El lider de los Wallflowers ya no huye de la mirada del público y habla de su infancia, de la celebridad de su padre, de su ascenso a la fama y de su propia música.
Jakob Dylan no recuerda cuándo vio por primera vez la película Dont Look Back, ni cuántas veces la ha visto desde entonces.Solo me acuerdo de que siempre supe de su existencia: es la máxima foto familiar dice acerca de la atrapante crónica de D. A. Pennebaker que registra la gira británica realizada en 1965 por el papá de Jakob: Bob Dylan.Por un lado, es el mejor documental de rock que hay y, por otro, se trata de uno de mis padres cuando era más joven que yo. A Dylan padre le faltaba poco para cumplir 24 años cuando Pennebaker lo filmó subido al relámpago de la fama; Jakob, hoy un exitoso cantante y compositor por derecho propio con los Wallflowers, cumplió 30 el año pasado.
-Lo interesante -continúa- es ver cómo se marcaban las reglas por entonces. Ese fue el momento en que el rock dejó de ser atractivo.
Jakob toma café en el sepulcral hall del Hotel Four Seasons, de Nueva York. Parece vestido con ropa de trabajo: pantalones negros comunes, grandes zapatos marrones, campera de jean azul abotonada hasta arriba. Además, viene con la guardia alta: lleva lentes para sol, bien oscuros, que le dan un aspecto de insecto guerrero. Pero finalmente se los saca, y los ojos de color azul profundo le brillan de orgullo cuando habla de la extraña electricidad que transmiten las escenas de Don’t Look Back grabadas en camarines y en conferencias de prensa, y de cómo el film capta a su padre en el instante mismo en que, sacando fuerzas de su interior, inventaba una nueva forma de ser estrella de rock.
-Uno se imagina qué dócil era todo antes de eso, qué agradecido tenías que estar, como músico, con tal de llegar a alguna parte -dice Jakob-. Esos periodistas no tenían la menor idea de lo que pasaba. Era necesario que alguien tuviera la lucidez y las pelotas para decir: "Todo esto no significa nada. No hace falta que trabajemos codo a codo. Mi trabajo no depende de que ustedes lo aprecien".
Dos días después, Jakob está en los estudios de Times Square de mtv junto con los Wallflowers: el tecladista Rami Jaffee, el bajista Greg Richling, el guitarrista Michael Ward y el baterista Mario Calire. Están grabando una emisión de First Listen, un programa en el que artistas famosos presentan material nuevo en vivo y responden preguntas del público. Los Wallflowers vinieron a promover Breach -su nueva placa luego de la triunfal Bringing Down the Horse (1996), que vendió 6 millones de copias en todo el mundo-, y brillan con dos de los temas más fuertes del disco: "Sleepwalker" y "Hand Me Down".
Las preguntas que les hacen el conductor Brian McFayden y los ochenta jóvenes fans que están en el estudio son sencillas y divertidas; tienen que ver más que nada con las influencias del grupo y con los cuatro años que transcurrieron entre un disco y otro. Jakob contesta con una simpatía casi paternal; una tranquila franqueza impregnada de humor irónico. También se palpa cierta incomodidad en su discurso, la molestia de difundir un trabajo íntimo en un ámbito trivial. Cuando McFayden comenta que la nueva obra parece muy personal, Jakob queda desconcertado. "Yo pensaba que el disco anterior era muy personal", dice y enseguida se recupera, desplegando una sonrisa artística. "Supongo que no se transmitió bien la idea."
Lo mejor del programa es que durante las dos horas de filmación ni el conductor ni ningún espectador menciona el nombre de Bob Dylan. "Es bueno estar en una posición en que todo tenga que ver con nuestro grupo, con nuestra música", opina luego Richling, visiblemente aliviado. Por lo demás, todo sucede aquí como si Don’t Look Back no hubiera existido.
-La historia de él no depende de ninguna de las cosas de las que depende la mía -admite Jakob en relación con su padre, unas horas antes de la grabación. Al menos delante de un grabador, Jakob no pronuncia nunca el nombre Bob ni utiliza las palabras mi padre ni mi papá, sino que recurre a la elíptica tercera persona: él, le, lo, su.
