La noche del 11 de febrero de 1987, cuando Gustavo Cerati, Zeta Bosio, Charly Alberti y el Zorrito Von Quintiero salieron de las habitaciones del Hotel O’Higgins de Viña del Mar, en el pasillo los esperaban un grupo de periodistas que no querían perderse ni un solo instante de la visita de Soda Stereo a Chile. La escena parecía una remake de bajo calibre de Eight Days a Week, el documental que registra el estallido de la beatlemanía en Estados Unidos, con los músicos lookeados con el pelo batido, muñequeras de cuero y cadenas de plata con medallones colgando sobre las camisas brillosas de seda. La llegada de Soda Stereo al aeropuerto, durante la madrugada del día anterior, había sido un caos organizativo, con fans infiltrándose en la zona de arribo de pasajeros, los músicos intentando escapar del asedio de la prensa, la policía custodiando el traslado hasta el hotel y más de mil personas aguardando la llegada del grupo, abarrotadas en la puerta.
Sin embargo, esa noche calurosa de verano en Viña, Gustavo parecía estar de buen humor y, mientras fumaba rumbo al ascensor, bromeaba con su sobretodo negro: amenazaba con tapar el lente de las cámaras que lo perseguían intentando tomar su rostro en primer plano y hacía muecas como si estuviera mirándose frente a un espejo. Charly y Zeta lo escoltaban entre risas y por momentos corrían para eludir a las fans adolescentes que habían logrado burlarse de la seguridad del hotel para conseguir un autógrafo.
En el anfiteatro de la Quinta Vergara los esperaban 15.000 personas dispuestas a bailar con cada canción, paradas en los asientos, en medio de un griterío colectivo que por momentos se tornaría ensordecedor. "Parecía una especie de sueño ver a tanta gente colocada en las gradas de forma vertical", dijo Cerati al día siguiente en una entrevista televisiva. "Y te puedo asegurar que te agarra un poco de miedo cuando ves todo eso." La sodamanía había alcanzado su pico máximo en Chile y el acoso de los seguidores y la prensa generaba que durante la estadía en Viña los músicos tuvieran que pasar la mayor parte del tiempo encerrados en sus habitaciones, mirando películas o jugando a las cartas.
En los diarios, en las radios y en los programas de televisión -a toda hora- se hablaba de Soda Stereo, el grupo de rock argentino de raros peinados nuevos que había despertado un encanto sin precedente entre los jóvenes de un país que, en plena dictadura militar de Augusto Pinochet, se escandalizaba por cualquier cosa que se saliera de lo establecido.
Esa misma noche, unas horas después de haber recibido la Antorcha de Plata -el premio que otorga la organización a pedido del público en el final de un concierto transmitido en vivo hacia todo el continente y Europa-, todavía bajo la sensación de éxtasis que producen las presentaciones consagratorias, Cerati, Zeta, Charly y el Zorrito buscaban un poco de diversión en el comedor del hotel e improvisaban un show para pocas personas, en el que por momentos Gustavo se hacía cargo de la batería. La conquista de Latinoamérica era posible.
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Un año antes de la presentación en Viña del Mar, el éxito de ventas de Nada personal y la consagración como banda del año en las encuestas de las revistas Pelo y Rock & Pop a finales de 1985 proyectaban a Soda Stereo en búsqueda de un horizonte internacional. Mientras la convocatoria en vivo crecía a ritmo acelerado y el grupo iniciaba un despegue vertiginoso que lo posicionaría entre Charly García y Virus como número central en los festivales de La Falda y Chateau Rock, en las oficinas de Ohanian Producciones se delineaba un plan estratégico de promoción para conquistar el continente con un disco que corroboraba la madurez de la banda.
Nada personal confirmaba el éxito del primer trabajo y representaba un salto cualitativo y técnico. Las letras de Cerati habían madurado sobre bases rítmicas de canciones bailables. Durante la grabación, el grupo se había propuesto conseguir un sonido similar al de Big Country y otras bandas británicas new wave de la época. Y para lograrlo, instalaron en el estudio Moebio un equipamiento similar al que montaban en los shows. Probaron secuenciadores y sumaron en teclados a Fabián Von Quintiero, que enseguida adoptó el look vampiro glam de Soda y, a pesar de la resistencia de Charly y Zeta, empezó a ser considerado el cuarto integrante.
