"Quédense", le imploraba Andrés Ciro Martínez a sus ex compañeros de Los Piojos frente a una multitud en el estadio de River Plate. Ya había pasado una seguidilla de clásicos (entre ellos "Ando Ganas", "Verano del 92", "Babilona" y "Luz de marfil"), pero el cantante hizo que Dani Buira, Micky Rodríguez y Chucky de Ípola permanecieran en el escenario para "Ciudad Animal". Si bien varios de ellos tuvieron presencias por separado en shows anteriores de Ciro , esta sería la primera en nueve años que los fanáticos piojosos verían lo más cercano a una reformación de la banda de sus amores. Por eso, el eterno cantito de "pan y vino..." que se escuchaba en las inmediaciones del estadio cobró un sentido especial: este año se cumplió el treinta aniversario de la fundación de la banda (Ciro le dedicó "Ay ay ay" al fallecido guitarrista Tavo Kupinski) y más de nueve de aquél último ritual en el Monumental.
Las ausencias de Piti Fernández y del baterista Sebastián Cardero -que mantuvo una disputa legal con sus ex compañeros-, hicieron que ese fragmento del recital de ayer fuera más un ejercicio de gusto personal de Ciro que una reunión propiamente dicha. Y es que más allá de que gran parte del set de tres horas y media lo ocuparan canciones de Los Piojos, el guión fue de Los Persas.
Desde el arranque a todo vapor rolinga con "Banda de Garage", pasando por el hit radial de "Me Gusta" y el funk ácido de "¡Juira!", el sexteto -que se ensanchó con un trío de vientos y Julieta Rada en los coros- funciona como una máquina aceitada e implacable frente a cualquier desafío. El líder se relaja en ese respaldo, que toma protagonismo principal en los inspirados licks de Juan Gigena Ábalos, la base rítmica proficiente de ‘Broder’ Bastos y Julián Isod, y en la voz de Rada, brillante en el dueto de "Por cel". "Es la hija del señor Ruben Rada. Y heredó el talento y la belleza... bue... belleza ¡No le digas a tu viejo!", bromeó Ciro y siguió: "Y hablando de belleza... ¿Tenemos alguien para este tema?". Sin tomar aire, Micky Rodríguez apareció haciendo sonar el riff inicial de "Tan Solo" y se quedó al frente para una versión en clave chacarera psych de "Fijate", para complacencia del público.
Llegando a la mitad, otro número de catálogo piojoso tomaría lugar pero con un condimento inesperado. "Pistolas", apareció como base experimental y también de carácter personal para Ciro con la presencia de su hijo Alejandro, quien obligó a la banda a incrustar "She don’t give a FO" de Duki (el cantante llevó a su hijo al Luna Park en octubre a ver a la figura del trap local). Instantes más tarde, el segmento con Buira en la batería, Rodríguez en el bajo y de Ípola en teclados amplió ese contexto de comodidad. Aún tratándose de cálculos orquestados, el hervidero de adrenalina desprolija que se dio particularmente "Babilonia" y "Luz de marfil", hizo sentir que los días formativos en El Palomar no fuesen tan lejanos. Más todavía, si se toma la insistencia en evocar postales del show de Los Piojos en 2009, como ocurrió nuevamente con el fan Alejandro Vellosa, que había leído una carta ante la inminente separación y que esta vez coronó a su ídolo como "el primer músico argentino que con dos proyectos llega a River Plate".
Un suceso así no resulta menor, en especial para un artista que a sus cincuenta años conserva relevancia y un estricto sentido del showmanship. Las pruebas de su espíritu teatral sobran para entender que ese gen sigue intacto: puede vestirse de pseudo-detective con gabardina ("Dale darling"), invitar a un grupo de baile con cabezas gigantes pixeladas ("Todos igual"), encapucharse de blanco ("Fantasma") y jugar con la gente en gestos espásticos a lo Elvis y Freddie Mercury de pregunta-respuesta ("El farolito / El balneario de los doctores crotos / Muévelo / Oh pa pa pa""). Y no hubo tiempo para mucho más: el final fue con el clásico himno nacional argentino tocado con la armónica. "Tenemos que entregar el estadio por un tema municipal", dijo Ciro, que tenía ganas de que esta noche en Nuñez no termine nunca.
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