Queen + Adam Lambert: crónica de una noche apasionada
En GEBA, la legendaria banda británica y el cantante estadounidense se metieron el público en el bolsillo
"El público argentino es el mejor del mundo", sentencia Brian May. Acaba de bajarse del escenario y la adrenalina lo empapa, pero conserva ese temple de lord que nunca pierde la calma. "Es un sentimiento increíble. Incluso cuando están en silencio escuchando, puedo sentir la conexión. Fue un concierto maravilloso", dice. La Argentina tiene un lugar en su corazón. Aquel primer recital en 1981 en Vélez marcó un hito en la historia de las giras de Queen porque no esperaban encontrar un público tan apasionado. Y en esta nueva visita al país volvieron a sorprenderse: se vendieron 320.000 discos suyos en una colección especial que editó LA NACION con Universal Music y Penguin Random House. Un verdadero récord que ameritó la entrega de un cuadro en conmemoración. May y Taylor se miraron en la foto del cuadro, tomada en los años 70, y dijeron al unísono: "Éramos tan chicos".
Tres horas antes, GEBA estaba expectante. A las 21.30 bajó el telón con la insignia de Queen y comenzó a latir en un largo suspenso. El público quería rock y todo fue ovación cuando sonaron las primeras notas de One Vision. La sombra gigante de uno de los más grandes guitarristas de la historia se proyectó sobre el telón que se esfumó un instante después, cuando comenzó a sentirse la batería de Roger Taylor. La fiesta había empezado.
Primero, Adam Lambert puso la voz. Si bien tiene sus fans (los glamberts), el público estaba ahí por las dos leyendas del rock y él se hizo cargo de eso con maestría. Las primera canciones fueron para atrapar en un puño al público: Another One Bites the Dust, en una versión que lucía su voz llena de matices, Fat Bottomed Girls y In the Lap of the Gods. Entrado en confianza, Lambert hizo de las suyas: se sentó en un sillón violeta de estilo francés para convertirse en una versión moderna de aquella Killer Queen de abrigos de piel que encarnó Freddie Mercury 41 años atrás. Si en algo coinciden estas dos generaciones de artistas que se dio en llamar Queen + Adam Lambert, es en la teatralidad. No va a faltar provocación con estos tres en escena.
"Soy un hombre afortunado", dijo Lambert, en un discurso destinado a terminar con las comparaciones inevitables. El cantante, además, agradeció: "Gracias a Brian y Roger por dejarme cantar sus canciones. Y unas gracias muy especiales a Freddie Mercury", exclamó, para luego enfrentarse al calor tribunero argentino que coreaba Olé, olé, olé, Freddie, Freddie. "Esta noche vamos a celebrar a Freddie juntos", dijo, y llegó "Crazy Little Thing Called Love". Para entonces, Brian May había sacado por fin su Red Special, la guitarra mítica que construyó junto a su padre y que suena como ninguna.
Con "Somebody to Love", Lambert se terminó de meter en el bolsillo a los más escépticos. Paseó su voz por todos los lugares posibles, con una potencia vocal impactante. "Tiene un carisma increíble. Nos lo mandó Dios, porque nosotros no lo buscamos", diría más tarde Brian May. Los puristas sostienen que May podría haber tomado perfectamente el lugar de frontman, de hecho volvió a demostrar que puede conectar con su público al cantar solo "Love of my Life" y la canción dedicada a la Argentina, "Las palabras de amor". Pero el inevitable tono de nostalgia en los recitales de grandes glorias de la música cuya época dorada ya pasó, en este caso se diluye y resignifica con un vocalista joven y el aire actual, moderno y fresco que le imprimió a Queen en esta colaboración. Y no se trató sólo de Lambert: la presencia de Rufus Taylor, hijo de Roger, fue una verdadera revelación de la noche. Tomó la delantera en varios momentos del show, montado en la batería de Roger cuando éste se animó a cantar una versión explosiva de "A Kind of Magic", y luego llevando el ritmo al máximo potencial a dos baterías. Hasta se animaron a un duelo: padre e hijo agitaron sus melenas con poderosas improvisaciones y dieron cátedra del más puro rock and roll.
Otra apelación a los tiempos que corren: la big selfie que sacó May y luego publicó en las redes sociales. "Los argentinos están copados", lanzó el guitar hero al micrófono, así, en español. Le encanta practicarlo en estas tierras.
Una versión apasionada de "Under Pressure" terminó de consagrar a Lambert como la voz, y los éxitos siguieron: "I Want to Break Free", "Who Wants to Live Forever", "Tie Your Mother Down" y hasta hubo tiempo para "Ghost Town", de Lambert, reversionado con increíbles riffs de May. "Don't Stop Me Now" sonó más acompasada y moderna, y puso a bailar a todo GEBA. Siguieron "Radio Gaga","I Want It All" y la esperada "Bohemian Rhapsody", donde apelaron al mismo truco que en la gira con Paul Rodgers: Mercury proyectado en la pantalla gigante para el segmento operístico, terminando en un falso dueto con Lambert. En el bis no hubo sorpresas: May se calzó una camiseta de Argentina y llegaron las canciones del fútbol que no podían faltar "We Will Rock You" y "We Are the Champions".
Dos horas y cuarto ante una multitud y los miembros de Queen están conversando con entusiasmo en camarines. Brian May charla con LA NACION con una galleta de arroz en la mano. Se cambió la remera albiceleste por una camisa de estampado floreado y parece relajado y feliz: "La Argentina es importante para nosotros. Es histórico. Tenemos amigos acá y sentimos todo ese amor, lo pasamos increíble, ojalá podamos volver".
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