Cómo ser un ídolo y no morir en el intento
Desde Puerto Rico, La Nación cuenta la estrategia con la que Ricky Martin aspira a convertirse en el número uno.
SAN JUAN, Puerto Rico.- Ricky Martin tiene como meta llegar a ser el cantante latino número uno en el año 2000. Y aunque la tarea le demande sudor y lágrimas, parece empecinado en alcanzar esa cima.
Cueste lo que cueste: si hay que sonreír 24 horas, sonríe. Si hay que contestar las mismas preguntas a 400 periodistas (que lo esperan para hablar del lanzamiento mundial de su nueva producción, "Vuelve"), las contesta. Si hay que ensayar a medianoche, después de un intenso día, ensaya. Si hay que cambiarse mil veces de vestuario para lucir impecable y sobrio, se cambia. Si hay que encontrar un título del disco que se adecue a todos idiomas, lo encuentra ("Vuelve es fácil de pronunciar en todas las lenguas", bromea -¿bromea?- el cantante durante el lanzamiento mundial de su nuevo disco). Si hay que hacer la canción para el Mundial de fútbol de Francia con algunos rastros de su hit "María", lo hace.
Ricky Martin (que cantará en Buenos Aires en la cancha de Vélez el 24 de abril) sabe que sólo le quedan dos años para cruzar la meta. Quizá por eso no escatima recursos. Detrás, delante y al lado de él, un ejército de apuntaladores está pendiente de que todo se encamine, sin desvíos, hacia su propia cúspide.
Todo un batallón
Entre ellos, Angelo Medina, su representante y manager; Robi Rosa, su viejo compañero de "Menudo" y alma máter de este nuevo material, y Joselo Vega, su sombra y asistente personal. Y además, un silencioso batallón de productores, peinadores, vestuaristas, camarógrafos y fotógrafos que no dejan nada librado al azar de la espontaneidad.
De hecho, "no repite nunca un vestuario", como sintetiza Vega en un reportaje sobre la imagen de Ricky. Y es verdad. Para la sesión de fotos publicitarias; para las entrevistas de cinco minutos; para la entrega de premios; para la conferencia de prensa; para el show; para la fiesta privada, más tarde, en un edificio del Viejo San Juan; para cada una de ellas, en definitiva, Ricky se enfunda en alguno de los carísimos diseños de sus favoritos (llámese Giorgio Armani, Dolce & Gabbana, Prada, Jean-Paul Gautier, Donna Karan, Gucci y Yoshi Yamamoto). Y se presta apenas diez minutos para las fotos públicas, con su mejor sonrisa y su mejor perfil.
En medio de ese obsesivo engranaje, las palabras del cantante boricua suenan precisas, justas, medidas. ""A medio vivir" nació de un momento muy intenso de mi vida. "Vuelve", en cambio, es un reflejo de lo que soy ahora, de mi crecimiento, mi madurez...", explica ante los 400 periodistas de todo el mundo que congregó en su tierra natal.
Ahora, con jopo
Y su aspecto no lo contradice. El pelo ya no luce largo como en otros tiempos ni desflecado como en "A medio vivir". Hoy lo lleva bien corto, con un jopo que se levanta tieso hacia atrás, sin peligro de tambalear. Como él.
El salón Caribean del hotel Conquistador, donde realiza la conferencia de prensa, queda chico para tanta gente. Hay periodistas, fotógrafos y camarógrafos, pero también fanáticas vestidas como para la gala del siglo, con trajes largos y strass. Y él, sin rastros de cansancio, les contesta a todos por igual.
A los periodistas, les informa: "Elegí Puerto Rico para el lanzamiento porque quiero que me entiendan: a mí, a mi música, a mi tierra y a mi gente. Vuelve tiene mucho que ver con Puerto Rico". Y también que no teme cantar en medio del estadio parisiense, para la inauguración del próximo Mundial: "Siempre digo que, desde que empecé mi carrera, hace quince años, he tenido la oportunidad de cantar ante miles de personas y también ante quince. Lo importante es la actitud en el escenario. Yo me tengo que enfocar en la música. Pero creo que caeré en la cuenta cuando caiga en la cama esa noche. Pero estoy preparado".
A las fanáticas, en cambio, les agradece los elogios sobre su voz, sobre sus canciones, sobre su carrera en ascenso. Y a una de ellas, en especial, que le cuenta que como es lisiada no puede asistir a sus conciertos, le promete que la ubicarán en la zona que queda entre el escenario y el público.
En la hora que se presta a las preguntas multitudinarias, también aprovecha para explicar cómo fue su encuentro con el papa Juan Pablo II: "Muy especial. Yo soy católico, y realmente necesitaba, en ese momento de mi vida, un encuentro con una persona de esa calidad".