El verano de 1986, de la mano de los turistas mendocinos y los DJ chilenos que viajaban a Argentina, las canciones de Soda Stereo comenzaron a sonar en los boliches y paradores costeros del otro lado de la cordillera. Y la filial de CBS decidió editar los dos discos que la banda tenía hasta el momento.
En abril, las presentaciones en el estadio Obras Sanitarias, cuatro conciertos sold out en tres días, en las que convocaron a más de 16.000 personas, confirmaron el gran momento del grupo. En tres años, a fuerza de un ritmo intenso de shows por todo el país, Soda Stereo había dejado atrás los pubs y discotecas para convertirse en una banda de estadios. Alberto Ohanian, dueño de la agencia que representaba a Soda, pensaba que el Festival de Viña del Mar podía ser la puerta de entrada que los llevaría a triunfar en Latinoamérica, y diseñó un plan estratégico de promoción [hasta ese momento algo inédito para un grupo de rock en español], que consistía en filmar el videoclip de "Cuando pase el temblor", una canción de lenguaje pop y raíz folclórica que les permitiría un crossover regional, y viajar a Chile para realizar solo una serie de entrevistas en televisión.
El primer desembarco de Soda en Santiago se produjo en mayo de 1986, y el look dark de los músicos [vestidos con tapados negros, pelos parados con jabón y limón, y maquillaje pálido], el mismo con el que se presentaban en los shows, enseguida captó la atención de la prensa. En aquel momento, "Nada personal" se había convertido en un hit radial también en Chile y era la prueba fehaciente de que una banda de rock en español podía sonar tan ajustada como los grupos estadounidenses o británicos que llegaban a esa parte del continente.
"Llegamos a Chile por la noche y como había toque de queda nos fuimos a cenar al hotel", dice ahora desde Santiago Oscar Sayavedra, ex manager y socio de Ohanian. "Al día siguiente fuimos al programa Martes 13 y, como el canal era de la iglesia católica, la producción nos pidió que cambiáramos parte de la letra de ‘Juegos de seducción’, en la que Gustavo cantaba «quiero ser tu violador», y recuerdo que todos dijimos que sí. Pero como el programa se emitía en vivo, hicimos la gran Rolling Stones en Ed Sullivan Show y Gustavo cantó la letra original."
El pequeño fenómeno que comenzó a gestarse hizo que con el apoyo de CBS las canciones de Soda Stereo empezaran a rotar en las radios chilenas. Durante cinco días, bajo un estado de insomnio alterado por el consumo de sustancias ["Una vida de locura", según confesaría tiempo después Zeta], por las noches asistían a fiestas privadas y por la mañana realizaban jornadas maratónicas de entrevistas. "Hablábamos, hablábamos, hablábamos", le contó Cerati a Rolling Stone en julio de 1999. "Estaban alucinados con nuestros peinados, nuestro maquillaje. Hoy Santiago ha crecido de una manera enloquecedora, pero en ese momento era como un pueblo y todavía Pinochet estaba en el poder. Los pibes querían una música distinta; era una necesidad latente. Estaban surgiendo ya algunos grupos, como Los Prisioneros, que nos miraban con simpatía, y lo nuestro desencadenó todo."
A mediados de 1986, Soda Stereo era la banda de rock más popular en todo Chile. Y todavía no habían realizado un concierto en ese país.
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Las presentaciones en Obras, la gira promocional por Chile y la serie de shows por distintas ciudades de Argentina que brindaron al regreso ocasionaron que en junio de 1986, mientras se jugaba el Mundial de Fútbol, Cerati, Zeta, Charly y el Zorrito decidieran tomarse unos días de descanso en Europa y en Estados Unidos. Querían desconectarse del ascenso vertiginoso que venían teniendo desde la salida del primer álbum y Cerati tenía el deseo de conocer Londres. Al regreso los esperaba el segundo tramo de la gira nacional de Nada personal y la composición de un nuevo disco. Durante 25 días recorrieron España, Francia, Inglaterra y Miami a bordo de un auto alquilado, y vieron los shows de grupos como Level 42, Simple Minds y The Cure. Conocieron los estudios Abbey Road y compraron instrumentos y ropa en distintas ferias: zapatos plataforma tipo rockabilly, capas y botas de punta fina.