-La postura que pueden llegar a asumir los de esa generación, ya sea en el caso de él, o de Neil Young, Willie Nelson o Al Green... ellos pueden hacer lo que quieran- prosigue Jakob-. Si tienen ganas de meterse en el mundo con el que me enfrento yo, no hay problema. Quizá les resulte interesante espiar un poquito cada tanto. Pero no les puede pasar nada malo. Ellos perduraron. Lograron resistir.
"Me da mucha envidia -agrega, sin el menor rastro de vergüenza-. Mi trabajo consiste en diferentes cosas que no existían cuando ellos se hicieron su lugar. Ya se sabe por qué tipo de cosas pasan los grupos como el mío. Uno puede decir que no. Pero quiero darme la misma oportunidad con la que cuentan todos los demás: dar prioridad a la música. Yo no quería ser una nota al pie en esos libros. Lo de él -lo de Bob- es impresionante. Hace muchísimo tiempo que está vigente. Figura en los libros de historia, en las escuelas. Hay miles de biografías. En la mayoría de los libros, tal vez haya una sola página que menciona los nombres de sus hijos. Y listo. -Su voz parece retumbar.- Yo no quiero ser una página del libro.
en escena, la presencia de jakob Dylan se manifiesta más que nada del cuello para arriba. Parado al frente de un pequeño escenario en una sala de ensayos de Manhattan, adopta una posición neutra ante el micrófono, rasguea una Telecaster color vainilla y su cuerpo no dice absolutamente nada; mientras, los Wallflowers se preparan para First Listen repasando algunas canciones de Breach: "Letters From the Wasteland", un relato sobre las arduas giras; "Sleepwalker", un ruidoso tema en el que asoma una travieso guiño a "Cupid", de Sam Cooke; "Some Flowers Bloom Dead", una canción folk-rock que transcurre en medio de un absoluto desgaste emocional.
Lo que hace Jakob es difundir su temperamento vocal y lírico economizando gestos. Canta con un susurro vigoroso que, por su textura y su dinámica, se acerca más a los héroes de su adolescencia (Joe Strummer, de los Clash, y Paul Westerberg, de los Replacements) que a Bob Dylan. Según el concepto de Jakob, la teatralidad del cantante se circunscribe a un leve asentimiento con la cabeza de tanto en tanto. Cuando llega a un verso especialmente jugoso, o a una vocal estirada, su boca dibuja un gesto que es en parte sonrisa y en parte mueca de dolor.
Y también están los ojos. "A veces hago bromas con eso: «Los ojos azules... Eso es lo que quieren las chicas»", dice Rami Jaffee (31), que nació en Los Angeles, es cálido y chistoso, y es el único integrante de los Wallflowers -además de Jakob- que subsiste desde la primera formación, a principios de los años 90. "Los ojos de Jakob valen más que todos mis arreglos de teclados."
-Nunca tuve una época estilo años 70: "¡Hooola, Cleveland!" -dice Jakob después del ensayo, abriendo esos ojos con disgusto-. El rock para estadios... Jamás me puse a desarrollar ese tipo de habilidad. También soy muy escéptico cuando veo que otros hacen eso, rogarle al público que los quiera. Me irrita. Hay que tener fe en lo que uno hace.
Sin embargo, hasta el año pasado, cuando comenzó a componer los once nuevos temas de Breach (contando el bonus track oculto: "Babybird"), la confianza de Jakob no era tan firme.
Según Jaffee, Jakob ya había estado "con unos altibajos", antes de Bringing Down the Horse, editado por Interscope en la primera mitad de 1996. The Wallflowers, el debut del grupo lanzado por Virgin en 1992 y caracterizado por una poderosa pasión amateur, vendió apenas 40 mil copias. Luego, en el lapso de tres años, los integrantes originales Tobi Miller, Barrie Maguire y Peter Yanowitz se alejaron de la banda, que tardó casi otros tantos años en rearmarse.