Y también para distanciarse, elegantemente, de sus posibles enemigos en el trono del éxito: "¿Qué tengo yo que me diferencie de Luis Miguel y de Enrique Iglesias? No hace falta que lo conteste, eso lo decide la gente", dice para ganarse el aplauso del centenar de fanáticos que comparte la conferencia de prensa.
Con el tiempo cumplido, el cantante boricua se despide gentilmente para seguir con la maratón de entrevistas personales de escasos y estrictos cinco minutos. Los pasillos de su habitación están atestados de gente con grabador en mano. Y su habitación está atestada de quienes supervisan su imagen.
Pura sonrisa
Para cuando La Nación ingresa, el muchacho apenas puede sonreír, pero sonríe. Y parece realmente agotado de saludar con sus dos besos característicos a tanto periodista. De todas maneras, es lo que hay que hacer. Se sienta entonces en el sillón de mimbre, rodeado de las fotos de promoción, y admite: "Hago todo esto porque quiero ser el número uno y para eso hay que trabajar. Con 45 minutos en soledad por día, me alcanza. Ese es el tiempo necesario para que mi corazón y mi mente se conecten. No necesito más que eso".
Puede ser. Lo cierto es que el resto del tiempo todavía le quedan muchos "hay que hacer" en su apretada agenda de actividades: los conciertos, las fiestas privadas, la cena con su manager, el saludo a las fans que se instalan en la puerta del hotel, las giras, más entrevistas, más promociones, más sonrisas y más cambios de ropa. Mientras tanto, él parece dispuesto correr, los 22 meses que quedan por delante, para vencer en la meta del 2000.
Ricky Martin jugó de local antes de cantarle al fútbol
Gol: el primer show de presentación de su nuevo CD, en Puerto Rico, fue la antesala de su debut musical en el Mundial.
SANJUAN, Puerto Rico.- Los entendidos dicen que jugar de local da ventaja. Y Ricky Martin lo sabe. De hecho, no sólo eligió su tierra natal para el lanzamiento mundial de su nueva producción, "Vuelve", sino también para que el resto del mundo, invitado a su propia fiesta, lo viera jugando en terreno conocido.
Los puertorriqueños parecen agradecer esta vuelta al pago caribeño después de tres años de ausencia. Ya en octubre último agotaron las 40 mil entradas que permite la capacidad del estadio Hiram Bithorn, en cada una de las dos funciones que dio el muchacho como inicio de esta gira mundial.
Y no son sólo chicas, enamoradas de ese muchacho que abandonó Puerto Rico a los 12 años, montado en el éxito de Menudo. El público que se amontona en la cancha de béisbol es lo suficientemente heterogéneo como para no ser catalogado: hay adolescentes, hombres, mujeres, niños y abuelas. En pocas palabras, puertorriqueños que quieren ver a ese compatriota que hoy es reconocido en casi todo el mundo.
Como demostración de cariño, tampoco despliegan gritos histéricos, ni letreros de amor, ni remeras con la cara del cantante estampada, ni inscripciones con el nombre del chico que alguna vez se llamó Enrique Martín Morales. Despliegan banderas. Banderas puertorriqueñas, para ser más exactos, que se agitan al ritmo de cada uno de los temas que canta el muchacho, aun cuando se trata de canciones románticas.
Tranquilo entonces, y desde muy temprano, el público se ubica en las sillas distribuidas en todo el campo, a la espera de este show inaugural que luego se repetirá en 80 países de todo el mundo, desde Japón y Corea hasta la cancha de Vélez, en la Argentina, el próximo 24 de abril. Y engaña el tiempo con las más variadas ofertas de bebidas y comidas que se sirven a los costados. Es que, como si se tratara de una megaexposición gastronómica, la cancha está plagada de carteles y locales de los 21 sponsors de esta presentación. Pero no se trata sólo de bebidas alcohólicas, gaseosas y cadenas de comidas rápidas. También hay letreros de la oficina de turismo de Puerto Rico, y hasta enormes globos inflados de alguna marca de autos.
Sólo el paso de Robi Rosa, viejo compañero de Ricky en Menudo y alma máter de este nuevo material (compuso 9 de los 14 temas de "Vuelve"), altera la calma del público. Enfundado en una camisa de la policía norteamericana y con su hijo a cuestas, el ahora compositor desfila entre la gente como para tantear que su popularidad sigue intacta aun cuando hoy se mueva a la sombra del cantante.
Un extraterrestre boricua
Todo parece cerrar, como en un cuento redondo. El obsesivo cuidado de la imagen de Ricky Martin se proyecta también al escenario, una rara mezcla de arquitectura futurista plateada con reminiscencias griegas, diseñado en Inglaterra por Atomic Design, los responsables del megaespectáculo de los Rolling Stones.
