Dama bella y esplendorosa
"Mi bella dama." De Alan Jay Lerner y Frederick Loewe. Elenco: Paola Krum, Víctor Laplace, Pepe Soriano, Juan Manuel Tenuta, Estella Molly, Aída Luz y Alicia Mouxaut, entre otros. Dirección musical: Angel Mahler. Escenografía: Dick Bird. Vestuario: Mini Zuccheri. Coreografía: Michael King. Luces: Neil Austin. Arreglos y dirección coral: Gabriel Giangrante. Teatro El Nacional. Nuestra opinión: Muy buena .
La gloria de El Nacional volvió a brillar con el estreno de "Mi bella dama", el clásico musical de Broadway nacido de la adaptación de "Pygmalion", de George Bernard Shaw.
La trama, que, a su vez, en el original de Shaw, provino de un mito griego, cuenta en su versión musical una historia rosa. La joven florista Eliza Doolittle, descubierta en las calles de Londres en toda su tosquedad y falta de educación por dos expertos en fonética, termina por ser objeto de un experimento.
El profesor Henry Higgins y su colega, el coronel Pickering, juegan una apuesta: Higgins jura que, en seis meses, podrá cambiar los modales y las deformaciones fonéticas de la ignorante Eliza hasta convertirla en una dama de sociedad.
Este es el punto de partida que dispara un recorrido dramático de gran riqueza. Los textos no dejan de lado cierto contenido social y, si se quiere, hasta filosófico.
El encanto del musical
La puesta en escena del irlandés Mick Gordon no tiene cabos sueltos. Respondió con precisión milimétrica al formato tradicional de la comedia musical, con una prolijidad extrema y buen ritmo, estructura que es alimentada por un elenco muy parejo en su desempeño, en el que se percibe su contención como director de actores.
Paola Krum, la protagonista de la historia, demuestra una vez más sus dotes como cantante y como actriz. Krum tiene ángel en el escenario y sabe hacer uso de esa energía que, para este personaje en especial, es casi imprescindible.
La transición por la que debe atravesar Eliza Doolittle, de maneras burdas y dicción atroz al principio de la historia y delicadeza y hablar exquisito del final, con una escena en el medio en la que se muestran los primeros resultados de las lecciones del profesor Higgins, resulta absolutamente creíble gracias a los buenos oficios de la actriz.
Intérpretes eficaces
Víctor Laplace, en el papel de Higgins, realiza una interpretación ajustada, con un buen manejo de los matices. A la hora de cantar y bailar, Laplace lo hace con gracia y expresividad, en favor de su personaje y del vínculo que mantiene con Eliza.
En la piel del coronel Pickering, el avezado Juan Manuel Tenuta oficia de encantador contrapunto con Laplace, lo mismo que la adorable Aída Luz, que debe interpretar a la madre del profesor. El romanticismo lo aporta en buena medida la presencia de Marcelo Trepat, que interpreta a Freddy, el obnubilado enamorado de Eliza, que es, además, un cantante de fina sensibilidad.
Para Pepe Soriano, el padre de Eliza Doolittle en la ficción, bien vale un párrafo aparte. Soriano disfruta tanto con ese personaje que logra conmover a la platea. Con una ductilidad notable, actúa, baila y canta hasta arrancar aplausos en respuesta a su entrega en el escenario. Da gusto ser testigo del trabajo de un actor de semejante trayectoria que se arriesga a las coreografías y a los coros, comprometido con la potente energía que exige el musical. Una de las maravillas de "Mi bella dama", sin dudas.
Voces magistrales
Otro de los hallazgos del espectáculo es Gabriel Giangrante, responsable de la dirección coral. Valga aclarar que el elenco completo ofrece un abanico de excelentes voces en todos los registros. Con esa materia prima privilegiada, Giangrante construyó polifonías y contrapuntos de gran riqueza y de excelente buen gusto, con los que el musical levanta un vuelo creativo que aporta matices a la dirección musical de Angel Mahler.
El marco físico lo da la escenografía diseñada por Dick Bird, que con un claro concepto de síntesis construye espacios con pocos pero contundentes elementos. Un concepto que se agradece en este género, en el que las grandilocuencias escenográficas suelen ser moneda corriente.
Bird demuestra que se puede ser lujoso sin excesos y que los ámbitos pueden mutar, con la habilidad de los maquinistas, sin que se perturbe el ritmo del espectáculo.
Las luces, de Neil Austin, y el vestuario, de Mini Zuccheri, acompañan el todo sin sobresalir, paso a paso con la historia que se cuenta.
Lo único que quizá cabría agregar es que el espectáculo adolece de cierta carencia coreográfica. Los cuadros de baile de Michael King, si bien son correctos y prolijos, no tienen la complejidad que se podría esperar cuando se tiene a disposición un cuerpo de baile bien entrenado y numeroso como el de "Mi bella dama".
No obstante, más allá de esos puntillismos, el conjunto de todas las áreas más la precisión técnica hacen de "Mi bella dama" un espectáculo digno de ser visto, divertido, por momentos emocionante, que además devuelve a Buenos Aires un teatro emblemático como El Nacional.