Richling (30) es amigo de Jakob desde la secundaria y se incorporó en los Wallflowers durante la última etapa de ensayos para el primer disco; antes había estudiado cine en la Universidad de Boston y trabajado como asistente de producción de tevé. Michael Ward (33) fue cofundador de School of Fish, una banda de Los Angeles, y acababa de volver de una gira como músico de John Hiatt cuando entró en los Wallflowers, en un principio como guitarrista de sesión para Bringing Down the Horse. Mario Calire (26), de Buffalo, Nueva York, había estudiado jazz y trabajaba en Los Angeles con un grupo funky del estilo de los Meters cuando fue contratado por Jakob, apenas terminado Bringing Down the Horse. Ya reconstituidos, los Wallflowers sumaron 275 conciertos sólo en 1997.
-Salimos de gira con los Counting Crows a mediados del 97, y actuábamos cinco días por semana -recuerda Calire-. Y casi todos los días libres que teníamos, conseguíamos por nuestra cuenta alguna presentación en algún lado, desviándonos muchísimo de la ruta de la gira. Tocamos en todas las ciudades en las que se podía tocar; estrechamos todas las manos que pudimos llegar a estrechar.
El esfuerzo dio sus frutos. Apuntalado por los hits "6th Avenue Heartache", "One Headlight" y "Three Marlenas", Bringing Down the Horse vendió 4 millones de placas en los Estados Unidos. Además, los Wallflowers ganaron dos Grammys en 1997 por "One Headlight", incluido el de Mejor Canción de Rock. Jakob, casado y padre de dos varones, ya había trascendido la categoría de hijo de Bob. (El y Paige, su esposa, tuvieron un tercer varón en septiembre. Por cuestiones de privacidad, el músico se negó a revelar en público los nombres de sus hijos.)
Pero Jakob se sentía incómodo con su éxito. Esto se debía, en parte, a cómo fue criado por Bob y Sara Dylan junto con sus hermanos mayores, Maria (del matrimonio anterior de Sara con Victor Lowndes), Jesse, Samuel y Anna. "No vivíamos con los discos de oro en nuestra casa", señala Jakob. "Cuando iba a casa de mis amigos, veía cómo sus padres hacían ostentación de todo lo que tuvieran para alardear, ahí, en el pasillo de entrada. Nosotros nunca tuvimos esas cosas. Se daba por entendido que no me tenían que deslumbrar."
Ward recuerda un momento significativo: "Después de recibir los Discos de Oro por Bringing Down the Horse en la House of Blues de Nueva Orleáns, Jakob me dijo: «No sé si quiero que sea disco de platino. Ojalá no pasemos de acá». Deseaba que no le dieran el Disco de Platino porque era algo demasiado cursi, demasiado comercial".
Por otra parte, Jakob comenzó a ver agujeros en sus canciones más reconocidas, lugares en los que, según afirma, "no se transmitía la idea que yo tenía. «One Headlight» fue totalmente mal-interpretada. En la última estrofa, hay un verso que dice: «Su muerte seguramente me está matando». La gente se lo pasaba preguntándome: «¿Quién murió?», y yo contestaba: «No, es una metáfora»". Para componer los temas de Breach, Jakob alquiló una casita en Los Angeles, la equipó como estudio para demos y estableció horarios de oficina, de 8 a 17, en busca de una nueva y clara voz en sus composiciones.
Y dio con ella en el último lugar en el que se le ocurrió fijarse: lo autobiográfico. En las canciones fundamentales de Breach -"I’ve Been Delivered" y "Hand Me Down"- Jakob se sumerge en sus orígenes y en las expectativas que estos acarrean; lo hace de manera figurada en el primero de los dos temas, y literalmente en el segundo ("Nunca vas a llegar a nada importante [...] ¿De dónde sacaste que ibas a ser suficiente?"). Vuelve a la superficie con algunos moretones, pero con fuerzas, y pulsa cuerdas universales en su afán de hacer frente a lo obvio. "Me hizo poner la piel de gallina", dice Jaffee acerca de la primera vez que escuchó "I’ve Been Delivered" en la consola de demos de Jakob. "De la canción brotaba una sinceridad impresionante. Metafóricamente, él puede estar en todas partes. Pero su expresión, los versos que canta... él está ahí detrás."
