Craig Taborn, entre el jazz y la contemporánea
En su primera visita al país, el músico norteamericano actuará hoy y mañana, en el Centro Kirchner
Craig Taborn es uno de los invitados internacionales del festival Piano Piano que tiene lugar en el Centro Cultural Kirchner. No es su primera vez en esta zona del mundo: estuvo en Chile, con el grupo del trompetista Ralph Allesi y en Brasil, con el de Dave Holland. Aquí, en cambio, hará un solo piano.
-¿Es el formato que prefiere?
-No tengo un formato preferido. Tocar solo supone un tipo de presentación particular: no hay nadie que responda a las ideas de uno ni a quien responderle, por lo tanto se crea un mundo enteramente propio. Tocar con otros implica fundamentalmente oír para poder responder y, a la vez, proponer. Son distintos tipos de desafío.
Hay sobradas pruebas de que es así. En 1994 James Carter hizo su debut con JC on the Set, un álbum que lo revelaba como uno de los más notables saxofonistas del momento. En su grupo estaban el pianista Craig Taborn, el contrabajista Jaribu Shahid y el baterista Tanni Tabal, quienes, ese mismo año, registrarían bajo el nombre del pianista Craig Taborn Trio, un disco al que, en años posteriores y con otras formaciones, Taborn -nacido en Minneapolis, Minnesota, en 1970, pero radicado en Nueva York- sumaría Light Made Lighter, Junk Magic, Avenging Angel y Chants. Además, a lo largo de todos esos años, integró diversos grupos -Chris Potter's Underground, Drew Gress' 7, Farmers by Nature, la Innerzone Orchestra, los de Tim Berne, el Mat Maneri Quartet, Chris Lightcap's Bigmouth, Rob Brown Trio, Nicole Mitchell's Sonic Projection, el Susie Ibarra Trio, una de las últimas formaciones de Dave Holland, un grupo con Brill Frisell, entre otros-, con la mayoría de ellos grabó discos y se ha presentado con las más diversas formaciones.
-Ha pasado por las propuestas más diversas.
-Supongo que la clave está en la manera en que uno se acerca a la música. Trato de mantenerme abierto. Parte de mi trabajo consiste en exponerme a diferentes tipos de intérprete y descubrir qué puedo aportar yo a la música que se me propone. Por supuesto que uno va forjando un estilo, pero es saludable forzarlo a ver qué pasa en diferentes situaciones.
-En el caso de sus composiciones, uno nunca está seguro si se trata de jazz o de música contemporánea. Durante su gira con Vijay Iyer los dúos de piano que presentaron parecían inclinar la balanza para el lado contemporáneo.
-Cuando uno hace música improvisada no necesariamente piensa en términos clasificatorios que, tiendo a pensar, son una cuestión de marketing. No creo que me corresponda ocuparme de esas cosas ni estoy interesado en saber qué música es la que hago. La única distinción que haría depende del contexto del concierto. Eso, en más de una oportunidad, determina el tipo de improvisación que sigue. Le aseguro que con Vijay no nos pusimos a pensar nada de esto. Simplemente nos pusimos a tocar.
-Brad Mehldau y Eric Reed nacieron, como usted, en 1970. Iyer en 1971. Son de una misma generación, pero sus "bibliotecas" son muy distintas... En su caso, uno imagina a pianistas como Cecil Taylor, Andrew Hill, Muhal Richard Abrams, Matthew Shipp...
-Sumaría a Don Pullen y, más cerca en el tiempo, a Geri Allen...
-¿Por qué esos nombres?
-Por la forma de encarar la composición. Son parte de una tradición que se remonta a Duke Ellington y a Thelonious Monk, pianistas que componen prestándole atención al piano, a las posibilidades que ofrece. La composición en ellos suena a improvisación y la improvisación es siempre una composición. Eso los diferencia de los que buscan para el piano lo que ofrecen los bronces o las cañas.
-Establece una diferenciación entre compositor y pianista.
-En los casos de Monk y de Andrew Hill importa más la composición. Hay que escucharlos para aprender y después hay que despegarse porque se corre el riesgo de terminar imitándolos.
-Tras una época muy conservadora en los años 90, con su vuelta al bebop y a otros estilos museológicos, hay ahora una cierta voluntad de pasar a otra cosa. ¿Es así?
-Hoy hay mucha más gente tocando jazz. A través de las escuelas, los jóvenes dominan los instrumentos y los estilos del pasado relativamente rápido. La escena se ha multiplicado exponencialmente. Los estilos anteriores probablemente sobreviven como alternativa comercial de la que se nutre la nostalgia. ¡Los músicos tienen que comer! Pero uno ve a esos mismos músicos tocando otras cosas que se relacionan más con el presente. Y está pasando en todas partes. Supongo que la variedad no le hace mal a nadie, ¿no?
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