"El viaje a Europa nos benefició mucho a todo nivel", escribió Zeta en su biografía Yo conozco ese lugar. "Volvimos completamente cambiados de mente, espíritu e imagen. Partimos de Argentina vestidos como vampiros y regresamos mucho mejor lookeados, aunque lo más interesante funcionó en lo personal: fue uno de los viajes más divertidos de mi vida y uno de los momentos en los que mejor estuvimos con Charly y con Gustavo." Zeta sintió que el conflicto que se había originado con Gustavo por la firma de las canciones había quedado en el olvido. "Volvíamos a ser tres chicos que solo buscaban hacer música y divertirse."
Cuando llegaron a Buenos Aires, la estética dark de los orígenes mutó en una imagen más luminosa y resplandeciente. Cambiaron los tapados largos y oscuros por camperas rocker coloridas. Al mismo tiempo, el contacto que habían tenido en Inglaterra con bandas nuevas despertó el deseo de desarrollar un sonido mucho más moderno, pero que remitiera a una base acústica de las bandas de los 70.
Para la preproducción del tercer disco alquilaron una vieja casona en Belgrano y montaron una sala de ensayo. De lunes a jueves se encerraban en largas jornadas de composición y los fines de semana realizaban shows en discotecas. Mientras tanto Ohanian recorría las oficinas de las filiales de CBS en Latinoamérica con recortes de prensa y un video de la presentación de Nada personal en Obras. "Yo iba preparado a encarar una lucha contra una mentalidad, y sabiendo que había que sacrificar muchas cosas en pos de un resultado", contó Ohanian en Soda Stereo, la biografía. "Como era la primera vez que se encontraban con un grupo argentino, costó que entendieran de qué se trataba todo, pero lo importante fue que las gestiones ya se habían iniciado, la gira promocional era posible, y la respuesta fue inesperadamente buena en Colombia, donde la principal FM (88.9) pasó por primera vez un tema de rock en castellano, ‘Sobredosis de TV’, y se acordaron shows futuros."
Antes de entrar a grabar nuevas canciones en los Estudios Moebio, Soda Stereo ya tenía vendida una serie de presentaciones por casi toda Latinoamérica, y eso generaba una presión extra en Gustavo a la hora de componer. La relación con el Zorrito, que manifestaba su deseo de ser reconocido oficialmente como el cuarto integrante y un mejor porcentaje en el reparto de las ganancias, atravesaba un momento turbulento.
Llegaron a la grabación con muchas horas de ensayo y la idea de hacer un disco despojado de la maquinaria pop que habían utilizado en los dos álbumes anteriores. Zeta buscó un sonido más distorsionado y grabó las bases con un bajo Philip Kubicki Ex Factor, que había comprado en Nueva York. Alquilaron un Hammond y un Emulator II, que se complementaban con los samplers. En aquella época las salidas nocturnas, las fiestas del jet set y el consumo de sustancias se habían convertido en un ritual perturbador.
"Durante la grabación de Signos sufrimos por momentos de caos tecnológico", confesó Zeta. "Creíamos escuchar sonidos fantasma interviniendo en la música, pero no podíamos encontrar su origen. Seguramente se trataba de nuestro estado narcótico y todo eso existía únicamente en nuestra cabeza."
El plan de gira pautado por Ohanian ocasionó que trabajaran en el estudio casi sin descanso. Después de varios días de encierro, Cerati, que no atravesaba un buen momento personal, decidió buscar inspiración en su departamento. Y en una noche de insomnio, mientras escuchaba la música de los temas en un casete, escribió de corrido las letras de casi todas las canciones. Esa madrugada, cuando Richard Coleman pasó a visitarlo, Cerati lucía agotado y el piso de todos los ambientes de su casa estaban cubierto de hojas arrancadas de cuadernos en los que había bocetado algunas letras.
