Con nombre y apellido
Noche de vernissage triple en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat, el museo moderno de Puerto Madero. Inauguraban las muestras Alicia, de Pat Andrea, y Ciudades de América, de Facundo de Zuviría, y Universos de moda, curada por la diseñadora Vicky Salías. La muestra de indumentaria, al reunir el trabajo de 15 diseñadores locales, fue la que más caras conocidas convocó. Entre otros, ahí estaban Mariana Dappiano, Cecilia Gadea, Laura Valenzuela y Marcelo Senra.
Empezaron con un té en el café del museo. Y se reconfirmó esa idea de que la comida y la moda no se llevan del todo bien: aunque había tostadas, alfajores y sándwiches, la mayoría de los diseñadores se conformó con jugo de naranja. Quizá no se acercaron al banquete por los nervios de tener que mostrar a los invitados sus garabatos y mesas de inspiración, donde había desde libros de botánica hasta discos de rock.
Mientras los diseñadores se agrupaban para una foto estilo colegial, Gadea convenció a todos de ir a festejar a Dadá, el restaurante de Retiro. Pero el contingente se fue dispersando entre los brindis de las dos muestras y el plan casi perece. Finalmente, todos terminaron cumpliendo con la cita porque Dappiano, que llegó primera, subió a Instagram fotos de la comida.
El fin del mundo llegó. ¿Sos feliz?, es una de las ideas que quedan flotando tras cada presentación de Dos mil sin cuenta, la econovela de Katja Alemann, que ya presentó, con delicias y baile, en Mar del Plata (en el Bosque Peralta Ramos) y en el Tigre (en las inmediaciones del bulevar). Comprometida con el ambientalismo a través de la ONG que dirige, Reciclarte (reciclarte.com, que propone "reflexionar, a través del entretenimiento y la cultura, sobre hábitos de consumo y descarte"), persigue también el reciclado de ideas. Así, sus presentaciones agrupan artistas, intelectuales y ambientalistas, que en cierto punto se identifican con la pequeña comunidad variopinta de la novela, agobiada por el cambio climático y el agotamiento de los recursos naturales. Y desde que comenzó su cruzada anda siempre escoltada por una patrulla de sirenas contaminadas (con trajes hechos de desechos que no lo son tanto), especie de promotoras ecológicas.
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