Cortés, con el cuerpo y el alma
El viernes y el sábado próximos el bailarín gitano presentará en Buenos Aires "Soul", su nuevo espectáculo coreográfico
CARACAS.- Con lentes, ojotas, remera blanca, jean negro y el pelo recogido en una coleta al estilo de la que usan los cultores de sumo, Joaquín Cortés (gitano, de 31 años), El Aguila, como le siguen diciendo, se sienta para charlar de todo. Acaba de salir de su sesión diaria de masajes, que necesita para relajar su cuerpo, exigido a full en cada función. "Un café express chico. ¡Ah!, y torta de chocolate." Su cuerpo es delgado, con musculatura de acero. En el teatro Teresa Carreño, el más importante de esta ciudad, hizo bramar al público con su nuevo espectáculo, "Soul", que presentará en Buenos Aires, en el Gran Rex, el viernes y el sábado.
Aquí, más que "bravo" le gritan lo que venga (muchos piropos de las chicas). Al final, mujeres y hombres de todas las edades, la sala entera de pie, quedaron con las palmas enrojecidas, ávidos de más saludos, aunque Joaquín y su compañía salieron al menos una decena de veces. En 1991 este bailarín hizo su primera coreografía, "Cibayí". Su visión de avanzada provocó un giro radical en la danza de su país, donde fue controvertido tanto por los puristas como por los de su propia raza. En 1995 realizó "Pasión gitana", con la que rodó por el mundo durante cinco años. No es de los que estrena algo nuevo cada año; se toma su tiempo. En octubre de 1999, en Barcelona, estrenó "Soul", cuando parecía que su inspiración estaba aletargada.
-¿Cuándo surgió este show?
-Cuando volví de Nueva York, donde estuve tres meses. Tuve que regresar a España por problemas familiares. Estando en mi país pensé que quería hacer otra cosa. Y salió este show, que monté en treinta días. Después de cuatro años y pico de gira con "Pasión" necesitaba un año sin hacer nada, para pensar un poco. Finalmente, brotaron las ganas. Con todo el equipo, me metí en un teatro pequeñito que hay en una calle muy privada de Madrid y en un mes desarrollé "Soul".
-¿Por qué le pusiste el nombre en inglés?
-Porque me acordé de ese maravilloso movimiento cultural y musical de los años 70. Además, todos los latinos saben que soul es alma. En España había dos o tres historias sobre el alma. Alejandro Sanz también le ha puesto ese nombre a su disco. Yo dije: le pongo "Soul" y ya está. Pero no lo pensé para diferenciarme con otro idioma.
-¿Qué significa esa palabra en tu espectáculo?
-Precisamente lo que es: me desnudo en cuerpo y alma. Nunca lo había dicho. Lo que se ve ahí es un poco una radiografía de mi personalidad, de mis diecinueve años como bailarín viajando por el mundo y de estos últimos diez años como coreó-grafo. También es el fin de una trilogía que comenzó con "Cibayí". Es el remate de esta rebeldía mía contra el sistema.
-¿Cómo fueron tus últimos años?
-La he pasado muy bien. Soy un privilegiado, porque hago lo que quiero y lo que siento. Y encima tengo éxito. No se le puede pedir más a Dios. Me siento feliz.
-¿Siguen viviendo en El Rastro?
-Sí. Estoy agrandando la casa de mi madre y está quedando preciosa. Allí también están mis hermanas, mi sobrino. Además, estoy trabajando más que nunca: en esta obra, colaborando en la publicidad de la moda (es el "look" masculino de las colecciones de Armani, diseñador del vestuario de sus creaciones), haciendo cine.
En pleno show, Cortés toca la tumbadora y un tambor de batería. Es el autor de la música, junto a Jesús Bola, Diego Carrasco y Juan Parrilla, flautista de su compañía. Explica: "Siempre he creído en la fusión de culturas, en el mestizaje, por eso hay momentos árabes, africanos, hindúes, de flamenco, y hasta hay una parte como de música clásica".
-¿Tu estilo de danza sigue siendo controvertido en España?
-Ahora no creo. Pasé un antes y un después con la danza. Creo que he marcado una pauta muy importante. Sobre todo en los críticos y los llamados puristas, que para mí no lo son. Al principio, con "Cibayí", dijeron: "¿Y este niño quién es, qué viene a contarnos ahora?" Después apareció "Pasión gitana". Al principio fueron reacios, pero cuando se dieron cuenta de que resultó un éxito mundial, a la vuelta a España fue como si hubiera llegado lo máximo. Y era la misma obra.
-En "Pasión" actuaba tu tío Cristóbal, que hacía el flamenco tradicional en contraste con la renovación tuya. Aunque no esté en "Soul", ¿hay algún proyecto en conjunto?
-Sí. Estamos formando una compañía de unas treinta personas. Ahí hay mucho más flamenco. Yo monté una coreografía y otra gente está colaborando. El espectáculo se llama "Pura pasión" y se estrenará en Londres. Me ha sorprendido porque dentro de toda la movida que hay en España, donde tengo muchos imitadores que son mala copia, de pronto Cristóbal ha hecho algo absolutamente original, que no se parece.
-También sos el protagonista de la película "Gitano", que dirigió Manuel Palacios. En "Flamenco", de Saura, sólo bailabas. En "La flor de mi secreto", de Almodóvar, actuabas un poco y también se insertaba el baile. ¿Qué hacés aquí?
-Es un film actuado. No bailo. Soy el hilo conductor de una historia con un guión de Arturo Pérez Reverte. Ha sido la experiencia que necesitaba. Porque yo me quería meter en este terreno, ya que tengo muchas ofertas de Hollywood y del cine europeo. Tengo que desarrollar un personaje, un percusionista al que meten en la cárcel, la mujer lo deja, lo persigue la policía. El papel es bastante intenso, pero la pasé muy bien.
Homenaje a las divas
En un momento de "Soul", Cortés ingresa por el pasillo de la platea y sube al escenario. Sorprende el vestuario, una bata de cola de seda negra, prenda que usan las mujeres.
-¿Qué significado tiene esa escena?
-Es un homenaje a la España profunda, a las grandes divas. He buscado una estética de lo que es la hondura de mi país. Por eso es una bata de cola larga, negra, como si fuera un sueño.
-En esta obra hay mayor diversidad de técnicas que en otras piezas tuyas.
-Hay más contemporáneo. Sabes que creo en la mezcla, en la fusión. Si analizas cada pasaje coreográfico, no tienen nada que ver uno con otro. Una parte que es más flamenco; luego te metes en Broadway; después, un flamenco con aires de vals. Todo este popurrí es parte de mi personalidad. Incluso el cierre, todos vestidos de blanco, es un homenaje a la Habana Vieja de los años 30. También es luz, ya que en todo el espectáculo impera el negro, pero termina con lo contrario, que significa vida, positividad, energía.
-¿Qué figuras de España te interesan?
-No puedo dejar de tener admiración por los dos Antonios, Gades y Ruiz Soler. Me gusta todo tipo de baile. Empecé haciendo clásico. De hecho, me quisieron llevar a la Escuela Vaganova (del Ballet Kirov), de San Petersburgo, cuando era pequeño. Pero la familia mía es gitana y muy unida. No quiso dejarme ir porque tenía doce años. No me arrepiento. Aunque después de grande bailé en el Bolshoi cuando se le festejaron a Maya Plissetskaia sus cincuenta años en el ballet. A mí me quedan dos años como bailarín. No sé si voy a seguir haciendo coreografías. Con estas tres historias que he montado ya me siento feliz. A mí se me se cumplió lo que quería: poder hacer un poco de todo.
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