En 1999, Cerati confesó a RS: "Durante Signos estábamos muy nerviosos por lo que pasaba alrededor nuestro. Era ese momento del auge de la cocaína en los 80 y recuerdo que un día me levanté muy angustiado y me fui derecho a un hospital pensando que me moría. Le dejé como 100 mangos al taxista; no me importaba nada. Bajé, me metí en la guardia, pateé a un epiléptico -un pobre pibe que estaba antes que yo- y le dije al doctor: «Por favor, atendeme», en un estado de deformidad drogada, pero al mismo tiempo con una angustia de vida que hasta entonces no había sentido nunca". Esa noche Gustavo terminó en los brazos de la madre, Lilian Clark, recostado en la bañera de su casa, tratando de calmarse. "Entonces me quedó muy grabado el peligro de lanzarse tanto, porque no era solamente la situación de la droga, la sensación de que el corazón se te salía, sino además la terrible presión de hacer ese disco, de pensar que eso era terriblemente importante, cuando no tenía por qué ser así."
En la interna del grupo, Cerati se sentía cada vez más solo y le pesaba que casi toda la responsabilidad de la composición recayera sobre él. "A medida que aumenta el éxito también es mayor el compromiso con lo que hago hacia afuera", dijo en una entrevista. Al mismo tiempo, Zeta y Charly afianzaban su amistad. "Mi vínculo con Charly se hizo más fuerte durante el proceso de Signos", contó Zeta. "Seguramente influenciado por esa brecha que se había creado a partir de la situación por los derechos de autor."
Los problemas técnicos en el estudio retrasaron unos días la gira pautada por Sudamérica. Finalmente Signos se editó el 10 de noviembre de 1986 y el resultado fue un álbum de sonido más rockero, artesanal y directo que los dos antecesores. El álbum reflejaba cierta atmósfera dark en la que vivía Gustavo aquellos días.
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Cuatro días después de haber finalizado las sesiones de grabación de Signos, el 3 de noviembre de 1986, Soda Stereo partió del aeropuerto de Ezeiza con una agenda cargada de shows. Cerati tenía una gran incertidumbre con lo que podría pasar en algunos países, pero al mismo tiempo pensaba que necesitaban oxigenarse más allá de las fronteras de Argentina. Era como empezar otra vez de cero en nuevos territorios.
Luego de una escala en Caracas aterrizaron en Bogotá, Colombia. Soda Stereo era la primera banda extranjera de rock que visitaba el país y, para sorpresa de todos, ya tenía un grupo pequeño de fans que los esperaba en el aeropuerto. Dos días después, el 6 de noviembre, alrededor de mil personas vieron el debut de la banda en la discoteca Keops Club, y dos días más tarde fueron 6.000 los jóvenes que se acercaron al Pabellón C de la Feria Internacional, en una fecha compartida con el grupo pop local Compañía Ilimitada. A la mañana siguiente salieron rumbo a Medellín y por la noche actuaron bajo una intensa lluvia ante 3.500 personas que colmaron la Plaza de Toros La Macarena. La filial local de CBS editó un disco que compilaba las mejores canciones de los dos primeros álbumes de Soda Stereo, y en apenas dos semanas se agotaron todas las copias. La gira continuó con una breve parada de promoción en Ecuador, para luego desembarcar el martes 11 en Lima, Perú. Después de una entrevista en la terraza de Radio Panamericana, en la que debido a la enorme convocatoria de fans la policía tuvo que cortar la calle, recorrieron 1.200 kilómetros para llegar a Arequipa, donde durante el primer show les arrojaron anillos, remeras y corpiños.
A la mañana siguiente regresaron a Lima, y más de 50 periodistas participaron de la conferencia de prensa que el grupo armó a modo de promoción de los tres shows programados en el Coliseo Amauta, algo así como una plaza de toros techada. Las presentaciones fueron un éxito: reunieron en total a más de 40.000 fans que por momentos gritaron: "¡Abajo Alan García, Gustavo presidente!". Y la prensa peruana se rindió a los pies de Soda.
La última etapa de la primera parte de la gira continuó en Chile, donde la sodamanía alcanzó el pico máximo. El traslado de los músicos desde el aeropuerto de Santiago hasta el hotel Crowne Plaza se produjo en medio de una caravana de autos que los acompañó hasta la puerta del hotel. Y todos los canales de televisión hablaban de la llegada de Soda Stereo al país y el fenómeno que se había producido con los adolescentes, que agotaban todos los diarios y revistas referidas al grupo.
