Cuentos que es mejor no leer antes de dormir
A raíz del Día del Niño, la verdad sobre varios clásicos infantiles
Había una vez… versiones bastante truculentas de cuentos como La Bella Durmiente, El Príncipe Sapo, y Hansel y Gretel. El tiempo y autores como Charles Perrault y los hermanos Grimm fueron suavizando las versiones originales de los cuentos clásicos que hoy se relatan a los chicos, que en su momento incluyeron asesinatos, sexo, violencia (canibalismo incluido) y demás detalles de crueldad inconcebible en nuestros días.
Incluso Caperucita Roja ya no es lo que era: la historia que surgió en el sur de Francia, en la Edad Media, contaba que la chica que atraviesa el bosque para visitar a su abuela al llegar a destino, engañada por el lobo, comía la carne y bebía la sangre de la anciana.
Charles Perrault escuchó la historia de la niñera de su hijo, y en 1697 la recreó en su libro Cuentos de antaño. Expurgó la escena de canibalismo, pero conservó su carácter de advertencia sobre los peligros de la sexualidad: al final del cuento, Caperucita se desvestía y se metía en la cama con la fiera disfrazada de abuela, que finalmente la devoraba.
La moraleja decía: "Aquí vemos que la adolescencia,/ en especial las señoritas, bien hechas, amables y bonitas/ no deben a cualquiera oír con complacencia,/ y no resulta causa de extrañeza/ ver que muchas del lobo son la presa./ Y digo el lobo, pues bajo su envoltura/ no todos son de igual calaña:/ Los hay con no poca maña,/ silenciosos, sin odio ni amargura/ que en secreto, pacientes, con dulzura/ van a la siga de las damiselas/ hasta las casas y en las callejuelas;/ más, bien sabemos que los zalameros/ entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros".
La versión de Perrault no incluía el milagroso rescate de Caperucita por un leñador, que fue incorporado sólo en 1812 por los hermanos Grimm.
Lejos de Disney
En el mismo libro, Perrault incluyó La Bella Durmiente, bastante alejada de la versión llevada a la pantalla por Walt Disney. Después del casamiento entre el príncipe y la muchacha que había dormido durante cien años, la historia seguía: los enamorados tenían dos hijos y regresaban al palacio de los padres del príncipe. A la muerte de su padre, el joven era coronado como rey.
Todo bien pero, mientras el flamante monarca se ausentaba por una guerra, su madre, una ogresa, le encargaba al mayordomo que le cocinara a sus nietos para la cena. El sirviente recurría a una estratagema para salvar a los chicos, pero la perversa mujer, indignada por la desobediencia, ordenaba a sus verdugos instalar en el patio una gran cuba llena de sapos y serpientes donde debían ser arrojados la Bella Durmiente, sus hijos, el mayordomo y su mujer. En el momento culminante el oportuno regreso del rey impedía la ejecución, y la ogresa se tiraba de cabeza en la cuba, en la que los reptiles no le dieron la bienvenida, precisamente.
Del beso, ni noticias
En el mismo tren lleno de impensados detalles escabrosos es célebre la historia de El Príncipe Sapo, donde una doncella, con un beso, desbarataba el perverso hechizo que había convertido a un lindo príncipe en un horrible batracio. En su versión original, el animal ayudaba a la chica a recobrar una pelota de oro que se le había caído en una fuente y, a cambio, recibía la promesa de que comería en el plato de la princesa, bebería de su vaso y dormiría en su cama. Recuperada la pelota, la chica intentaba rehuir el compromiso, pero luego se esforzaba por asumirlo, hasta que, saturada por las exigencias del anfibio, lo estrellaba contra la pared, impacto que daba lugar a la mágica transformación. Del beso, ni noticias.
En tanto, en Hansel y Gretel los padres, impulsados por la miseria, abandonaban a sus hijos en el bosque para no tener que alimentarlos y los chicos se topaban con una bruja caníbal. En Barbazul –basado en la historia real de Gilles de Rais–, la protagonista se casaba con un asesino serial que mataba a sus mujeres. Y en Piel de Asno, una joven escapaba del acoso de su padre, decidido a casarse con ella.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado… Eso sí, no dan muchas ganas de irse a dormir.
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