
Mariana Enriquez
Una familia muy normal
Cómo contar la vida de los barrios en una novela.
Esta es la historia de gente que busca la salvación: por el evangelio, tomando pastillas para evadirse del mundo, pegándose un tiro, leyendo. Se trata de un padre que se fue, atraído por el carisma de los pastores; de una madre que se hace la distraída; de una hermana que fue linda y ahora está deformada por un suicidio frustrado; de un chico que hace cualquier cosa por cambiar de vida. El barrio es un infierno que la policía ya no cuida, porque la villa con la que linda lo volvió impenetrable. Y la droga es otra posibilidad de fuga.
Cómo desaparecer completamente es la pregunta que intenta contestarse Matías. En medio de los gritos histéricos de su hermana desfigurada y de los ronquidos de su mamá que boquea dopada en la cama, Matías busca una salida.
Matías –no en su propia voz sino en la de un narrador que conoce sus pensamientos a la perfección y habla casi como él– es quien guía el relato, y, aunque no está fuera de los dramas de su familia –fue violado repetidas veces por su padre–, tiene la capacidad de ver (un poquito) más allá. Hay dos elementos que hacen que eso sea posible: su curiosidad, que lo lleva a querer saber de todo y hasta a poder reflexionar sobre lo que hizo con él su padre, y unas frases (“Trato de caminar en línea recta/ una imitación de la dignidad”) que alguna vez anotó su hermano en un cuaderno.
Rafael, el hermano, se fue a vivir a Barcelona y no dejó rastros. Pero dejó sus cuadernos, llenos de citas poco célebres a las que Matías se aferra para algo tan trascendente y tan básico como sobrevivir. Por eso, no es casual que el relato se acerque tanto a su figura, porque él es quien está más cerca de la literatura.
El argumento tiene algo de tragedia, algo de policial, algo, también, de novela de iniciación en la búsqueda de Matías por encontrar un lugar en el mundo. Mariana Enriquez (Buenos Aires, 1973) consigue algo que parece simple, pero es poco frecuente: su retrato escapa a los estereotipos con los que la clase media, cuando habla del sector social económicamente inferior, muestra la hilacha del prejuicio. Y, además, en la novela los personajes suenan reales cuando hablan, cuando piensan y cuando actúan. Y eso, en el mundo de las letras, es algo parecido a la salvación.