"La parte de Chile fue una locura", dice Oscar Sayavedra. "Fue como una beatlemanía, no podíamos salir a la calle."
Por momentos el acoso de las seguidoras se hacía insostenible. Salían de los conductos de ventilación del hotel, se disfrazaban de mucamas para entrar a las habitaciones de los músicos o directamente intentaban ingresar a la fuerza, empujando al personal de vigilancia. "Era todo una gran diversión", recuerda Sayavedra. "Lo que pasaba con Soda y las mujeres era algo más comparable a lo que generaba Luis Miguel que grupos de rock. Era una invasión de miles de adolescentes en los hoteles. Del primero, en Chile, nos echaron porque las fans rompieron hasta las flores."
En las cuatro presentaciones sold out que dieron en el Estadio Chile y en la del gimnasio de Fortín Prat, Valparaíso, se sumó a la banda el músico chileno Sebastián Piga, de la banda Upa!, que tocó el saxofón en "Estoy azulado". Y en un momento de la segunda noche, Gustavo le dijo al público: "El régimen se acabó". Antes de regresar a Buenos Aires hicieron una última parada de promoción en Venezuela. Y en el vuelo que los traía a la Argentina se encontraron con los integrantes de Zas y Los Abuelos de la Nada, que venían también de realizar algunas presentaciones por Latinoamérica sin alcanzar el nivel de repercusión que había logrado Soda Stereo.
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Cuando Gustavo, Zeta y Charly pusieron un pie en Buenos Aires, fueron recibidos con la noticia de que Signos se había convertido en Disco de Platino. Ohanian suspendió una gira de promoción por España y, después de unos días de descanso y varios conciertos en Uruguay y en el Festival Rock in Bali, cruzaron la cordillera para presentarse en el XXVIII Festival Internacional de la Canción de Viña del Mar. Si bien para Ohanian esos shows representaban la posibilidad de llegar a través de la televisión a todo el continente, para los músicos la apuesta de tocar en un festival con mayoría de artistas melódicos significaba un riesgo. Pero el antecedente de la presentación de The Police en 1982 terminó de convencerlos.
Durante las dos noches, cada vez que Gustavo se detuvo a anunciar una canción, el público respondió con un grito ensordecedor. Esas presentaciones que terminaron con las 15.000 personas presentes en la Quinta Vergara aplaudiendo de pie sobre los últimos acordes de "Nada personal" y fueron televisadas en vivo hacia todo el continente, consagraron a Soda Stereo como la banda más importante de rock en español. Sin embargo, mientras el diario chileno Las Últimas Noticias tituló: "Soda hizo estremecer al monstruo", en Argentina la prensa especializada criticó al grupo por haber formado parte del festival, mientras afuera del auditorio la policía chilena reprimía a un grupo de manifestantes. Y Cerati no tardó en declarar. "Sin duda que yo no estoy de acuerdo con lo que pasa políticamente en Chile."
"Luego de esos conciertos en Viña, Soda se convirtió en un grupo verdaderamente internacional", dice desde Ecuador el tecladista Daniel Sais, que se unió a Soda después del festival como reemplazante del Zorrito.
En marzo de 1987, Gustavo aprovechó un descanso del primer tramo de la gira para volver a Buenos Aires y casarse en secreto con la bailarina Belén Edwards. Mientras tanto el resto de la banda planificaba la grabación de un disco en vivo para la segunda parte del tour que encararían luego de la presentación de Signos en Obras y una gira por el norte.
Tres meses más tarde, el tour continuó en Perú [nuevamente], Bolivia, Ecuador, Perú, Colombia y Venezuela. Las canciones en vivo habían tomado otro vuelo y Soda estaba en el momento justo para registrarlas en un disco. Adrián Taverna grabó los shows en un estudio móvil de 16 canales, con cinta de media pulgada, que tenía el tamaño de un lavarropas.
