Crítica de Asteroid City: una fiesta reservada solo para incondicionales de Wes Anderson
La deslumbrante y única concepción visual que el realizador perfecciona en cada nueva obra termina aquí aprisionando a los protagonistas del relato, personificados por un enorme elenco de grandes estrellas
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Asteroid City (Estados Unidos/2023). Dirección: Wes Anderson. Guion: Wes Anderson y Roman Coppola. Fotografía: Robert Yeoman. Música: Alexandre Desplat. Edición: Barney Pilling. Elenco: Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Tom Hanks, Bryan Cranston, Edward Norton, Jake Ryan, Jeffrey Wright, Tilda Swinton, Matt Dillon, Steve Carell. Duración: 105 minutos. Distribuidora: UIP. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: buena.
Es admirable de ver cómo, película tras película, Wes Anderson confirma su identidad de autor cinematográfico y perfecciona el inconfundible estilo visual que lo distingue. Para quienes siguen este viaje desde sus orígenes, Asteroid City es una verdadera fiesta visual. Tal vez como nunca antes, Anderson consigue aquí llevar su mirada sobre el mundo a un nivel de expresión formal rayano en la excelencia.
Es muy probable que los admiradores incondicionales de Anderson se regocijen como nunca al contemplar semejante muestra de virtuosismo conceptual llevado en su caso al extremo, con la ayuda de los dispositivos y conceptos de siempre. Sobre todo sus característicos cuadros fijos simétricos, hiperestilizados y barrocos, llenos de movimiento (a pesar de su aparente rigidez) y con una asombrosa cantidad de información en el interior de cada uno de ellos.
Con el apoyo de este mismo diseño de producción, cada vez más depurado, Anderson había alcanzado resultados artísticos extraordinarios en la etapa más reciente de su obra. Las inmejorables El Gran Hotel Budapest y La crónica francesa, más allá de su admirable diseño visual, eran historias de enorme riqueza narrativa, llenas de poética melancolía y un profundo cariño por sus personajes, seres que atraviesan la experiencia de la pérdida, la soledad, el desapego y el dolor de múltiples maneras.
A priori, lo que vemos en Asteroid City es la reaparición de todo este marco. Nada que sorprenda demasiado, porque Anderson es fiel como nunca a la repetición de las reglas que ponen en funcionamiento toda su maquinaria creativa. Pero en este caso los resultados sugieren que el realizador parece haber agotado todos sus esfuerzos en la búsqueda de la máxima pureza en ese plano. Lo que ocurre dentro del cuadro con los seres que lo habitan está lejos aquí de alcanzar la intensidad y la genuina emoción de sus relatos previos.
Hay en Asteroid City cierto desapego que resulta extraño de ver. No tanto por lo que ocurre con el destino de los personajes, genuinos exponentes de la mirada a la vez irónica, tierna y provocativa que identifica al realizador, sino por la falta de espesor que luce la mayoría de ellos. Anderson distribuye figuras en todos los rincones de un tablero demasiado abigarrado y el modo en que las activa parece alentar ese efecto de distanciamiento.
Pasan muchas cosas todo el tiempo, pero casi siempre condicionadas y atadas a las exigencias de un marco mucho más rígido que de costumbre. Detrás de esos contornos estrechos hay un doble esquema narrativo del que Anderson se vale para jugar con la deliberada idea de jugar al mismo tiempo con diferentes modelos de representación.
Todo empieza como la adaptación televisiva de una obra teatral ambientada en una aislada y despoblada ciudad desértica del interior de los Estados Unidos en 1955. Pero enseguida esa idea cobra vida propia y activa una serie de mitos, costumbres y comportamientos ligados a la carrera espacial y la supuesta vida extraterrestre, con inesperadas cuarentenas, convenciones astronómicas y una larga sucesión de extraños comportamientos en el medio.
Pocas veces se logra reunir un elenco de figuras tan grandes como el que Anderson logró armar para esta película. Algunas de las estrellas famosas que lo integran aparecen apenas en una o dos escenas. Otras tienen más suerte (Jason Schwartzman, Scarlett Johansson, Tom Hanks) y llevan una suerte de historia central en el medio de una multitud de pequeñas subtramas que se mueven como capas superpuestas.
Todo este jubileo actoral está siempre más cerca del corazón del realizador que de la sensibilidad del espectador, que se pregunta todo el tiempo cuál es la clave para determinar dónde está lo esencial y dónde lo accesorio frente a la interminable cantidad de datos, objetos, señales, elementos y símbolos expuestos en cada cuadro.
No es culpa de los intérpretes quedar muchas veces convertidos en meras ilustraciones de este gran álbum ilustrado con exquisito gusto visual. Alguna cara menos conocida, como la de Jack Ryan (dueño de un extraordinario rostro de adolescente enamoradizo, al que le suma un gran poder de observación), consigue escapar del molde y regalarnos pequeños momentos de genuina humanidad.
Todo el que se acerque por primera vez al mundo de Wes Anderson con ánimo de descubrimiento se sentirá con razón bastante desconcertado. Sus acólitos, en cambio, quedarán una vez más deslumbrados por la imaginación de un realizador que no cesa de sumar nuevas ideas a su inconfundible manera de entender la realidad.
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