Andrew Slater, que es representante de los Wallflowers desde antes de que grabaran su primer disco y fue coproductor de Breach junto con el músico Michael Penn, también percibe honestidad y espontaneidad en la voz de Jakob. "Antes, había algo en su forma de fraseo, evitaba ciertos tipos de enunciación", dice Slater. "En este disco, Jakob estaba listo a enfrentar el micrófono. Si mientras cantaba le saltaba el adn, decía: «¡Es así, carajo!»."
Jakob se ríe cuando se le pregunta por el guiño que hace el título de "I’ve Been Delivered" al himno "Nothing Was Delivered", incluido en los Basement Tapes de su padre; da a entender que no lo hizo a propósito, pero deja lugar a la especulación.
-Antes yo censuraba lo que escribía, analizaba las referencias -confiesa-. Buscaba el cancionero para verificar que él no hubiera usado la palabra volquete. En cambio, cuando compuse "Hand Me Down", sabía que iban a decir que el tema hablaba de mí. Y decidí que no había ningún problema. En cambio, hace dos o tres años, habría tirado la canción a la basura.
Agrega que, por otra parte, "¿quién no sintió alguna vez que lo subestimaban un poco, que no le daban una oportunidad? ¿Quién no percibió una sombra por detrás, de la que no puede librarse? Es una canción que podría escribir cualquiera".
-Siempre me pareció que Jakob tenía voz propia -dice Richling con orgullo fraternal-. Uno ve a la gente que dice: "No es como su padre". Mi reacción es: "Vos tampoco, man. ¿Quién carajo sos vos para decir eso? Lo estás comparando con alguien que está en un nivel con el que no se puede comparar a nadie". Toda la presión que siente Jakob proviene de sí mismo. El sabe lo que es ser un grande. Jakob tiene su propio sistema de valoración.
"yo tenia un departamento en la Sexta Avenida", dice Jakob, levantando un brazo y señalando hacia el Este mientras toma café helado. Está sentado al aire libre, en el jardín de atrás de un bar en la zona de Manhattan llamada Chelsea, a unas cuadras de la Escuela de Diseño Parsons y del cuarto de estudiante donde, en 1988, escribió lo que considera su primera canción de verdad: "6th Avenue Heartache". Entonces, Jakob tenía 18 años y acababa de echar por la borda su carrera de arte después de haber estudiado apenas tres semanas en Parsons. "Me di cuenta de que quería componer canciones. También era muy consciente de que estaba empezando más tarde que muchos otros."
Jakob nació en Nueva York el 9 de diciembre de 1969. En aquella época, los Dylan vivían en un departamento ubicado en la calle MacDougal, cerca de Bleecker, que a principios de los 60 era el corazón de la esplendorosa escena folk del Greenwich Village. Poco después de nacido Jakob, el clan se mudó y se asentó en California tras breves estadías en Nuevo México y Arizona. Ya de vuelta en Nueva York, cuando decidió dejar la Escuela Parsons, Jakob paseó por las calles del Greenwich Village examinando los restos de una época que sólo conocía a través de los relatos familiares.
-Muchísimos chicos tienen curiosidad por caminar por el mismo lugar que caminaron sus padres -explica-. Las cosas que probablemente sean muy comunes para la gente que vive ahí, para mí eran apasionantes. Como cruzar el Washington Square Park y ver a un montón de desconocidos que cantaban "Under the Boardwalk". No venía pensando que me iba a encontrar con cosas fascinantes; desde el punto de vista cultural, ya no quedaba nada. Pero, sí, en las calles hay fantasmas. Es algo que se siente.
Bob y Sara Dylan se divorciaron en 1977. Jakob, que vivió con uno y con otro durante su adolescencia, habla de ambos con cariño y con celo; se cuida de no divulgar más de lo que, a su juicio, el mundo merece saber. De todas maneras, a pesar de la destreza con que timonea la intrincada cuestión de su padre, lo toma por sorpresa que se le pregunte por Sara y por los rasgos de ella que Jakob detecta en su propio carácter.
