Cyrano de Bergerac o el mecanismo de relojería de una cajita musical
El clásico de Rostand llega en versión para chicos al Teatro Cervantes, adaptado por Emiliano Dionisi, que además sigue dirigiendo Los monstruos en el Picadero; Hugo Midón, su gran maestro
"El musical me conmueve por la relojería que se precisa para que todos los lenguajes convivan y potencien la historia." Emiliano Dionisi desarrolla un concepto del teatro musical que se aparta un tanto de la corriente más generalizada.
La música es para él "ritmo para las palabras". Las canciones sólo aparecen cuando cree que pueden dar un aporte diferencial al acontecimiento teatral. Así, en Los monstruos, la obra con la que ganó el Hugo de Oro y otra media docena de premios al teatro musical, no hay obertura, la primera canción entra a los quince minutos y no termina con un tema cantado. Y en Cyrano de más acá, que se representa para los chicos en el Teatro Cervantes, no hay más que dos canciones, a pesar de que lo define como musical. "Intento que la estructura del género musical no me gane", dice el joven director.
"Hay algo de esa minuciosidad que tiene que tener el musical en cuanto a la técnica y al armado muy preciso de las cosas que a mí como espectador me conmueve." Subraya la relación entre el momento de la representación ante el público y el trabajo de ensayo que hay detrás: "Cuando veo algo que está excesivamente ensayado me encanta, me vuelvo loco. Es casi como cuando ves a un deportista hacer una jugada espectacular, un golazo. Tiene hecho vivo, pero atrás hay muchísimo entrenamiento. Cuando se junta ese mundo del entrenamiento, de lo preciso y de lo técnico con el hecho vivo, ahí es donde siento más emoción. Y el mundo del teatro musical tiene mucho de eso".
Pero aplica ese mundo según una fórmula propia, que se aparta un tanto del mainstream del género. "Si uno se dejara llevar por el entusiasmo, Cyrano podría tener nueve canciones, pero tiene dos. Tiene mucha música, pero canciones sólo las que yo creo que necesita." Con Martín Rodríguez, el compositor tanto de Cyrano... como de Los monstruos, busca para sus obras los momentos precisos en que una canción puede potenciar la escena. "Pero si es igual de efectivo o más potente sin la canción, uno tiene que responder al espectáculo y no incluir ahí un tema musical. Utilizo lenguajes del musical, pero los pongo en pos de la historia y del acontecimiento. Intento ser muy sincero con el material que tengo y con la experiencia que quiero provocar. Hay otras fórmulas que funcionan, que están buenísimas, y hay espectáculos a los que les van perfecto."
Dionisi, evidentemente, prefiere optar por su fórmula. Por primera vez la encuentra ahora también aplicable a un texto que no es propio. Está ensayando Un puente de agua azul, una obra de Fernando Albinarrate, el autor de Ni con perros ni con chicos, a estrenar en septiembre en el teatro 25 de Mayo.
¿Cómo es entonces un musical a la Dionisi? "Si bien me gusta jugar un poco con las reglas -no creo que lo que haga sea estrictamente teatro musical-, sí uso sus lenguajes y hay algo de ese engranaje preciso que me gusta mucho como ritmo, como ritmo sonoro, como ritmo para las palabras y como estructura para contar una historia. Con la música hay algo que te lleva casi de las narices, funciona sobre el inconsciente. Las palabras pueden entrar más al consciente, la poesía intenta equilibrarlo, la música te va al imaginario directo, no pide permiso."
En el caso de Los monstruos, que va por su tercera temporada en el teatro El Picadero, supone que logró derribar algunas barreras del género. "Me parece que al público del teatro musical lo cautivó por su intensidad dramática y que la gente más purista del teatro, como soy yo también, sintió que el género ayudaba a ese drama, que no lo entorpecía. Tenemos un público muy amplio. Gente muy del teatro que te dice que es la primera vez que ve un musical. O gente del ámbito del musical que te dice que nunca vivió algo así. Es esa cosa transversal que logró: pensar el espectáculo como un hecho específico, más allá de sus ingredientes, que logró potenciar cada uno de esos elementos para potenciar un hecho teatral."
Dionisi es uno de los pocos directores que se mueven con comodidad entre el teatro para chicos y para adultos, en forma casi paralela. Cyrano de más acá es su tercera obra para chicos, después de otras dos incursiones que partían de piezas del repertorio clásico: Romeo y Julieta de bolsillo y La comedia de los herrores. "De chico, mis padres me llevaban mucho al teatro. Soy el menor de tres hermanos, no había con quién dejarme a la noche, entonces iban a ver algo y me llevaban con ellos. Vi espectáculos para adultos desde muy chico. Mi relación con el teatro tiene mucho que ver con saltar de ir a la tarde a ver algo para pibes con mis viejos a ir a la noche a acompañarlos a ver algo para ellos."
Entre las obras que recuerda que lo marcaron en las salidas nocturnas con sus padres está la versión de El diario de Adán y Eva protagonizada por Blanca Oteiza y Miguel Ángel Solá, casualmente basada en Mark Twain, también un autor que transitó la escritura para lectores de edades diversas. Y de las tardes de fin de semana de su infancia rescata las puestas de clásicos de Shakespeare -¿otra coincidencia?- que ponía en escena Claudio Hochman en el Teatro San Martín. "Y las de Hugo Midón, por supuesto, que fue un gran maestro mío."
"Había algo en esas propuestas que me encantaba: sentía que mis viejos no me hacían la gamba, en el sentido de «bueno, lo llevamos...», sino que era un espacio que yo compartía con ellos, que a ellos ese tipo de espectáculos los convocaba también. Entonces intento replicar esa situación. No hacer un espectáculo para chicos con guiños para adultos. Ni uno para adultos que puedan ver chicos, sino que sea una experiencia más horizontal y que realmente convoque a toda la familia desde lo emotivo. No ser simplemente una excusa, sino un lugar de encuentro entre los mismos espectadores. La base del trabajo para mí siempre es el disfrute. Soy el primer espectador del material, entonces la quiero pasar bien. Creo profundamente en el entretenimiento. Y al mismo tiempo creo que la emotividad puede ser muy entretenida, porque ahí la experiencia se vuelve profunda y transformadora."
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