Clive Davis, el hombre que llevó a Whitney Houston a la fama y fue señalado por su muerte
El legendario productor discográfico fue el primero en valorar el talento de la cantante; más tarde, fue acusado de presionarla demasiado y contribuir a su trágico final
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Clive Davis presentó a Whitney Houston en televisión como la nueva estrella del R&B incluso antes de que ella pisara por primera vez un estudio de grabación. Así era la confianza que el productor musical tenía en la artista estadounidense y su futuro. Desde que Houston se incorporó a Arista Records, el sello que fundó Davis -y por el que también pasaron artistas como Barry Manilow, Aretha Franklin y Patti Smith-, se convirtió en el mentor total y absoluto de la vocalista. Esa relación tan cercana, entre la confianza, la intimidad y la vigilancia de sus intereses, fue una de las razones por las que Clive Davis nunca dejó de ser señalado como el responsable de la muerte de la cantante, ocurrida en 2012, a sus 48 años.
Davis comenzó su carrera en la industria discográfica en Columbia Records (CBS). Abogado de formación, durante toda su trayectoria fue reconocido por tener una sensibilidad particular para “cazar talentos”. Con la idea de actualizar el catálogo de artistas de CBS, de hecho, incorporó al sello algunos nombres que devendrían en leyendas de la música, como Janis Joplin, Santana, Aerosmith y Bruce Springsteen. Su salida de la compañía fue igualmente espectacular, aunque no por el éxito sino por el escándalo: fue acusado de cargar gastos personales a la empresa -entre otros, por ejemplo, el festejo de Bar Mitzvah de su hijo- y de malversar una gran cantidad de fondos con distintas maniobras. Según el testimonio que él mismo da en Clive Davis: The Soundtrack of Our Lives, el elogioso documental biográfico que puede encontrarse en Netflix, todo se trató apenas de una confusión. Pero el despido de CBS fue la más leve de las controversias que Davis debió afrontar.
La íntima relación entre Clive Davis y Whitney Houston
Conoció a Whitney Houston en un show de la madre de ella, la cantante de gospel y soul Cissy Houston. Con 19 años, Whitney acompañó en las voces a la banda durante una presentación en un club nocturno neoyorquino, y Davis le auguró un futuro brillante, dado por la combinación de tres cualidades: su increíble voz, su particular carisma y una belleza indiscutible. En dos años, Houston se convirtió en el gran éxito de la carrera del productor; una suerte de trofeo que lo consagró como hitmaker y rompió récords que aún hoy permanecen intactos. Los álbumes que lanzó entre 1985 y 1998 incluyeron 11 éxitos que encabezaron la lista de Billboard y que vendieron más de 50 millones de copias en los Estados Unidos.
Davis se involucró en todas las decisiones de la artista: desde conseguir los mejores letristas, compositores y productores para ella, presentarla en eventos y en programas de televisión, hasta aconsejarla sobre el más mínimo paso que tuviera que dar en su carrera. Muy pronto, los fanáticos de Houston comenzaron a ver este vínculo con malos ojos y se referían a él como el svengali de Whitney: alguien que la manejaba como un titiritero.
En 1992, tras experimentar el pico de su popularidad, Houston decidió que quería ser actriz e incursionó en el cine por diferentes caminos. Por un lado, comenzó a grabar bandas sonoras para distintas películas, pero su participación más icónica fue el papel de Rachel Marron en El guardaespaldas, que, según relató el propio Davis en su documental, no habría sido un éxito sin su intervención.
Tal cual cuenta el legendario disquero, la película que Whitney protagonizó junto a Kevin Costner, en una primera versión, no iba a tener ni un solo número musical. Houston, que se había comprometido a mostrarle la primera versión del film al productor apenas la tuviera, cumplió con su palabra. “Hacer una película con Whitney Houston sin música sería la decisión más tonta que pueden tomar”, opinó Davis sobre aquel primer corte de El guardaespaldas. La sugerencia fue oída por la producción, que en una segunda versión incluyó la emblemática escena en la que Houston es rescatada mientras suena una versión de “I Will Always Love You”, originalmente de la cantante estadounidense Dolly Parton. Ese sutil cambio fue uno de los factores que convirtió a la película en un clásico, al tiempo que hizo de esa versión el segundo single más vendido de la historia, además de catapultar la carrera de Parton, que llegó a atribuirle a Houston su salvación profesional. “Esa película me hizo multimillonaria cuando yo estaba olvidada”, contó la cantante de country en su documental, Here I am.