-Ese tema me resulta más difícil que el otro -dice, sonriente, después de meditar durante unos instantes-. Tiene mucha personalidad. Creo que no la afectaron las cosas que pasaban a su alrededor. Era demasiado fuerte, lo suficiente como para lidiar con esa vida que llevan otras "esposas de". Vi eso y me pareció valioso. Pienso que, cuanto menos se hable de las cosas, menos peligrosas se vuelven. "Tené cuidado con tal tipo. No adquieras tales hábitos…" No era necesario hablar de eso. Las cosas simplemente eran obvias.
Jakob terminó su educación formal a los tropezones: entre los 14 y los 16 años, su nota promedio fue 4. Le iba mejor en casa, donde aprendía música. Con sus hermanos mayores escuchaba punk británico -los Clash, Elvis Costello, los Buzzcocks- y esperaba discretamente que Bob le diera señales de aliento y de aceptación. Y esas señales eran sutiles, dice Jakob, "pero contundentes: decían mucho, con pocos decibeles". Un detalle tan simple como que Bob diera un vistazo a la contratapa de London Calling, de los Clash, adquiría suma trascendencia.
-Supongo que él no habría perdido ni un minuto en mirarla si le hubiera parecido pésima. Eso era lo que yo buscaba. Quería miguitas de pan para llegar a mi destino final. Y no quería preguntar. Quería descifrar una parte yo solo; de alguna manera, sentir que era de otra generación.
En Breach, Jakob demuestra su amor por la música de Costello con el tema "Murder 101", que recuerda a Attractions y en el que el mismo Costello participa en los coros.
Las giras de Bob Dylan fueron la segunda escuela de rock de Jakob. El guitarrista Mike Campbell, de Tom Petty and the Heartbreakers, que tocó tanto en Bringing... como en Breach, recuerda haber visto a Jakob en 1986, durante la gira de Bob con la banda de Petty. "Estábamos en Australia, y había dos o tres hijos de los músicos", dice Campbell. "Jakob se lo pasaba mirando, callado. No sé si alguna vez, en aquel entonces, le dije más que «Hola». Pero él prestaba mucha atención a todo lo que pasaba."
-Siempre salíamos -dice Jakob acerca de las giras de su padre. No conserva recuerdos precisos de los recitales del 74 con The Band, y retiene apenas vagas imágenes del circo de Rolling Thunder de los años 75 y 76. En cambio, guarda vívidamente en la memoria la gira Europa 84.
-Empecé a ver cómo algunas personas que yo admiraba mucho reaccionaban ante el hecho de conocerlo [a Bob Dylan]. Prefiero no dar nombres. Eran mis héroes, y de repente los veía derretirse por el suelo. Eso lo viví miles de veces. -Y agrega-: Empecé a dilucidar por qué. Además de ser uno de mis padres, era una persona que venía dedicándose a esto a muy gran escala, desde mucho tiempo antes. Yo eso lo sabía, pero de pronto lo descubrí, no desde el lugar de un familiar, sino como estudiante de música. Las canciones de él significaban tantas cosas para tanta gente… Y, de cualquier manera, si tu papá fabricaba una mesita y la ponía en el comedor, sin duda te encantaba. No te importaba lo que significaba; tu papá había fabricado una mesa. Para mí, esas canciones eran como muebles de la casa.
Ahora que Jakob se siente satisfecho con sus propios logros como para explayarse en público acerca de su padre, recurre a la analogía de una empresa familiar -"trabajar con autos, tener una ferretería"- para explicar sus ganas de componer. "¿Cuántos hijos hacen exactamente lo mismo que sus padres?", pregunta. "Yo quería el ruido que hacen los amplificadores cuando se prenden; quería ver mi living lleno de cables. Me encantaba la sensación de ir en ómnibus. Todo eso lo había tenido desde chico, y la única forma de conservarlo era haciéndolo yo mismo."
Diez años después de aquella gira por Australia en 1997, Campbell volvió a ver a Jakob en la ruta cuando los Wallflowers fueron teloneros de Petty en el Fillmore de San Francisco.
-Jakob llegó a la prueba de sonido -cuenta Campbell- y lo primero que dijo fue: "Quiero darte las gracias por haberme dado una carrera gracias a tu yeite de guitarra" [el de "6th Avenue Heartache"]. Fue muy tierno. Yo le sonreí y le contesté: "Te está yendo bien por tus propios medios".
andrew slater conocio a jakob en 1987, mientras producía Sentimental Hygiene, de Warren Zevon, y Bob Dylan fue al estudio para tocar la armónica en un tema.
