El director Nick Fenton cuenta cómo trasladó la última gira de la cantante islandesa a la pantalla
En 2010, Björk comenzó a pergeñar el que fue quizás su proyecto más complejo a la fecha. Lejos de quedarse con la idea de un nuevo disco de estudio, la cantante islandesa planteó una propuesta multimedia con el eje puesto en las interconexiones que existen entre todos los seres vivos. Así nació Biophilia, un frankenstein creativo compuesto por aplicaciones interactivas para iPad, una página web, un álbum de canciones y una serie de conciertos temáticos. La gira de lanzamiento del proyecto incluía no sólo la presentación en vivo del nuevo repertorio, sino también una serie de "residencias" en algunas ciudades (entre las que estuvo Buenos Aires, en 2012), en las que una muestra ayudaba a profundizar el concepto motriz de todo ese esfuerzo.
Tres años más tarde, después de un año y medio de nomadismo, Björk cerró el ciclo con un show en Alexandra Palace de Londres, y decidió registrar en fílmico este concierto. La tarea cayó en manos de Peter Strickland y Nick Fenton, que tuvieron que ingeniárselas para no claudicar ante una propuesta excesivamente visual: un escenario circular plantado en el medio de la platea, coronado por pantallas de alta definición, y una serie de instrumentos extremadamente exóticos, como un sintetizador con bobinas de Tesla, un órgano tubular intervenido vía MIDI, y un híbrido entre péndulo y arpa que crea patrones musicales a partir de la fuerza gravitatoria terrestre. Ante este panorama, los cineastas no buscaron la reproducción fiel, sino que, casi en respuesta al estímulo, utilizaron el show como plataforma de algo nuevo. Como resultado, Biophilia Live (que se proyecta desde este viernes 24 en BAMA Cine Arte) continúa la lógica del universo expandido, que mantiene puntos de contacto con el original, a la par que desarrolla su propio concepto, como explica el propio Fenton.
La película es el registro de un show bastante atípico. ¿Cuál fue el mayor desafío con el que se encontraron?
Sabíamos que iba a ser la filmación de un recital, así que tratamos de que fuera lo más diferente posible al resto. Peter estuvo en contacto con Björk desde mucho tiempo antes de grabar, para definir el concepto de lo que íbamos a hacer. Ellos discutieron más sobre gustos en común, como sus colecciones de discos y sus preferencias musicales y artísticas. Se habló de eso más que de lo que la película tenía que ser en sí, pero tuvimos la suerte de tener un director de fotografía asombroso llamado Brett Turnbull, que se encargó de que tuviéramos bastante con lo que jugar a la hora de hacer el montaje.
¿Cuáles eran las premisas para hacer que no fuera una película en vivo del montón?
No es un género malo de por sí. Hay clásicos brillantes que se hicieron a lo largo de todos estos años y que lograron ser una ventana hacia un período en particular y la música que había en ese entonces. Son obras muy especiales y particulares pero no buscamos emularlas en ningún sentido, sino que tuvimos la intención de crear algo único. Biophilia en su conjunto es un proyecto muy ambicioso, y quisimos hacerle justicia a todo eso.
La puesta en escena de esos shows rompía con los estándares de un concierto tradicional. ¿Fue difícil tratar de reproducir esa dinámica en la pantalla?
Lo fue, y demasiado. Cuando emprendés algo así, tenés que tratar de ser lo más invisible que puedas. Björk tenía un escenario circular, así que todas las cámaras estaban apuntándose entre sí, y por eso creo que Brett hizo un trabajo increíble, porque logró esconderlas tanto a ellas como al propio público. Eso nos permitió crear un espacio alternativo alrededor del escenario y trasladar la acción a otros entornos, como debajo de un microscopio o sumergidos en el agua. Una vez que nos dimos cuenta de que no teníamos que quedarnos atados a la situación del show en sí, el proceso se simplificó y se hizo más divertido, porque nos permitimos jugar con la realidad. Probablemente la inspiración haya venido de consumir mucho café y de la falta de sueño, ja. Björk tiene un gran sentido del humor, y confió ampliamente en lo que nosotros éramos capaces de hacer, así que era la oportunidad ideal para hacer algo surrealista. Cuando tenés colaboradores así, tu mente se libera sola.
¿Ella les dio libertad absoluta para hacer lo que quisieran?
Sí, era una gran responsabilidad pero nos la tomamos muy en serio. Al mismo tiempo, no podés dejar que esa responsabilidad restrinja a tus ideas. Le enviamos pruebas de algunos temas a medida que los terminábamos, y también algunas versiones alternativas de la película a medida que nos acercábamos a un montaje que nos dejara conformes a Peter y a mí. Mantuvimos algunas charlas vía Skype en las que hubo críticas y elogios, hasta llegar a la versión definitiva de la película.
Todo el proyecto de Biophilia se basa en la hipótesis de que existe un vínculo único entre todos los seres vivos del planeta. ¿Coincidís con ese concepto o era algo del show que te resultó ajeno?
Creo que algo debe haber, porque basta con que te remontes a la obra de Darwin y la teoría de la selección natural para ver que existe esa dependencia entre unos y otros. Con suerte, a medida que vaya progresando como especie, la raza humana se dará cuenta de que no se puede seguir infligiendo tanto daño con tan poco respeto a todos los otros seres vivos del planeta. Ojalá la película pueda ayudar a que se difunda más esa idea.
Por Joaquín Vismara
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