Depresión, estrés y adicciones: la otra cara del éxito
A medida que crecía el éxito de Whitney, también lo hacían las presiones que debía soportar. Las críticas sobre su carrera y los rumores sobre su vida privada la atacaban desde varios y distintos frentes. Por un lado, la comunidad afroamericana estadounidense la acusaba de cantar como una mujer blanca, como si intentara esconder sus raíces para encajar mejor en los estándares de la industria discográfica de la época. Incluso, entre sus detractores, se inventó el apodo “Whitey” (blanquita) para señalar su supuesta traición.
En Whitney: Can I Be Me, un documental que revisa la historia de Houston, el empresario Kenneth Reynolds, de Arista Records, reconoce: “Todo el material que sonaba demasiado negro y llegaba al sello era descartado”. Kirk Whalum, saxofonista que acompañó a la cantante en varias giras, también dice haber visto de cerca la frustración y angustia que le generaba ser vista como una “vendida”. Casi todos los testimonios de Can I Be Me (de una mirada opuesta al documental que registra la vida de Davis) reconocen que tener que negar su cultura y las dolorosas acusaciones que recibió fueron algunos de los factores que sumieron a la cantante en una crisis anímica.
La otra razón por la que la estabilidad emocional de Houston comenzó a tambalear tuvo que ver con negar su identidad sexual. Bobby Brown, su esposo, lo reconoció en Every Little Step, un libro que publicó en 2016: “No podían dejar que Whitney viviera la vida que quería vivir; insistieron en que ella fuera perfecta, que fuera alguien que no era. Por eso querían que Robyn [Crawford, su ‘mejor amiga’] se fuera de su círculo”. Para Brown era claro quiénes ejercían presión sobre la artista: por un lado, su familia, que ahora dependía económicamente de Whitney. Por el otro, la persona que desde hacía dos años tomaba todas las decisiones sobre su trabajo y su imagen: Clive Davis.
Crawford, la mujer con la que la vinculaban en su círculo íntimo, trabajó como asistente personal de Houston y, según se decía a viva voz entre quienes trabajaban en Arista, también era su amante. Su relación empezó cuando ella tenía 19 años y Whitney, 17. Según le contó Robyn a la revista People, tras comenzar un vínculo romántico fue Houston quien, poco después de firmar un contrato con el sello de Davis, decidió ponerle punto final. “Whitney me dijo que si la gente se enteraba de nuestra relación lo usarían contra nosotras. Así es como se sentía en aquella época”, expresó Crawford.
Durante los años que siguieron, los problemas de Whitney comenzaron a hacerse cada vez más evidentes. Según el relato del productor discográfico, lo mantuvo apartado de sus vaivenes emocionales y de las adicciones que habían desencadenado. “Siempre me dijo que lo tenía controlado”, asegura Davis en el documental. Sin embargo, para el entorno de Houston, es difícil pensar que con su incidencia en la vida de la artista él pudiera desconocer el estrés al que estaba sometida y sus consecuencias. De hecho, la tarde en la que la cantante perdió la vida, Davis estaba a unos pocos metros, preparando una celebración por la víspera de los Premios Grammy.
El trágico final de Whitney Houston y su hija, Bobbi Kristina Brown
El 11 de febrero de 2012, en la planta baja del Hotel Beverly Hilton, mientras decenas de celebridades -del mundo de la música, como Britney Spears, pero también de otros ámbitos, como la tenista Serena Williams- ingresaban al edificio por una alfombra roja para ser parte de la tradicional fiesta que organizaba Davis, la policía encontraba el cuerpo de Houston en una bañera, unos pisos más arriba, en la habitación 434. Fue su guardaespaldas quien la descubrió: la cantante estaba boca abajo dentro de la bañera llena de agua. Según se pudo reconstruir, esa noche, consumió un cóctel de medicamentos y alcohol, tras lo cual entró al baño, abrió las canillas y se sumergió adentro hasta que perdió el conocimiento. Poco antes de las cuatro de la mañana, perdió la vida.
Tras intentar reanimarla sin éxito, su empleado de seguridad dio aviso a sus familiares. Una de las primeras en llegar fue su hija, Bobbi Kristina Brown, que por entonces tenía 19 años y debió presenciar la dramática escena en que los policías recuperaban cualquier objeto que pudiera explicar la muerte de Houston y retiraban el cuerpo del hotel. La tragedia la marcaría de forma irreversible: en 2015, con apenas 22 años, Bobbi fue encontrada inconsciente en su bañera y pasó seis meses en coma, hasta que falleció el 3 de agosto de ese año.
Tras la muerte de Houston, Crawford, su amiga desde la adolescencia y asistente personal con la que se la había vinculado sentimentalmente, publicó un texto a modo de obituario en el que se refirió a las verdaderas causas de su muerte. “La compañía discográfica, los miembros de la banda, su familia, sus amigos, yo. Ella nos daba de comer a todos”, manifestó. “En el fondo, eso es lo que le producía tanto cansancio”.
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