Dalia Gutmann.“La vida sin humor es insoportable”
Asegura que es fanática de los cuadernos y exagerada para contar cosas; que ama la gente puntual y pierde casi todos los papelitos que tiene que presentar; que el mate es un ritual que la apasiona y que la vida sin birome no tendría sentido; que es buena estacionando autos y una adicta recuperada a la coca light; que tiene obsesión por la mandarina, le encanta sacarles liendres a sus hijos y se sigue comiendo las uñas, pero con criterio.
Comediante, conductora y locutora, Dalia Gutmann es una de las precursoras del stand up en la Argentina. La gran noticia es que Cosa de minas, estrenado en un bar teatro para 100 espectadores, después de 9 años, 500 funciones y más de 150 mil espectadores, se despide a lo grande en el teatro Ópera hoy y mañana.
Entre monólogos, videos y canciones divertidas, durante casi una hora y media Gutmann se ríe de sí misma, comparte sus experiencias frente a una platea colmada de mujeres y se divierte reflexionando sobre el particular comportamiento femenino en el día a día.
"Es un show donde trato de trasladar al escenario esa alegría que siento cuando estoy con mis amigas, como una gran fiesta, una gran catarsis generalizada", apunta días antes de la despedida, sentada plácidamente en el comedor de su casa, en Colegiales.
En pareja con el conductor y comediante Sebastián Wainraich desde hace 18 años, madre de dos hijos (Kiara, de doce, y Federico, de siete), como conductora estuvo al frente en dos temporadas de La culpa es de Colón, en el Comedy Central, y Tipos de Minas, en el Canal de la Ciudad, y actualmente conduce Animadas, todas las mañanas, por la TV pública. También tuvo participaciones en radio y cine, este año acaba de publicar su tercer libro, Tengo algo para decir, conversaciones con mi cabeza, por Penguin Randon House.
"Es un libro raro y me da hasta un poco de vergüenza, porque muestra un costado mío más melancólico, sin buscar tanto la risa como en el teatro. Va por un lado más reflexivo que no muestro habitualmente sobre el escenario", admite.
-¿Cómo te preparás para esta gran despedida en el Ópera?
-Muerta de miedo, pero con muchas ganas de hacerlo, porque es un show que se merece una despedida así. Se me juntan las emociones: por un lado cerrar esto a lo que tanto amor puse, un hijo artístico, por llamarlo de algún modo; y hacerlo en el Opera es una emoción muy grande. Quiero estar a la altura de las circunstancias.
-¿Y por qué ahora la despedida?
–Este es un show al que siempre acompañó la gente desde que se estrenó. Tenía pensado hacerlo hasta que me muera. Pero en charlas con Lino Patalano, el productor, entendí que uno también se tiene que ir transformando a nivel artístico. Incluso hay un montón de cosas del show que siento que ya son de otra época, y ya estoy queriendo hablar de otras cosas.
–¿Cuánto de talento y cuánto de trabajo hay en tus monólogos?
–Cuando alguien me dice que soy talentosa me da vergüenza, no sé si me está gastando. Siento que soy muy obsesiva de mi trabajo. Hay un porcentaje muy alto de laburo, de bancarse las frustraciones si algo salió mal, y también de arriesgar, de animarse a hacer cosas que pueden salir genial o que pueden salir horrible. Después –me tengo que hacer cargo–, creo que puedo generar risa. Es algo que yo no sabía muy bien, pero con los años lo aceptás y decidís usarlo. Pero no soy la graciosa espontánea del asado. Hay mucho laburo detrás.
–¿Tenés alguna cábala antes de salir a escena?
–Soy muy neurótica, entonces antes de subir trato de no hablar mucho con nadie, porque necesito estar muy concentrada. Trato de estirarme un poco en el camarín y hago una cancioncita con Ale Bavera, con quien produzco este show, como para descomprimir un poco los nervios. Es más concentración que cábala. Me parece inviable ser cabulero en la vida cotidiana, siempre trato de evitar todo lo que no puedo controlar.
–¿Cuál dirías que es tu marca como comediante?
–Me gusta mucho hacer humor con cosas que a cualquier persona más adaptada a la sociedad le daría vergüenza. Siento que el ridículo es mi herramienta de trabajo. Como el título de mi primer libro, Entregada al ridículo. Esa es mi marca registrada, ya estoy amigada con todo eso.
–¿Qué proyección hacés del stand up local en los próximos años?
–Creo que el género ha crecido mucho y que va a seguir creciendo. Es un gran laboratorio y todavía hay mucho por experimentar. El stand up es el arte de hacerle creer al otro que lo que estás diciendo lo estás pensando en el momento. Y los comediantes tenemos muchas cosas por hacer. Y como novedad, en noviembre y diciembre voy a participar de unas riñas de standuperos, una "roast", donde uno le saca el cuero al otro. Se viene la batalla de gallos para standuperos. Hace poco gente de Netflix me dijo que la Argentina tiene a las mejores mujeres comediantes del mundo…
–¿Qué es el humor para vos?
–En mi vida el humor es un mecanismo que encontré para pasarlo mejor, y en general ayuda a que la cosa sea más llevadera. Me parece que la vida sin humor es insoportable, pierde un poco de sentido.
