Connie Isla, la instagramer que quiere despegar como cantante
Connie Isla tiene 24 años. Es rubia, canta y toca el ukelele. Es vegana, desde hace un año y vegetariana, desde hace ocho. Tiene un novio igual de lindo que ella y, entre los dos, suman casi 400.000 seguidores en Instagram -la mayoría de entre 18 y 24 años-. Es lo que hoy se conoce como una instagramer. En realidad, es una influencer, una chica que convirtió su hobby en trabajo. Sí, cobra por cada una de las publicaciones, como tantos otros millennials que entendieron mucho más rápido que las generaciones anteriores cómo estaba cambiando el mundo y, también, los medios de comunicación y la forma de hacerse conocido. Desde que empezó a "monetizar los posteos", la chica vintage, que gusta de "fomentar el consumo local" y de reciclar ropa, se armó de una estructura para no desatender su fuente de ingresos: sube 6 posteos por semana: dos fotos, un video. Está todo calculado. También los géneros: hace clásicos de rock -desde Elvis Presley a Creedence-, rock nacional, pop y reggaeton.
Connie tenía un don: la música y encontró una manera de no depender de otros para hacerse popular, se hizo una cuenta en la red social de moda. Todos los años de preparación valieron la pena. Según cuenta, canta desde que tiene memoria. mientras sus amigas descansaban, ella estudiaba comedia musical, teatro y piano con su abuela que era maestra. Su abuelo era tenor y ella hace covers con un toque blusero. J Balvin, Wisin, Carlos Vives y Sebastián Yatra compartieron en sus redes sociales y comentaron las canciones de Connie. Ha llegado a las 2 millones de reproducciones en algunos de sus videos y fue nominada a "Artista Revelación" en los Kids Choice Awards 2018. Todo eso, en menos de 4 años. Y ahora quiere compartir sus canciones propias. Tiene dos.
Aunque primero intentó probar suerte en Los Angeles, ella soñaba con replicar lo que les pasó a las ídolas pop que admiraba –desde Rihanna a Britney-: ir a una discográfica con un EP, que la fichen y le patrocinen su carrera. No lo consiguió. En ese momento las reglas empezaban a cambiar y lo que le ofrecían para producirla no le pareció pertinente. Además, la visa de turista estaba por expirar. Entonces, volvió a Buenos Aires y, por recomendación de su prima, empezó de a poco a ver qué pasaba en el mundo de las redes sociales. En su primer video consiguió 150 likes y se dio cuenta que la cosa iba por ahí. Su primera presentación como artista había sido en La dama de Bollini, cuando terminó el secundario, después viajó con amigas a Brasil y se lo ocurrió llevarse con ella su ukelele, un instrumento chico para cantar en la playa. Fue justamente el arma de Eddie Vedder lo que la convertiría en atracción. Primero, en el pueblo costero y, después, en Instagram. "Siempre tuve una estética muy definida, muy natural, bohemia. Al ser una de las primeras que empecé con esto, hubo marcas muy importantes que me agarraron", cuenta a LA NACION. Y agrega: "No es que hice cosas chiquititas en el medio, no. De repente, show para Rapsodia". Ahí se dio cuenta de que el hobby se estaba convirtiendo en una "carrera". Pero hace 4 años, dice, era difícil de imaginar. "De repente esto me daba plata, fue como «no puedo creer lo que está pasando». Se acercaban más marcas, me pedían presupuesto. No tenía a quién preguntarle cómo cobrar, porque estábamos todos en la misma. No es que había alguien a quien consultar cuánto pedía por... Éramos todos como pioneros, conejillos de indias". Además, cuenta que Argentina es uno de los países donde más se paga un posteo y donde más bola se le da al instagramer.
Ella, con ropa vintage, en casa, mitad producida, mitad en pijama empezó a compartir videos cantando "crazy covers" – "covers muy locos en los cuales tocaba tres instrumentos a la vez o me caía un ukelele y seguía tocando o pinchaba un globo y pasaban cosas"- que empezaron a viralizarse. Y llegaron las oportunidades: primero, la contrataron como modelo, después, para hacer covers y, ahora también se suman posteos, campañas y presencias. Fue en ese contexto en que primero la llamaron para hacer un papel en Aliados, la tira de Cris Morena, donde apareció en dos capítulos y, más tarde, en Nickelodeon. También participó de Morfi, todos a la mesa.
