Como en los años treinta
Antes de su show eléctrico de hoy, asegura que él es casi lo opuesto a Bruno, el personaje que compone para Viudas e hijos del rock and roll
Son las diez y media de la mañana. La cita es en un café histórico de la Recoleta. A aquellos que necesitan etiquetar o que lo identifican con Bruno -el nombre de su personaje en la tira diaria Viudas e hijos de rock and roll- podría llamarles la atención saber que él eligió hora y lugar del encuentro. Mucho clásico, poco rock & roll, argumentarían. Sin embargo, sol de otoño y La Biela están bien, porque Antonio Birabent dice que casi nada tiene que ver con lo rebelde y se anima a definirse como un "señorón de la década del treinta". Aunque también aclara que "en el desorden navego bastante bien. La plenitud es un instante. Ese en que las cosas entran en sincronía y funcionan. El resto del tiempo estoy en la búsqueda".
Faltan sólo algunas horas para que se presente en la Sala Siranush junto a Alejandra Moro y Mauro Scaparro. El trío eléctrico se despedirá de Lápiz, papel y guitarra, el disco número dieciséis del compositor/músico/actor/hijo de Moris/padre de Oliverio, y anticipará material de nuevos trabajos discográficos que saldrán hacia mitad de año. Ocupado en dos discos a la vez, habiendo terminado de grabar Viudas e hijos y recién llegado de un viaje a Cuba que define como "arrollador", afirma que el trabajo "es sólo una de las pasiones que elijo; la comodidad la encuentro en otros lugares y no me parece mal, porque no siempre es buena consejera. Músico y actor no dejan de ser oficios que demandan esfuerzo, concentración, energía. Claro que detrás de todo eso hay momentos de gran alegría, cuando encuentro algo que busco, entiendo que una canción está bien lograda, descubro que un instante es revelador".
Un proceso que en su caso, admite, es caótico. "En este show voy a tocar temas de dos discos que aún estamos grabando. El primero, en trío, incluye diez canciones mías, es enérgico. El segundo es a dúo con otros artistas argentinos, de diferentes regiones, distintos géneros, nada que ver. Muy heterogéneo. Libertad total. Con el paso del tiempo descubro que caos y orden van de la mano. Mi pretensión de prolijidad es sólo una forma de tratar de ocultar un despiole total que tengo. Así que, más de lo mismo: me cuesta instalarme en un lugar y decir «bueno, yo soy músico de rock». Me siento más verdadero haciendo diferentes cosas. Y no desde el prototipo de lo multifacético, sino de la realidad de todos nosotros, de cabezas que andan por distintos lugares".
Algo similar suele sucederle con la actuación, donde con cada personaje aparece algo nuevo. "Eso me seduce muchísimo. Actuar representa un desafío porque hacerlo bien es realmente difícil y, en mi caso, el intento requiere de un gran trabajo. También me divierte."
Pero ni el actor ni el músico ocupan la escena cuando Antonio Birabent está con Oliverio, su hijo de cuatro años. "Creo que me gustaría que aprendiera y continuara con el oficio que se hereda, pero a mí mi padre no me llevó claramente de la mano hacia este lugar, yo lo fui buscando, entonces pienso que si él quiere dedicarse a la expresión artística, lo va a hacer. Claro que disfruto cuando me levanto y me pongo a tocar y Oliverio me ve con la guitarra. Me gusta más eso que que me vea en la computadora, perdiendo el tiempo".
No hay celulares sobre la mesa. Los consabidos cafés, un grabador y el juego de llaves con que Antonio juguetea mientras espía por la ventana. Ojos celestes, ojos canción. "Soy muy mirón", reconoce. Está vestido de negro absoluto, con una sobriedad intelectual que esconde algo de rock, o al revés. Cuesta descifrarlo pero él ayuda y se presta al juego: "Soy bastante más conservador de lo que creen. Si me conocieran, se darían cuenta de que soy más un señorón de la década del treinta que un rockero rebelde. Hay cosas que me gustaría que fueran iguales para siempre y. por otro lado, creo fervientemente en la buena educación y el buen trato entre las personas como bases de la paz mundial y eso me parece de conservador. No tiene que ver con la formalidad sino con algo más puro, de otra época".
Afuera, un chico que pasea perros lo distrae. Entre risas, se justifica. "Leyendo descubrí que la vista ocupa un ochenta por ciento del cerebro. Tengo una capacidad de retención de detalles muy grande, que, en general, me ayuda. Al momento de componer, soy muy visual. Tiene que ver con una atención sensible, sentimental, a lo que me rodea, a lo que pienso, a lo que me sucede cuando estoy de viaje, a las caras de algunas personas, a palabras que escucho al azar en una esquina de la ciudad. Eso, a veces, termina siendo una canción. Como también la sorpresa que me produce alguien que recién conozco o la forma en que una chica mira a través de una ventana o imaginar a qué ahora, en aquel avión, hay una mujer escapando de un amor tóxico que tiene en Buenos Aires. Más allá del tema, la forma, el momento, el orden o desorden, lo que me sigue moviendo es el deseo de hacer música."
Antonio Birabent
En trío eléctrico
Sala Siranush, Armenia 1353
Hoy, a las 20
Entradas, desde $ 150
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