Cerca de las 21, las dos pantallas ubicadas a ambos lados del escenario toman un color bordó con las ya remanidas inscripciones: "Ricky Martin, el artista del nuevo milenio". Y a tono con ese nuevo concepto, las imágenes animadas que se proyectan muestran la extraña conversión de unas criaturas de mar en una nave espacial que, después de dar vueltas al mundo entero, llega a Puerto Rico y choca exactamente con la parte posterior del escenario. Justo en ese momento, juego de luces mediante y como salido de esa nave virtual, Ricky Martin aparece en escena, vestido con uno de sus típicos fracs, del mismo tono que la escenografía.
El modelo no durará mucho. Como en un desfile de modas, apenas conservará su atuendo durante cinco temas, el tiempo suficiente como para que el sudor no arruine su imagen. En la hora y media exacta que dura el show, el cantante se cambiará seis veces, y lucirá desde la clásica camiseta blanca ajustada que marca sus bíceps hasta la camisa desabrochada en el ombligo que evidentemente hace suspirar a sus fans.
Pero antes amaga con transpirar y despeinarse, aunque nada de eso ocurra. Suenan los primeros compases de "La copa de la vida", el tema que seguramente agotará los oídos de los fanáticos seguidores del Mundial de Fútbol Francia 98. Y de cada lado del escenario se levantan tres muñecos inflables, rojos, amarillos y verdes, que se agitan al ritmo de la deportiva canción. Ricky Martin se mueve en lo alto de la escalera, inalcanzable todavía para los fanáticos, que ya están de pie, agitando las banderas boricuas.
Y como para que el movimiento de su público no se apague, el cantante engancha enseguida con "María", el hit que hizo bailar a las argentinas en la 9 de Julio y a 7000 franceses en el teatro Zenith de París. "Gracias por dejarme ser profeta en mi tierra. Les juro que voy a dejar mi alma en este escenario", promete en sus primeras palabras, antes de seducir a sus fans con "Bombón de azúcar" y "Te extraño, te olvido, te amo".
Los gritos cesan. Ricky Martin se pone serio, en el centro del escenario. "Esta canción es catártica -sugiere en tono melancólico-. Renato Russo la escribió unos pocos meses antes de morir de SIDA. Quiero que la escuchen, se llama "Gracias por pensar en mí", dice antes de entonar este tema que se incluye en su nuevo material.
Digno de Hércules
Las luces se oscurecen. Detrás del escenario se corre un telón con un paisaje griego, a los costados se levantan unas extrañas columnas y en las pantallas aparecen las imágenes de la película "Hércules". Suena entonces "No importa la distancia", el tema que grabó Ricky en castellano para el film de Disney y que ahora aparece en "Vuelve".
De allí en más, el cantante alterará no sólo su vestuario, sino también los temas de su nuevo disco con los ya conocidos del anterior, "A medio vivir". Con su mejor perfil en las pantallas, el mismo que muestra en todas las fotos, les pide a sus fans que se pongan de pie para entonar "Marcia baila", una canción que tiene veinte años y que adaptó para su nuevo material. Y luego los vuelve a hacer sentar con "Casi un bolero", "Nada es imposible", "Volverás", "Perdido sin ti", "Hagamos el amor", "Lola Lola" "Así es la vida" y "A medio vivir".
Ya falta poco. El estadio vuelve a ponerse de pie con "La bomba", que según apuesta Ricky Martin será el sucesor de "María", y con "Por arriba y por abajo", un tema movido, con la suficiente carga sexual como para que las chicas griten y se muevan al ritmo del boricua que las seduce. Y que se aleja por la escalera hasta desaparecer.
El grito para el bis suena obvio: "Vuelve", le piden unas pocas veces. Y él, con otra ropa, por supuesto, vuelve. Y canta, a tono con las reiteraciones, "Vuelve" (el tema de Franco de Vita que da nombre al nuevo disco), rodeado esta vez por 35 mujeres vestidas de negro que ofician de coro y que, sumadas a los 14 músicos que acompañan al cantante, desbordan el escenario. Y todavía falta que se agreguen unos bailarines en zancos que se moverán al ritmo del remix de "María" y de "Corazonado", otra de las nuevas canciones de su último álbum.
Todo cierra, como en un cuento. Los muñecos bailarines inflables vuelven a escena. Y Ricky desaparece mientras suena el himno del próximo Mundial. Pero el cantante no se remonta en la nave extraterrestre que supuestamente lo trajo a su isla.
Mientras el cielo se inunda de una lluvia de fuegos artificiales, él, un poco más humano y hasta transpirado, sale por detrás del escenario envuelto en una toalla, dispuesto a seguir con su apretada agenda de actividades, que terminará cerca de las cuatro de la madrugada, siempre con la eterna sonrisa que lleva puesta, como quien está convencido de que ya ganó el primer partido que lo hará campeón en el próximo milenio.
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