
Con herencia de trovador
Camilo Parodi: el hijo de Teresa, que sigue el camino musical de su madre, presenta mañana su primer disco.
El DNI revela que tiene 28 años, se llama Camilo Parodi y nació en Corrientes. No dice nada de su oficio de cantautor. Ni que su madre es una cantora llamada Teresa. Tampoco dice nada de la poesía. Y mucho menos que su primer disco "A beber del viejo amor", una apuesta a nuevas composiciones, editadas por el sello independiente Latinum, será presentado durante cuatro jueves en Oliverio Allways, donde participarán el "Mono" Fontana, Raúl Carnota, César Franov, Chany Suárez y Teresa Parodi.
Desde que tiene uso de razón todo fue música en su vida. Se le reveló como una eterna compañera cuando acompañaba a su madre. "De chiquito la seguía y cumplí muchas tareas, desde manejar la camioneta, plomear, hacer el sonido, las luces, y hasta manager. Así conocí el oficio y el camino de la música popular".
Acompañó a múltiples artistas, pero hace cuatro años se gestó el milagro de la creación. Las páginas en blanco fueron pequeñas historias primero. Y después canciones.
Sostiene, casi con gesto de maravilla, que las palabras se hicieron un río que salió por su boca casi a borbotones. Y, sin saberlo bien, un buen día se encontró en un estudio de grabación, contando esas historias junto a una guitarra y las melodías que de ella brotaban. Y rompió con el secreto.
"Los Parodi somos muy reservados. Pasó mucho tiempo hasta que le mostré algo a mi vieja. Pero mi trabajo esencialmente es el mismo que el de mi madre. Ella es una trovadora latinoamericana y yo, también. Somos gente que tiene una guitarra en la mano y cosas para decir. Lo que pasa es que mi arte tiene que ver con mis cosas y ahí esta la diferencia. Pero la esencia es la misma. Yo aprendí de su mano", dice en un tono cálido.
En tres días, Camilo Parodi concibió un trabajo milagroso para estos tiempos. "A beber del viejo amor", es una radiografía del compositor que es y quiere ser. Allí esta la poesía, esa que se apila en su mesa de luz, y la influencia de sus mayores, Violeta Parra y Alfredo Zitarrosa. Está la identidad de un continente que asoma en estilos y en un paisaje partido entre la tierra natal y Buenos Aires, donde vivió más de la mitad de su existencia.
"Yo soy eso, un aire de todo lo que fui escuchando, como la trova cubana y brasileña, y todo lo que fui descubriendo en el camino. El despertar a las palabras, porque tenemos un lenguaje casi infinito y el descubrimiento permanente -se define-. Porque en definitiva trovar es buscar, y si alguien me pregunta cuál es mi profesión le diría que soy hacedor de canciones."