"El nivel de precariedad técnico con el que grabamos Ruido blanco era tan grande que, al final de un concierto en Venezuela, Taverna vino al camarín y nos avisó que la grabación había fallado", recuerda Sais. "A lo que Gustavo respondió: «No hay problema, toquemos otra vez». Y con el lugar casi vacío, salimos a tocar de nuevo. Hoy cualquier banda tributo a Soda tiene mejores equipos que los que teníamos nosotros en aquel momento." Cerati viajaba con su histórica guitarra eléctrica Jackson Soloist SL1 azul y una acústica de cuerdas de nylon que utilizaba sólo en "Signos". Zeta salía con un solo bajo, el Philip Kubicki Ex Factor, y una acústica con cuerdas de acero que utilizaba para hacer las bases en "Cuando pase el temblor" y "Signos", mientras Daniel Sais hacía los bajos con el teclado. Y Charly llevaba una batería electrónica Roland DDR 30 plateada.
Tenían canciones geniales, "himnos rockeros de estadios", el talento inconmensurable y el carisma de Cerati, la complicidad y la gran capacidad como estratega de Zeta, la prestancia de Charly [la imagen de un grupo que parecía adelantado a la época], el apoyo de una compañía discográfica multinacional que comenzaba a vislumbrar el gran negocio que podría generar el rock en español, una agencia de representación que estaba en todos los detalles y un contexto político-social que en la primavera democrática latinoamericana comenzaba a soplar a favor de los jóvenes que querían divertirse. Por todas esas cosas, Soda Stereo parecía estar condenado al éxito.
Sin embargo, penetrar en el mercado de Venezuela o México, en un comienzo, les demandaría un trabajo extra que recién podrían consolidar al año siguiente con la salida de Doble vida. "Hay que aclarar que una mitad de la gira de Signos fue comprada por empresarios y la otra fue financiada por el grupo", explica Sais. "Era época de siembra."
Por aquellos años Ohanian reveló la estrategia implementada para posicionar al grupo en Centroamérica: "Hay que formar un pool entre el empresario de turno, un canal de televisión, un programa de radio y la disquera local".
La irrupción de Soda en el continente sobre el final de la década abrió la posibilidad de que los sellos discográficos y las radios, que solo pasaban canciones de rock en inglés, apostaran por las nuevas bandas que estaban surgiendo en cada país.
En septiembre, el grupo se detuvo a mezclar en los estudios Blue Wave, de Barbados, las canciones que integrarían el disco en vivo Ruido blanco, y dos meses más tarde inició la segunda gran gira por Latinoamérica. "Teníamos muy pocos momentos para relajarnos", cuenta Sais. "Alguna vez Gustavo dijo que los 80 eran una época de mal humor, y eso en Soda se notaba mucho. No éramos una banda divertida en la que nos juntábamos con amigos y la pasábamos genial. Eramos un grupo muy profesional, serio, con mucho mal humor. Creo que el nivel de exigencia, el estrés, esa cosa de no saber qué estaba sucediendo y tener que hacerse cargo de todo, a Gustavo lo cansaba mucho y lo enojaba."
En diciembre de 1987, antes del último concierto de la gira en el Estadio Bonanza, de Costa Rica, Cerati se reunió con Zeta y Charly en el lobby del hotel y les manifestó por primera vez su deseo de abandonar la banda. De regreso a Buenos Aires los esperaba una serie de presentaciones en la Costa Atlántica y debían componer las canciones del sucesor de Signos, como exigía el contrato con CBS.
Pero después de ese show, el trío mantuvo una larga charla en la que Zeta y Charly lograron convencer a Cerati de seguir adelante a cambio de aceptar su pedido de frenar el ritmo alocado de vida en el que se habían sumergido. Al finalizar el año, Soda Stereo había sido visto por 150.000 personas en un total de 22 shows en 17 ciudades [algunas en toque de queda o bajo amenazas de un apagón de Sendero Luminoso] de 7 países.
"Me acuerdo que antes de entrar a grabar Doble vida, Gustavo estaba enojado porque teníamos que parar la gira para componer", dice Sais. "Y eso no era algo que le provocaba una felicidad tremenda, sino mucho estrés porque él sabía que el 95 por ciento del trabajo iba a pasar por sus manos".
Soda Stereo se había convertido en un grupo de gira que consumía los días entre aviones, shows y hoteles, y eso en la interna del grupo comenzaba a tornarse asfixiante.
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