche para enterarme qué pasa. Como entretenimiento. Hoy no tendría la capacidad para producir un programa como el de Tinelli, regido por el rating. No me gusta ni me interesa ni conozco esa dinámica. Sí produje los programas de Ismael Cala. Ese tipo de televisión sí me gusta.
-¿Y qué opinás del actual Almorzando con Mirtha Legrand?
-Si yo volviera a trabajar con Mirtha Legrand no tendría ganas de llamar a alguien que fue noticia esta semana porque dijo alguna barbaridad. Eso sí te lo exige la televisión de hoy. Tuve la suerte de trabajar en una TV, donde no existía el minuto a minuto. Si alguien contaba algo interesante se lo dejaba hablar. No como ahora que te cambian de tema porque no mide.
-¿Qué sueños te quedan por cumplir?
-Me gustaría volver al teatro con algo grandioso. Es una época de hacer cosas grandiosas. Hice teatro con dos mangos con cincuenta, cuando no existían los megaproductores como T4F...y fueron grandes obras. Pero tengo muchos sueños. Soy muy joven de cabeza. Siempre estoy como empezando de nuevo.
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