-Llegó con un chico -recuerda Slater-. Le dije: "Hola. Soy Andy", y él me dijo: "Hola. Yo soy Jakob. Tengo un grupo". Entonces, a los 17 años, tocaba la guitarra rítmica en una bandita de garaje llamada los Bootheels, junto con el futuro wallflower Tobi Miller.
Tres años después, por medio de una amiga, Slater escuchó una cinta de un grupo: los Apples. Cuando fue a una fiesta a verlos tocar, se sorprendió de encontrar a Jakob al micrófono.
-Tenía el pelo largo con raya al medio. Uno de los tipos más llamativos que vi en mi vida -dice Slater-. Su voz era espectacular. -Notó que el cantante era un poco cauto y retraído.- Daba la sensación de no querer que nadie supiera lo que hacía -comenta Slater-. Sólo cuando me hice el indiferente... En la fiesta había otro tipo que tenía un grupo. Le dije: "Vayamos al estudio". Fue entonces cuando Jakob reaccionó y dijo: "Bueno, yo tengo unos temas...".
Jakob describe las sensaciones encontradas que tenía en esa época -una devoción fervorosa por escribir canciones; una renuencia perversa a tocarlas delante de alguien- así:
-No le encontraba ningún encanto a ser una porquería. No me creía muy bueno. Quería ser mejor.
Por entonces vivía en la casa de su madre, en el garaje. Tenía una guitarra y un amplificador. Otro miembro de los Apples entregaba comida china a domicilio. Cuando Jakob necesitaba dinero, tomaba el puesto de ese apple. Aparte de esos casos, nunca trabajó de nada que no fuera componer canciones.
-No me interesaba ser original -dice, contundente-. Es importante estudiar. Así podés expandirse y tener tu propia personalidad.
Jakob menciona una y otra vez a Costello y a Westerberg, y también a Leonard Cohen, Tom Waits y Neil Young, como figuras que le infunden respeto e inspiración. De gira, en 1992, los Wallflowers tocaban una versión de "The Weight", el tema de The Band.
Tanto Slater como los demás Wallflowers alaban la ética de trabajo de Jakob y la extrema resistencia que opuso desde el principio a aprovecharse de los contactos de su familia. Slater asistió a uno de los primeros ensayos de la banda, en un tugurio de medio pelo llamado Fortress Studios.
-La peor cagada de Los Angeles: 5 dólares por hora de alquiler -recuerda-. Yo pensaba: "Mirá a este tipo, que evidentemente tiene acceso lo que quiera en cualquier sala de ensayo, y está en este antro. Qué bueno".
Otra anécdota: Durante las dos primeras semanas que Jaffee pasó con los Wallflowers, ni siquiera supo el apellido de Jakob.
-Nada más me dijo que se llamaba Jake -dice Jaffee-. Yo no me preocupaba por los apellidos. No me importaba.
Pronto comprendió de dónde provenía el bajo perfil de Jakob. En las primeras giras de los Wallflowers aparecieron los fans de Dylan, hippies locos con cartas de veinte páginas para que Jakob se las diera a su papá.
-¿Te pensás que venían las chicas? -pregunta Jaffee-. ¿Gente de nuestra edad? Para nada.
Ante semejante atención, Jakob reaccionó anhelando el anonimato. Su cara y su nombre no salieron en la tapa ni en la contratapa de The Wallflowers ni de Bringing..., sino sólo en los libritos internos. "Dije: «Que no aparezca mi nombre»", reconoce. "Empecé a tener fama de tipo difícil e inmanejable."
-Me enteré de esa fama -dice Tom Whalley, presidente de Interscope/ Geffen/a&m, que contrató a los Wallflowers en 1995-. Pero, una vez que tuve la oportunidad de hablar con él y ver de dónde venía, le di la razón. Luego, cuando el apellido Dylan pasó a ser parte del asunto, y no el asunto en sí; una vez que la gente quiso escuchar las canciones de Jakob, él empezó a sentirse mucho más cómodo.