Connie no quería apresurar las cosas: quería terminar el colegio y "tener una adolescencia normal". Pero siempre supo que se quería dedicar al arte. Recién cuando egresó del Palermo chico, la rubia se tomó más en serio los pasos a seguir. Entendió que además de su pasión por la música, ella también quería transmitir un mensaje y cumplir con su cuota solidaria. Armó en paralelo una fundación, Músicos del alma, con la que visita hospitales y canta. También tiene una cuenta para conscientizar, que lleva el nombre de Más luz por favor, donde comparte ideas de reciclaje, recetas veganas, documentales. "La gente en los últimos tiempos estuvo viendo algo más que la chica que canta. Me empezaron a llegar mensajes de «sos una inspiración», «empecé a cambiar hábitos de mi vida por vos»,«me hice vegetariana por vos», «me hice vegana por vos», «gracias a vos reciclo»".
Para ella, los influencers tienen la responsabilidad de usar las redes para dar un impacto positivo. Por eso, en cada posteo hace una especie de "activismo pasivo" y da "desde emocionales y reflexiones hasta cosas del mundo real, del medio ambiente, de los animales, de cómo uno puede ayudar aportando su granito de arena". Connie elige con qué marcas va a trabajar. Una de las cosas que más analiza es si tienen que ver con sus valores o no. "Estoy en una movida más vegana, sustentable, diciendo que no si testean en animales o si son marcas que hacen fast fashion en talleres clandestinos", cuenta. "Se pueden hacer las dos cosas: se puede hacer la propaganda de la marca pero también se puede usar para dar un mensaje desinteresado", suma.
Yo agradezco todos los días por poder trabajar de lo que trabajo, ganar lo que gano y poder ayudar de la manera que ayudo
De un instagramer, Connie destaca la espontaneidad. Por ejemplo, cuando planea un video muestra el contexto: un trípode sobre el banco de la cocina con tres cajas de zapatos y una lámpara con una carilina para que no le de tanta luz. "Me gusta mostrar que no tengo un equipo de filmación atrás. Porque creo que las redes sociales crean una imagen que no existe, de perfección, de una vida llena de lujos y placer. Yo agradezco todos los días por poder trabajar de lo que trabajo, ganar lo que gano y poder ayudar de la manera que ayudo, pero también hay que trabajar, es mucho esfuerzo y la gente a veces se pierde eso", explica la chica que el mes pasado fue una de las 15 invitadas (de todo el mundo) a Londres a ver la premiere de Bohemian Rapsody.
De instagramer a cantante
Si bien Connie sabe que su rol en las redes sociales es importante, tiene que seguir otro camino: el de la música. Acaba de lanzar "Olvidarte", su segundo sencillo. "Mi desafío es salir de la artista que tiene Instagram. Es raro, pero también me pasa que me llama Sony o Universal para que haga un cover de sus artistas. Es loquísimo, yo que soy instagramer tengo que hacer el cover de Shakira, literalmente", dice. Aunque a ella lo que más le gusta es la música de los 60/80, entre ellos: Queen, The Cranberries, los Beatles, Chuck Berry, Ray Charles y radio Aspen. Si tiene que elegir un artista de hoy destaca el trabajo de Ed Sheeran. "Es alguien que escribe sus canciones, toca instrumentos, tiene muchísimo talento para cantar y hace un show entero él solo en el escenario, con su loopera y su guitarra", opina.
A pesar de que no le gustaría ser como otros, tiene inspiraciones. "Cuando era chica moría por ser como Rihanna o Beyoncé. De a poco fue mutando eso, la verdad es que no me veo hoy en día con un catsuit y 10 bailarines atrás, con una mega coreografía. Me veo como una chica pop con otra versión a la que quizá se suele ver. Joss Stone, Alanis Morissette, ir por ese lado", reflexiona. Su imagen en las redes sociales no se construye con fotos con poca ropa. "Yo no vendo esa imagen que ya sabemos que vende y aún así vendo. Quizá sea más lento y más difícil vender algo que tiene un mensaje atrás que no es tan comercial, pero creo que si uno tiene un mensaje vale la pena", dice. En su cuenta de Instagram hay fotos con estética retro, muchas con su novio perfecto o de su perro (que es como un hijo). En otras tantas, se la ve de viaje en paisajes idílicos.
Su carrera como solista sigue la lógica de los sencillos. El año pasado fue el turno de "Pretextos". Al respecto, explica: "para sacar un álbum estás laburando 2 años en armarlo y lo lanzás. Durante un mes estás en el ojo de la tormenta y seguramente a la siguiente semana, otros artistas van a sacar un single y, de repente, tu laburo de un año y medio queda totalmente opacado". Para ella es "más eficiente" sacar un single, dejarlo que se reproduzca, al tiempo sacar otro y que se escuche y escuche y así ir armando el disco. "Es una cuestión pura y exclusivamente práctica y de amortizar gastos, tiempos y energía porque todo pasa, todo queda en el ayer".
Así, Connie va presentando su costado como cantautora, entre sencillos. El primero más romántico, el segundo, con más pretensiones. Pero en los dos se evidencia su potente voz. El tiempo dirá qué faceta gana.
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