Cuando Francella deja de ser Francella
El protagonista de El Clan dejó atrás su faceta de cómico y triunfa como actor dramático en el cine y en la televisión
Durante todo el fin de semana hubo larguísimas filas para ver El Clan, la nueva película de Pablo Trapero, basada en uno de los casos policiales más recordados de la historia argentina: el del clan Puccio. Tal fue el interés que despertó esta película, que obtuvo un récord de 505 mil espectadores hasta el primer fin de semana después de su estreno, superando la marca de Relatos Salvajes, el film de Damián Szifrón que el año pasado se convirtió en un fenómeno y que llegó hasta los premios Oscar.
El argumento en sí atrapa, sobre todo para aquellos que siguieron el caso cuando fue noticia, allá por 1985: un grupo de delincuentes que secuestró y mató en los comienzos de los 80, liderado por Arquímedes Puccio, un padre de familia de San Isidro que arrastró a dos de sus hijos a ser cómplices de los crímenes. Pero hay un condimento extra, muy atractivo para los amantes del cine argentino: ver nuevamente a Guillermo Francella transformarse por completo.
Su nombre es una marca: cuando se dice Francella, así, a secas, normalmente se evoca un señor de bigotes y ojos muy claros que hizo reír a toda una generación a carcajadas con sus mohines, gestitos y picardías. Tan característico es su quehacer que marcó un género. El humor de Francella tiene sus códigos, sus remates, su manera de hacerse. Entra en una tipología del humor argentino. Cuando se dice Francella, a secas, se puede enumerar: Los Benvenuto, Brigada cola, Naranja y media, Casados con hijos, Poné a Francella, en televisión; Un argentino en Nueva York, Papá es un ídolo, Papá se volvió loco, la saga Bañeros, en cine; Los Productores, El joven Frankenstein, Los reyes de la risa, Dos pícaros sinvergüenzas, en teatro.
Como un Jim Carrey argentino, a este actor le costó mucho salirse de la zona de confort. Con su personaje ya configurado podía seguir y seguir generando éxitos, fenómenos taquilleros y cautivando a su ya cautivo público de años. Pero se animó a más.
Pablo Sandoval: la bisagra
Hay un antes y un después en la carrera de Guillermo Francella (así, con todas las letras) y es El secreto de sus ojos. No fueron pocos los que al terminar la película se preguntaron por Francella. Era difícil, muy difícil reconocerlo convertido en ese hombrecito lleno de grises, con cierto grado de orgulloso patetismo, con zonas oscuras y una función clave, heróica y tremendamente dramática para la historia que le valió al cine nacional su segundo Oscar. "Guillermo es uno de los más grandes comediantes que puede haber. Yo quedé chocho en El secreto de sus ojos con su trabajo, con su personalidad como actor y como compañero", dijo Juan José Campanella a LA NACION por entonces. Fue un volantazo para su perfil como actor.
Hugo Bermúdez: la prueba de fuego
Tras el éxito de El secreto de sus ojos, Campanella, que ya se había probado con éxito como director de series en los Estados Unidos, quiso hacer televisión en la Argentina. Ideó El hombre de tu vida y decidió sin rodeos que el protagonista sería Guillermo Francella. Tras probar el drama, ahora el actor se veía en el aprieto de volver a la comedia romántica, al humor, pero desde otro ángulo, despojándose de lugares comunes para concentrarse en una interpretación poderosa. Con momentos de fuerte dramatismo, esta comedia expuso al actor a hacer equilibrio sobre una fina línea que supo transitar con pericia bajo la dirección de Campanella, a un buen guión y al dominio de la sutileza por sobre los clichés.
Arquímedes Puccio: la consagración
Los ojos inyectados de sangre, de ira. Las manos apretando el cuello de su hijo. La perversión de un psicópata. El horror. El mismo actor que se hizo famoso por hacer reír, con su papel en El Clan puede aterrorizar a cualquiera. Guillermo Francella se pone en la piel de uno de los criminales más peligrosos de la historia policial argentina con un compromiso absoluto y se transforma en el protagonista de un thriller que pondrá en estado de tensión a todo espectador. Guillermo Francella es, por fin, el villano. "Es lo más lindo que le pasa a un actor, poder hacer cosas bien heterogéneas entre sí. Cuanto más antagónicas sean, es ideal", dijo sobre esta transformación.
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