-No soy tan difícil -insiste Jakob- . Si me hacen preguntas inteligentes, doy respuestas inteligentes. Pero me hacían preguntas ridículas: ¿Por qué me puse el apellido Dylan? Bueno, era el que más me gustaba. [Su padre, cuyo nombre de nacimiento es Robert Allen Zimmerman, se cambió legalmente el apellido por Dylan en 1962.]
El mejor ejemplo del orgullo que siente Jakob por su papá y por su apellido son sus comentarios sobre la alarma sembrada por el problema de salud que sufrió Dylan en 1997. El 25 de mayo de ese año, el día después de que cumpliera 56, internaron a Bob en un hospital de Nueva York por una afección cardíaca grave, y los diarios dieron el alerta obituario. Jakob estaba de gira por Europa cuando le llegó la noticia. "Sin entrar demasiado en detalles, me aseguraron que no se justificaba que yo volviera", recuerda. Bob se recuperó, y para agosto incluso se había incorporado en la gira. En noviembre, Bob y los Wallflowers compartieron cartel por primera vez, en un recital privado que dieron en San José, California, para los empleados de Applied Materials, una empresa de Silicon Valley.
-Todos entraron en pánico -continúa Jakob-. De repente se imaginaron un mundo sin él. Y mi sensación fue: "¡Debería darles vergüenza! ¿Piensan que van a tener a esta gente toda la vida? Tendrían que estar orgullosos de estar vivos durante la misma época en que vive esta persona". Y él sigue trabajando. Tal vez no se entienda qué rumbo tomó, pero, bueno, nunca lo entendieron en su momento. El siempre estuvo adelantado. Sentí mucha vergüenza por la gente. ¿Qué se pensaban? Esto no dura para siempre.
sigue la promocion. cinco dias después de la grabación de First Listen con los Wallflowers, Jakob y Michael Ward vuelven a los estudios de mtv para aparecer en Total Request Live. Presentan el estreno mundial del video de "Sleepwalker", el primer corte de Breach. El bloque no dura más de cinco minutos y sale al aire insertado entre unos videos de Papa Roach y del grupo prefabricado 2Gether, y una secuencia de moda filmada en Times Square, con dos fans disfrazados como sus estrellas pop preferidas: Britney Spears y Justin Timberlake, de ’N Sync.
Jakob graba haciendo gala de un humor tranquilo. "Estamos aprendiendo a levantar el ánimo", le dice a Daly para presentar el clip de "Sleepwalker", una parodia de los videos de música pop en la que Jakob atraviesa una serie de exageradas escenas de artistas ofendidos y chicas hermosas. Pero, ya lejos de los chillidos de los fans que asistieron a la grabación de Total Request Live, demorándose en tomar su café helado en aquel jardín de Chelsea, Jakob analiza su éxito desde un punto de vista más crítico. Entiende -con una profundidad que jamás alcanzarían muchos de sus pares- la diferencia que existe entre vender discos y hacer historia.
-Después de las cosas que vi, las cosas que experimenté... no estoy tan impresionado por mí -asegura, con voz grave y serena. No parece hacerse el humilde ni compadecerse de sí mismo. Tampoco lo dice en chiste.- Uno quiere hacer algo que dure. Uno quiere hacer algo que le llegue, de alguna manera importante, a la gente. No quiero entretener. No quiero llenar un hueco. Creo que tengo una oportunidad -insiste, con una urgencia fortificada por sus penetrantes ojos de rayos láser azules-. La posición me la gané. Puedo hacer algo a partir de ella o puedo hacerla pedazos. Todos tienen algo que superar. Yo quiero ser un gran compositor. Tal vez lo que tengo que superar sea este concepto de mí. Tengo que creer en que hay personas a las que no les importa dónde me crié, ni de qué forma me crié, ni cómo eran mis padres…
A Jakob se le dibuja una sonrisa -amplísima- cuando se le pregunta qué pasaría si sus hijos, a su vez, siguieran sus pasos en la actividad familiar.
-Digámoslo así: no me parece comparable -ríe con una carcajada-. Les adelanto que trabajar a mi sombra no va a ser tan jodido.
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