Ciro Zorzoli: "El arte escénico implica un compromiso ético"
Es un artífice indudable de uno de los grandes éxitos teatrales de la calle Corrientes, La verdad, obra que ya vieron 95 mil espectadores. También dirigió Tarascones, Las criadas y Estado de ira, trabajos con los que logró excelentes convocatorias y el elogio unánime de la crítica. Luego regresó al circuito del off con Fantasmatic, un espectáculo en torno a la figura de Stanilasvky que presentó primero dentro del ciclo Invocaciones en el Centro Cultural San Martín y que tendrá nuevas funciones en El Portón de Sánchez cuando cesen las limitaciones que impone la cuarentena por la pandemia del coronavirus. Ciro Zorzoli viene, desde hace años, consiguiendo resultados virtuosos en cada lugar que pisa: un todoterreno que transita con la misma fluidez el teatro público, el comercial y el alternativo.
Protagonizada por Juan Minujín, Jorgelina Aruzzi, Valeria Lois y Héctor Díaz, La verdad hizo 201 funciones en 2019 y el plan es que haga otras cuarenta esta temporada, otra vez en la sala Neruda del Paseo La Plaza, si los teatros reabren sus puertas, claro está. Es un caso particular porque consiguió ese suceso en un marco de fuerte crisis económica y con los resultados de taquilla teatral en constante baja. "Puede sonar naif, pero creo que el secreto de La verdad es que lo actores hayan encontrado un espacio para el juego. Eso hace que la obra sea dinámica y muy divertida -sostiene Zorzoli-. Me resultó muy estimulante trabajar con este elenco. Logramos adaptarnos a los tiempos de producción del teatro comercial, que son cortos, y construir juntos ese espacio lúdico. Más allá de que un material me despierte curiosidad, el resultado siempre depende del grupo de actores, de que el encuentro con ellos nos resulte atractivo y nos permita descubrir algo juntos".
-¿La metodología de trabajo es parecida en el teatro público, el comercial y el independiente?
-Lo que tienen en común es que están apoyados en una invitación a que nos encontremos. Yo priorizo el juego y el encuentro entre los actores, el ida y vuelta que es fundamental para que funcione la escena. Tanto en el caso de La verdad, que era una pieza existente, como en Fantasmatic, una elaboración poética de un material y la creación de un imaginario en un proceso de experimentación, el esquema fue el mismo. Ese encuentro entre los actores fomenta que, pasadas muchas funciones, igual sigan charlando sobre cada detalle de las escenas, algo que evita que la obra se mecanice. Cuestionamos, repensamos, nos ponemos en problemas positivamente.
-El público al que te dirigís en cada circuito es diferente, ¿no?
-Trato de no ser ingenuo respecto del público al que apunta cada obra, está claro. Pero siempre hay posibilidades de correrse de lo que es más común en el espacio comercial. El teatro comercial no es una estética en sí y permite que te salgas un poco de las convenciones. En La verdad eso se nota en la utilización del espacio escénico, por ejemplo. Después, a mí me gusta que la gente se divierta en el teatro, sobre todo si se trata de una comedia. Quiero que el público se sienta involucrado en el juego.
-¿Qué herramientas usás para propiciar ese encuentro al que considerás tan importante en cada elenco?
-Para mí es clave bajar la demanda de eficacia, ser capaz de generar un espacio lo suficientemente abierto como para que todos se estimulen entre sí y no procedan como entidades autónomas, como si fueran prestadores individuales de un servicio. Lo que puede propiciar un buen resultado es trabajar en términos de red. Así todo se vuelve más dinámico. Es el otro el que te puede abrir la puerta para que surja algo que a vos no se te había ocurrido. Hay que abrir la oreja. Se trata de habilitar más la escucha que la demanda de producir.
-¿Cómo arribaste a esas conclusiones? ¿Hubo alguien en tu formación que tuvo incidencia directa en esos razonamientos?
-La formación en la Escuela Metropolitana de Arte Dramático (EMAD) fue muy importante. Ahí empecé a comprender el trabajo teatral como algo multidisciplinario: la voz, el cuerpo, el espacio, el movimiento, todo eso importa. Hay que entenderlo como una totalidad. Y Marta Serrano, una docente única, lo articulaba de tal manera que, a partir de ahí, era imposible entenderlo de otra forma. Ella insistía mucho con el tema del uso del espacio. Aunque parezca obvio, el espacio es una circunstancia de la actuación, no es solo un ámbito donde trabajan la dirección y la persona encargada de la escenografía. No todo el mundo tiene conciencia de que lo que está haciendo depende del lugar donde eso sucede. La actuación no tiene que ver solo con la expresión. También está íntimamente relacionada con el lugar, que siempre condiciona lo que estás haciendo.
-¿Cuesta que los actores asuman ese concepto?
-No he tenido dificultades en ese sentido. Creo que un actor consumado tiene conciencia de que la actuación no depende solo de su capacidad expresiva, que también tiene mucha relación con cómo se planta en el lugar en el que está. Es fundamental tener la capacidad de percibir con claridad lo que te rodea, de absorberlo y transformarlo en lo que vos necesitás. Hay actores que saben muy bien cómo tomar todo lo que pasa alrededor y transformarlo en algo que hace que la escena suceda. Les digo siempre a los actores que las claves son el tiempo, el espacio, el ritmo y al final ellos, como consecuencia de todo eso.
-¿Por qué elegiste el teatro como vía expresiva?
-Durante años pensé que iba a dedicarme a la música. Pero después llegué de Mar del Plata con la idea de entrar a la escuela de cine del Incaa. Era la época del regreso de la democracia y yo también me había empezado a interesar en la actuación. Al final terminé ingresando a la EMAD. Y comprobé que la investigación teatral te mueve a la búsqueda. Es un encuentro con el mundo exterior, algo que te da la posibilidad de salir de vos mismo. No es sencillo, porque los tiempos que vivimos no colaboran para correrse del yo y pensar a través de lo que proponen o nos pueden revelar los otros. El arte escénico implica un compromiso ético. No se trata de hacerlo para que te miren y te feliciten por lo que hacés. Por eso relativizo las ideas de fracaso y de éxito.
-¿Nunca le tuviste miedo al fracaso?
-Lo vivo como todo el mundo, creo. Pero trato de distinguir cuándo es algo que tiene que ver solo con el amor propio herido. Es muy difícil trabajar si no asumís que el fracaso es una de las variables posibles. No se va a venir el mundo abajo por eso... Ese temor va desapareciendo cuando acumulás experiencia. Todo temor es medio paralizante. Y además nadie te garantiza nada en términos de resultados. Lo importante es que tenga sentido el encuentro con los demás. Cuando trabajás en una obra de teatro debés incentivar el deseo de encontrarse con el otro, que haya un deseo de comunicación, no solo de mostrarte. Que en esta época la gente deje por un rato la pantalla del celular para encontrarse con los demás es realmente revolucionario.