Después de varios años de silencio, los hermanos Wachowski volvieron al set para adaptar una novela de David Mitchell
Los creadores de Matrix (y directores de Meteoro, a no olvidar) y el director de Corre, Lola, corre (y Agente internacional) escriben y dirigen, los tres, una película de casi tres horas que trata de... muchas cosas y que transcurren en muchas épocas distintas. Y en la que hay actores y actrices que hacen muchos papeles cada uno. ¿Se entiende?
Cloud Atlas, adaptación de la novela de David Mitchell que se consideraba "infilmable", cuenta seis historias, pero no una después de la conclusión de la anterior. De forma alternada, va cruzando los fragmentos de una y de otra: tres son del pasado (una del siglo XIX, dos del siglo XX), una del presente, otra del futuro y otra de un futuro más lejano, después de alguna clase de apocalipsis (y podríamos sumar la historia-marco, en la que un viejo relata frente al fuego). Al contar todo esto de esta manera, los ecos y las posibles conexiones enriquecen el relato. A fin de cuentas, las seis historias están desarrolladas a partir de conflictos que tienen la misma base: la lucha de alguien por la alguna clase de libertad. Liberarse de la enfermedad, de alguna tiranía, del encierro, de las supersticiones. Historias llenas de peligros, amenazas, desafíos e incluso humor (la historia del publicista). Atractivos inoxidables metidos en una forma que podríamos denominar como "máquina narrativa", un mecanismo ambicioso que pareciera funcionar a base de un deseo irrefrenable de contar y contar.
¿Es una película confusa? No, en absoluto. Las historias se siguen perfectamente. Una vez que se presentan y se disipa la posibilidad de desconcierto inicial, uno se siente involucrado e interesado por todas: en todas hay héroes, en todas hay villanos, en todas hay un diseño de producción asombroso. Hay una fluidez notable y un gran trabajo de organización para contar mucho y sin temor a la confusión ni miedo a aventurarse con temas grandes, a insinuar conexiones no solo por unidad temática sino por referencias resbaladizas que incluyen la rencarnación y una conexión en forma de comunión entre espíritus afines. Estos temas se refuerzan y se sostienen también desde la propia manufactura de la película. Tres directores, Andy y Lana Wachowski y Tom Tykwer se reparten el trabajo, las historias: el alemán Tykwer dirige, por ejemplo, el segmento de los setenta, un policial de investigación impregnado de la estética del cine de ese período. La amalgama entre esa historia y las otras (las de los futuros son territorio Wachowski, con alguna referencia a Matrix pero con una inteligibilidad mucho mayor a la de las secuelas) no tiene ripios: ese deseo de narración incesante es el motor de la unión.
Cuando vean Cloud Atlas (y es muy recomendable hacerlo) empezarán a notar que hay actores que se repiten, que ese que está detrás de tanto maquillaje también es Hugh Grant, o que aparece otra vez Tom Hanks en roles sorprendentes, o que Hugo Weaving divierte como villano una y otra vez, o que Halle Berry está cada vez más fotogénica. Hay actores que interpretan personajes femeninos y actrices que interpretan personajes masculinos (y ahí, quienes quieran interpretar decisiones, seguramente mencionen el cambio de sexo de Lana Wachowski). Hay actores que hacen de villanos en todas las historias y otros que cambian de una a otra. La red actoral también es parte de la estructura sólida y ambiciosa de esta maquinaria narrativa llamada Cloud Atlas.
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