–¿En la vida cotidiana, tenés buen humor o no tanto?
–Soy muy tensa y me enojo muy fácil, entonces obviamente en la vida cotidiana no estoy "ja ja ja", pero soy una persona a la que le encanta que el otro esté contento cuando está conmigo. A veces no lo puedo sostener porque me enojo por algo, o porque hace algo que me molesta, pero ni a palos soy un cascabel. Tengo la teoría de que nadie que se dedique al humor es una persona muy feliz. Cuando te dedicás a esto hay algo de la angustia que necesitás elaborar todo el tiempo.
–¿Y qué cosas te ponen de muy mal humor?
–Lo básico es el hambre y el sueño. Cuando un adulto me dice "Ay, me colgué", me pone muy nerviosa. No hay peor cosa que el "robatiempo", el que te dice a las cuatro y a las cinco menos cuarto te manda estoy llegando, esa falta de respeto por el tiempo del otro es algo que me saca de quicio. A veces me caliento por demás y puedo ser demasiado dura.
–¿Qué rutinas tenés para escribir?
–Laburo mucho con mis conversaciones internas. Me voy mandando audios, mails, y todo eso lo voy guardando en archivos. Lo que más uso para los monólogos son los audios, porque en el stand up es muy importante la frescura, y no es lo mismo que me escriba algo a que me baje la idea de cómo me gustaría decirlo en el escenario. Igual después cambio. Si tuviese que contar un secreto mío sobre el escenario es que trato de no decir nunca las cosas igual, no me aprendo una letra de memoria, sino que sé lo que quiero decir y después decido en el momento cómo lo digo o cómo lo hago. Me sorprendo a mí misma, me dejo llevar sin pensarlo tanto, para que el espectáculo no se convierta en algo recitado. Los mejores chistes se me ocurrieron siempre arriba del escenario.
Tengo muchas esperanzas en lo que viene, soy optimista de esta nueva etapa que se abre
–¿Modificaste tus monólogos con el avance del feminismo?
–Bueno, sobre el final del show hay una parte donde hablo de la convivencia con un hombre, en el caso de que seas heterosexual como yo; y cómo fueron cambiando los roles estos últimos años, todo el laburo que tuvimos que hacer para desarmar todo eso. Cuando empecé a hacer stand up, hace 15 años, lo más gracioso de una mina era bardearte a vos, por tu aspecto, o porque eras hincha pelotas. Eso era lo que causaba gracia y con los años lo fui sacando del espectáculo, cambié el lugar desde donde me paro a hacer humor y trato de hablar desde un lugar re-empoderado. Incluso hay algunas cositas del show que ya sacaría, con las que ya no estoy de acuerdo. Las estoy despidiendo y nos las voy a hacer más, porque siento que forman parte de otro momento de la sociedad.
–¿Qué mirada tenés sobre la lucha feminista?
–Estoy muy de acuerdo, y me siento muy hermanada con esa lucha. Era necesario que suceda, y todavía queda mucho por hacer. Creo que hay mucho enojo contenido de muchos años y que hay cosas pasadas de rosca porque hay que equiparar. Pero celebro un montón de cosas, que pensemos más a la hora de decir algo al micrófono, porque antes no había este nivel de conciencia. Me encanta haber nacido en esta época y ver que mi hija lo vive con una naturalidad hermosa. Estoy totalmente alineada con la diversidad, me parece lo más saludable del mundo.
–¿Cómo ves el futuro del país a la luz de los últimos resultados electorales?
–Tengo muchas esperanzas en lo que viene, soy optimista de esta nueva etapa que se abre. Para que un país funcione hay que cuidar la industria, hay que tener mucho laburo, y no me gusta la precarización laboral ni la acumulación de riqueza en pocas manos. Nadie puede tener hambre en la Argentina, tenemos todo para que nos vaya perfecto. A la vez me emociona un montón lo que está pasando y aplaudo un traspaso democrático de manera ordenada.
–¿Cómo te manejás con el dinero?
–Me interesa ganar bien para no pensar en el dinero, que no sea una preocupación. Pero no me interesa, por ejemplo, tener un auto de alta gama. Me gusta la practicidad, llegar a cualquier lado y estacionar en la calle. Algunos lujos como viajar en primera, por ejemplo, están buenísimos, pero no me pasa nada si no lo hago. Fui criada en la clase media, me adapto a todo.
–¿Un sueño que todavía te gustaría cumplir?
–Cumplí muchos sueños, pero me gustaría en algún momento escribir una buena comedia, llevarla al cine, o hacer una serie, y si la puedo actuar también.
–¿En qué creés?
–Creo que los seres humanos deberíamos creer más en nosotros en vez de adorar algo fuera. Creer en uno mismo y en el propio potencial.
–¿De qué cosas estás segura?
–De que nos vamos a morir, esa es la única certeza que tenemos. Y el amor por mis hijos, el único vínculo que es realmente eterno. Los hijos marcan mucho el camino en la vida de una persona, son el amor más grande, un amor que lo supera a todo.
Cosa de Minas
De Dalia Gutmann
Viernes 15 y sábado 16 de noviembre, a las 20.30. En el teatro Ópera Orbis, Corrientes 860. Entrada, de 500 a 1200 pesos.
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