Mercedes Sosa
Frágil invencible
Lejos del tono victorioso de los viejos tiempos, la Negra logra un álbum conmocionante, bañado de una esperanza otoñal.
El nuevo álbum de Mercedes Sosa constituye uno de los más grandes triunfos –artísticos y personales– en la dilatada carrera de la cantante. Primer trabajo para el sello alemán Deutsche Grammophon (un hecho excepcional, ya que es una compañía dedicada principalmente a la música clásica), fue grabado en circunstancias difíciles para la Negra, durante un prolongado período, debido a sus problemas de salud. Esto torna aun más meritorio Corazón libre que, con la impecable calidad de grabación, la correcta elección de los músicos y del repertorio,
la delicada instrumentación acústica y hasta los ingenuos dibujitos de Joan Baez que ilustran la tapa del álbum, conforma un todo de admirable coherencia.
La producción a cargo del Chango Farías Gómez privilegia acertadamente un acompañamiento despojado –básicamente, el propio Chango en percusión y el guitarrista Jorge Giuliano, con el ocasional agregado del percusionista Facundo Guevara y Javier Casalla en violín, más algunos invitados especiales– para canciones que cubren el amplio mapa del folklore argentino (zambas, chacareras, milongas, tonadas, aires de chamamé) y alterna autores clásicos con otros más recientes.
La voz de Mercedes no tiene el caudal de otras épocas, pero –quizá precisamente por eso– este disco conmueve de manera particular; es como si la fragilidad la tornara más humana y, en vez del tono victorioso de otrora, vistiera sus canciones de una esperanza otoñal particularmente apropiada para los tiempos que corren, descubriendo facetas de su canto antes desconocidas. Como ejemplo, escuchen la manera en que entona la frase “no vaya que andando el vino/ me lo acuchillen”, en la “Zamba de Argamonte”, de Leguizamón y Castilla, uno de los numerosos picos de este álbum. Otros podrían ser “El olvidau”, de Duende Garnica y “Sola pa’ bailarla”, de Demi Carabajal (las chacareras siempre fueron uno de los fuertes de la Negra); “Tonada del viejo amor”, a dúo con su compositor favorito (el gran Eduardo Falú) y otras que apelan a melodías poco convencionales, como “Lapachos en primavera”, de Marcelo Perea, y “Como flor del campo”, de Raúl Carnota, en el que Sosa demuestra que –dentro del folkore– aún puede apuntalar la raíz y también señalar lo que vendrá.
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