Damián Szifron y su primera ópera: el llamado de Barenboim, los abucheos del debut y un Rivotril en medio del estreno
En noviembre de 2019, a pedido del gran director de orquesta, debutó como regisseur con una puesta de Sansón y Dalila en la Ópera Estatal de Berlín que recibió aplausos y críticas por igual; la división entre defensores y detractores de la puesta en el estreno casi termina a los golpes
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Gracias a Relatos salvajes, Damián Szifron conoció a Daniel Barenboim y de ese encuentro surgió un desafío inesperado. Pocos imaginaron que en el medio de su larga ausencia de la pantalla Szifron se convertiría a fines de 2019 por primera vez en regisseur de ópera. Y nada menos que en la Ópera Estatal de Berlín, de la mano del maestro argentino.
Mientras disfruta del estreno en la Argentina de Misántropo, su nueva película, la primera que dirige después de casi diez años, Szifron rememora los detalles más interesantes y jugosos de aquella experiencia inédita en el mundo lírico. Después de pasar una semana en China para acompañar la presentación de Misántropo en el Festival de Pekín, el director argentino volvió a Buenos Aires, participó en la noche del miércoles de la avant premiere local de su flamante obra, y en pocos días más volverá a hacer las valijas, en este caso para viajar a Cannes. Será este año uno de los integrantes del jurado oficial del festival de cine más importante del mundo, que tendrá su inauguración el 16 de este mes.
“Durante el recorrido de Relatos salvajes por distintos festivales me contaron que a Barenboim le había encantado la película y me quería conocer –relata Szifron a LA NACION-. Daniel había ido a verla varias veces, la última junto a Plácido Domingo, y consideraba que el relato de la boda era prácticamente una ópera. Por la cantidad de personajes en escena, por el ritmo, por la progresión y por el elemento catártico”.
Szifron se emociona al evocar ese momento porque le trae los mejores recuerdos de su padre, la persona que lo llevó por primera vez a una sala de cine y le enseñó a través de sus reacciones todo lo que significaba una película. “Mi viejo falleció un tiempo antes del estreno de Relatos salvajes en Cannes, aunque por suerte llegó a ver el primer avance. Además de cinéfilo era un gran amante de la música clásica. Y siempre admiró profundamente a Daniel, como cualquier otro mortal que entiende algo de música”, relata.
Poco después de ese primer contacto, Szifron viajó especialmente a Berlín para reunirse con Barenboim. “Compartimos un desayuno y ahí me invitó a dirigir una ópera junto a él –detalla-. En la Ópera Estatal de Berlín. Y yo, medio inconsciente, le dije que sí. Digo inconsciente porque era un mundo completamente desconocido y de una exigencia demencial. Casi como si viniera Juan Martín Del Potro y te ofreciera, ‘che, ¿no te querés venir a jugar la Copa Davis con nosotros que nos falta uno?’, y uno aceptara. En modo paracaidista había caído en una posición a la que gente que se prepara toda la vida le cuesta llegar, si es que llega. Pero bueno, ahí estaba, y ahora tenía que resolver”.
Después de estudiar el tema, Szifron se decidió por Sansón y Dalila, la ópera de Camille Saint-Saëns estrenada en 1877. “De chico amaba el cine bíblico –se justifica el director-. Y a la hora de pensar la puesta opté por una aproximación extremadamente clásica. Algo que en Berlín, donde la moda es adaptar óperas tradicionales al mundo contemporáneo o abrazar la abstracción total, era visto casi como una ofensa”.
El enfoque elegido por Szifron era toda una invitación a que se reabrieran las polémicas que acompañan a esta ópera desde sus primeras puestas y perduran hasta hoy. “Cada ópera que iba a ver –afirma Szifron- me resultaba medio snob y sentía que los argumentos nunca se sostenían. Como a mí me interesaba más la verdad que la originalidad traté de entender el sentido profundo de cada texto, de encontrar el conflicto humano vigente en una pieza de 150 años y de dirigirla con el máximo realismo posible”.
La puesta, con fecha de estreno prevista para el 24 de noviembre de 2019, contó además de Szifron y Barenboim con excelentes voces. El tenor estadounidense Brandon Jovanovich personificó a Sanson, la mezzosoprano letona Elina Garanca fue Dalila y el gran barítono alemán Michael Volle encarnó al Sumo Sacerdote. Garanca, que había cantado en el Teatro Colón en junio de ese año “Mon coeur s’ouvre à ta voix”, la célebre aria de Dalila en el segundo acto de la ópera, regresará a nuestro primer coliseo el próximo 24 de junio para presentarse junto a la Orquesta Filarmónica de Buenos Aires.
Szifron recuerda como “extraordinaria” su relación con Barenboim y con Garanca durante toda la preparación de la puesta. “Y durante mi estada en Berlín viví momentos inolvidables, como una cena en la casa de Daniel junto a su mujer y a Yo-Yo Ma. Después del postre se pusieron a tocar juntos hasta las 4 de la madrugada. Grabé todo con el celular. Yo-Yo iba sacando partituras de la biblioteca de Daniel y tocaban un movimiento por acá, otro por allá. Yo no lo podía creer. Algún día me encantaría hacer un documental sobre Daniel, que es un ser de otro planeta, e incluir ese material”, agrega.
La controversia acompañó desde el mismo momento del estreno la puesta concebida por Szifron en Berlín. Luis Cano, en su crónica para el diario español El País, habló de un reparto entre aplausos y abucheos al término de la primera representación y reveló que Barenboim, después del primer saludo, regresó al escenario de la mano de Szifron “alzando su brazo muy largamente, brindándole su apoyo explícito, reivindicando con ello su trabajo y logrando por fin que, poco a poco, aplausos y abucheos se equilibraran”.
En el diálogo con LA NACION, Szifron recuerda el momento de esta manera: “El estreno fue polémico. Incluyó ovaciones de pie y feroces abucheos, e incluso una discusión entre amantes y detractores que casi llega a las piñas. Aparentemente eso es normal en Berlín. Conservadores y vanguardistas experimentan la ópera como si fueran partidos de fútbol o corridas de toros. Yo siempre sentí, incluso en el cine, que la vanguardia puede ser muy conservadora. Cuando la libertad pasa a ser una exigencia deja de ser libertad”.
También menciona los imprevistos y desperfectos técnicos que alteraron todas las previsiones y complicaron la noche del debut. “El peor de todos fue el de un perro, en teoría entrenadísimo, que tenía que desenterrar un cadáver y luego salir de escena, pero el caso es que no se iba más. Me tuve que tomar un Rivotril en medio de la representación”, recuerda.
Más allá de todas las polémicas, la imagen del debut en la ópera que permanece hasta hoy en la memoria de Szifron no es la del estreno accidentado, sino que se parece mucho a un éxito: “Todas las funciones se llenaron y el público regular terminó abrazando la puesta con efusividad. Tanto que ya se repuso cuatro veces, tres en Berlín y una en la Opera de Nápoles, siempre a sala llena”.
El recuerdo de aquella experiencia se cierra para Szifron haciendo una especie de salto simbólico por encima de las críticas de los medios especializados en el momento del estreno de su primera ópera. A su memoria vuelven aquellos comentarios, algunos elogiosos y otros despiadados. “Pero la última que salió –concluye- estaba firmada por el crítico más erudito y temido de toda Alemania. Fue sensacional. La asistente de Daniel me llamó para decirme que no era una crítica, sino un himno. El titular en la portada del suplemento artístico de ese medio, un diario sábana de circulación nacional, decía: ‘Daniel Barenboim y Damián Szifron interpretaron Sansón y Dalila con excelencia’”.
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