Cruces, una modalidad instalada en el Festival Buenos Aires Jazz
Dos norteamericanos y tres argentinos, Gary Keller, Sir G. Earl Grice, Pablo Raposo, Belén López y Mariano Loiácono, compartieron standards en el escenario de la sala Bebop
El ciclo Cruces, que se realiza cada año dentro del Festival Internacional Buenos Aires Jazz, es una especie de jam session preparada. El director del festival propone juntadas entre músicos de la Argentina y del exterior y, en un ida y vuelta de mails, se pauta un repertorio. "El cruce es una idea que está buena -dice el trompetista Mariano Loiácono-. Se puede sacar provecho de eso. Incluso, a veces, cuando uno viaja a la ciudad donde vive un músico con el que ya tocó en uno de estos Cruces se vuelve a compartir el escenario". Loiácono terminó hace minutos una jam con el saxofonista Gary Keller, el baterista Sir G. Earl Grice, el pianista Pablo Raposo y la contrabajista Belén López. Con el baterista ya había tocado en una de estas jams el año pasado y hace un par de semanas volvieron a compartir una tocada de jazz en los Estados Unidos.
La manera en que se llega a conformar el repertorio, que puede durar algo más de una hora, no tiene una regla. A veces puede ser por el aporte de todos; en otras ocasiones, si hay en ese grupo de cruce un músico con una extensísima trayectoria, será él quien imponga algunos títulos. En general se privilegian los standards porque son puntos de encuentro fáciles de reconocer. Y a partir de allí se buscan algunos matices. "Gary [Keller] nos propuso un par de temas de Tom Harrell y Kenny Barron que no son standards, pero están dentro de un estilo straight-ahead. A partir de ahí buscamos algún standard y temas que vayan en la dirección del hard bop o el post hard bop. Porque si elegíamos "Los santos vienen marchando" íbamos a transformar eso en una ensalada", explica el trompetista.
Los puntos de contacto
A partir de ese intercambio de propuestas surgen unas seis o siete piezas (con bis incluido) que tienen un breve ensayo un día antes de la presentación, durante la prueba de sonido. Eso sirve especialmente para convenir intros y finales y para que no sea sólo una jam, y que, al mismo tiempo, no pierda la espontaneidad (esa que podría quitarle una semana de rigurosos ensayos).
Según Loiácono, la regla que se impone es la de la musicalidad: "Hay que ir a lo básico y primario y luego ver hasta dónde el otro cede. Algunas veces los músicos se entienden; otras puede haber alguno que esté desconectado. Y hay que trabajar en contra del ego. Cuando agarrás más del protagonismo del que te corresponde se va todo a cualquier lado. Además, eso puede ser contagioso. Uno tiene que tratar de pensar que hay que dar lo mejor que se tiene para la funcionalidad del grupo, no hay margen para querer ser el centro", aclara.
Lo que ocurrió el viernes por la noche en Bebop estuvo perfectamente alineado con la descripción que hace Loiácono. La caballerosidad ante todo, el standard como recurso y los temas que no son standards (pero podrían ser considerados tales, por el tratamiento que se les da) como complemento. Así fue como abrieron la noche con una pieza que el pianista Kenny Barron compuso y grabó hace tres décadas. Luego bajaron unos cambios con "Whisper not", del saxofonista Benny Golson. Y recién para la segunda parte del espectáculo reservaron el tema de Tom Harrell "Sail away", que es casi una bossa nova.
El oficio y los matices
Los matices se consiguieron entre los temas más bop, las baladas, piezas como las de Harrell y standards más "swingueados". Gracias al oficio de Keller, Raposo, Grice y Loiácono, todo eso quedó bien plasmado sobre el escenario.
La cuota de color de la noche la puso la contrabajista Belén López, que como sidewoman pudo expresarse como una intérprete correcta y una alumna aplicada de los grandes nombres del contrabajo jazzero, pero cuando le tocó ser solista demostró cualidades que no siempre son escuchadas con este instrumento: buena afinación, elegancia para cantar con las cuerdas y, sobre todo, claridad en las notas.
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