Fernando Salem dice ser fan de El Mató a un Policía Motorizado y se nota. Mucho. Mientras charlamos con él para que cuente cómo fue que Santiago Motorizado terminó componiendo la banda sonora de su flamante segunda película, La muerte no existe, el amor tampoco, este joven director argentino (creador, entre otras cosas, de Zamba, aquel dibujo animado pop que se convirtió en la cara de Paka Paka) dirá que cuando fue a la casa del cantante, en La Plata, fue "como ir a Graceland", que "Santi es el próximo Santaolalla" y que todavía no puede creer que intercambia mensajes de WhatsApp con alguien a quien admira tanto. "Fue difícil decirle qué es lo que yo pretendía de él, porque lo admiro y cualquier cosa que hiciera me iba a parecer que estaba bien, pero tampoco quería que se notara mucho que era su fan", dice.
La muerte no existe, el amor tampoco, basada en la novela Agosto, de Romina Paula, se estrenó a principios de mes, pero durante todos los sábados de febrero se exhibirá en el Malba. "Estamos viendo de hacer alguna función con música en vivo. Al director del museo, Fernando Martín Peña, también le gusta la música de Santiago y se copó con la idea. Ojalá se dé", se entusiasma Salem.
Desde que el comenzó a trabajar en esta película, cuatro años atrás, Salem siempre tuvo a El Mató a un Policía Motorizado musicalizando cada escena en su cabeza. "La novela es muy melancólica y tiene bastantes referencias a los 90, y las canciones de El Mató me acompañaron durante todo el proceso de adaptación del libro. Ese sonido noventoso y triste de la banda, con muchas texturas y un lenguaje poético muy personal, enseguida se ensambló con las imágenes. De hecho, usé temas como ‘El magnetismo’ como referencia para las escenas, bastante antes de conocer a Santi".
De todas formas, contar con la colaboración del cantante de El Mató no fue tan sencillo. "Lo traté de contactar, pero se me hizo bastante cuesta arriba. Le mandé varios mails y WhatsApp y no me contestó. Me animé a llamarlo directamente, pero tampoco atendió. Hasta que un día me llamó y me comentó que no me había respondido porque tenía dudas de hacerlo, que nunca había hecho algo así. Entonces me fui hasta su casa con el crudo de la película. Sentía que se la tenía que vender ahí, era en ese momento o nunca. Santi estaba medio engripado y me escuchó un largo rato sin moverse ni decir nada. Hasta que me la jugué y le dije: ‘Un poco la película dice que la vida no tiene sentido, pero que hay algo en el amor que nos puede salvar’. Me miró y me dijo: ‘Eso me copa’. Fue su primer gesto de aceptación y después ya se enganchó".
Salem se imaginaba un soundtrack guitarrero, pero Santiago le confesó que "se sentía más blandito" y que había pensado meter más sintetizadores. "Laburamos escena por escena y le hice un Excel con todos los momentos que tenía pensado musicalizar, incluyendo cuál era la idea central de cada uno. Eso le sirvió de guía y después también me propuso ponerle música a otras escenas. Para mí, él es como el próximo Santaolalla".
Los títulos de cierre de La muerte no existe, el amor tampoco se llevan la sorpresa del soundtrack. "Es una canción popular española ("En qué nos parecemos"), que trajo Susana Pampín al ensayo", cuenta el director en alusión a la actriz a cargo del papel de la madre de la amiga de la protagonista. "Hay una versión de Leda Valladares y también una de María Elena Walsh y Susana la canta en una escena muy emotiva. Entonces como extra, le conté a Santiago que estaba este tema y que podía resignificar la historia en el final, como una idea de esperanza. Me dijo que le costó sacarla, pero la terminó haciendo con mucho sentimiento. Ahí toca el piano Ulises Conti", concluye Salem.
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