Cinema Paradiso, aquella obra maestra que no conocimos
Tornatore recobró casi una hora de metraje de su film, convertido en otra película
Sería un error pensar que el regreso a las carteleras de Cinema Paradiso (que se estrenó en la Argentina sin el "Nuovo" del título original) obedece a un simple reestreno de un exitoso film del pasado. No se trata de una "operación nostalgia", como cuando en los años ochenta volvimos a ver Casablanca en una versión en la que las imágenes de Michael Curtiz se veían coloreadas por la (cuestionada) magia de la tecnología. O como cuando se reestrenó nuestra (más modesta) Esperando la carroza.
Éste es un caso distinto. La película de Giuseppe Tornatore se alzó con el Oscar a la mejor producción extranjera en 1990 y a partir de ahí recorrió el mundo con estruendosas recaudaciones. Pero pudo saberse que lo que el público veía en las pantallas no era el film concebido por el realizador sino el que había impuesto el productor Franco Cristaldi, quien, para convertirlo en un producto más vendible, le había amputado 52 minutos.
¿Tijeretazo impune? Depende de a quién se le pregunte; algunos creyeron que la película había conquistado el Oscar gracias a los recortes de Cristaldi. Nadie puede entrar en el misterio de la máquina del tiempo y retrotraerse a aquel período de la historia de los Oscar para verificar si la misma película, pero completa, habría triunfado igual. Lo cierto es que con el tiempo, juntando tiras de celuloide, se pudo rearmar la fisonomía del proyecto inicial de Tornatore, y eso es lo que los espectadores pueden ver ahora, a la vuelta de los años, con sus casi tres horas de duración originales. Si el film ganó con el agregado del metraje que faltaba o no, es algo que -más allá de la evaluación crítica o académica- acabará por decidir el mismo público (en su primer día en cartel llevó 161 personas en 7 salas)
Lo importante es que la película, ahora, llega a las salas completa. Se descubre así que Tornatore había concebido dos films en uno: la historia central, el romance de dos chicos pueblerinos que son separados por sus padres y que se reencuentran circunstancialmente treinta años después (en los tramos finales aparece una conmovedora Brigitte Fossey, que no figuraba en la versión conocida aquí), y una trama secundaria, acerca de las peripecias en las viejas salas de cinematógrafo de provincia, donde el cura de la parroquia hacía cortar las escenas de besos. En aquel hit melodramático que se vio hace casi un cuarto de siglo había quedado solamente esta segunda trama, con la historia del operador del cine Paradiso, Alfredo (Philippe Noiret), y su improvisado ayudante, el niño Totò (Salvatore Cascio).
También importa nuestra historia personal como espectadores, porque hemos visto mucho cine desde aquel Cinema Paradiso que nos emocionó en el pasado. Lo cierto es que ahora, al recuperar el metraje cercenado, vemos otra película, en la que la trama principal, la de los frustrados novios, ha sido reinstalada: ¿con cuál de las dos se quedará nuestra memoria?
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