El estreno de Yo soy Simón (Love, Simon) es uno de los acontecimientos cinematográficos del año. No estará entre las películas más taquilleras de esta temporada ni llamará la atención por algún alarde tecnológico. De hecho, no necesita ni un solo efecto digital para llamar la atención. Lo que distingue a Yo soy Simón del resto es su condición pionera, fundacional. Estamos frente a la primera película de la historia producida y distribuida por uno de los grandes estudios de Hollywood cuyo tema central es un romance gay en el mundo adolescente. Su protagonista, personificado por Nick Robinson (el juvenil astro de Jurassic World) es un estudiante secundario cerca de graduarse que no se decide a revelar ni a su familia ni a sus amigos (mucho menos a sus compañeros de escuela) sus preferencias homosexuales.
La novedad llega, para algunos, bastante demorada. Son los que sostienen que, en realidad, el sistema hollywoodense terminó sumándose con cierto oportunismo y a partir de una inevitable necesidad a una corriente que viene afirmándose con fuerza desde hace varios años en el terreno del cine independiente y el espacio específicamente dedicado a producir y difundir películas de temática gay, con un hito reciente que le otorga todavía más fuerza: el éxito y la repercusión de Llámame por tu nombre, la sensible pintura del romance gay entre el hijo de 17 años de un profesor de arqueología y uno de sus jóvenes discípulos, película convertida en una de las grandes atracciones de la última temporada de premios y consagrada con el Oscar al mejor guión adaptado. Un año atrás encontramos algunas señales orientadas hacia la misma dirección en el planteo argumental de Moonlight, la ganadora del Oscar a la mejor película a principios de 2017.
Otros, en cambio, se entusiasmaron tanto con la llegada de Yo soy Simón que no quieren quedarse afuera de lo que consideran como un auténtico fenómeno cultural, una iniciativa que dejará huella y trascenderá esta época. Así lo suscriben figuras de Hollywood como los actores Matt Bomer, Neil Patrick Harris y Kristen Bell . Los dos primeros, abiertamente homosexuales, decidieron cada uno por su cuenta pagar de sus respectivos bolsillos las entradas de funciones completas de la película. "Quería que la mayor cantidad de gente posible la viera –entusiasmó Harris–. No tengo nada que ver con esta película, pero me pegó tan fuerte que quiero compartirla", escribió Bell.
Tal vez sin pensarlo, los actores que tuvieron esta idea piensan algo parecido a lo que Becky Albertalli, autora del libro que inspiró la película, dijo abiertamente hace poco. "Escuché y supe de mucha gente que al salir del cine, después de ver la película, se decidió finalmente a salir del armario. No sólo adolescentes, también adultos", dijo Albertalli, cuyo libro se editó en el mundo de habla hispana con el título de Yo, Simón homo sapiens.
En la misma línea, pero desde una perspectiva más específicamente ligada al cine, están los que observan la impactante llegada de Yo soy Simon como la consecuencia natural de un camino de evolución para los personajes gay en el mundo del cine mainstream (el dominado por las reglas de los estudios de Hollywood) no siempre bien visto y muchas veces desconfigurado.
Charlie Lyne, el director del documental Beyond Clueless, que propone una mirada irónica alrededor del género de comedia para adolescente, señaló al diario inglés The Guardian que hasta ahora los personajes abiertamente homosexuales que aparecían en este tipo de películas se mostraban poco sexualizados. Paradójicamente, afirmaban hasta con exageración su identidad gay, pero no mostraban con el mismo énfasis su atracción hacia otras personas de su mismo sexo, especialmente en el caso masculino. Para Lyne, pese al crecimiento notable de la presencia de movimientos y corrientes gay en la cultura popular y en plataformas tan extendidas como YouTube, los personajes adolescentes que expresan esa identidad siempre quedaron relegados y limitados a papeles de reparto.
Otras cosas ocurrían en la TV. Uno de los momentos más llamativos de esta historia se escribió en 2001, con la llegada a la Argentina a través del canal de cable I.Sat de la provocativa serie británica Queer as Folk, con algunas escenas que impactaron en su tiempo por su carácter casi explícito y porque muchos de sus personajes acababan de salir de la adolescencia. Sin llegar tan lejos y en otro contexto, el de las series estadounidenses de llegada directa al público teen, el guionista, productor y director Greg Berlanti ganó reconocimiento por su habilidad para incorporar personajes homosexuales en varios de sus exitosos programas, de Dawson’s Creek a Riverdale, de Arrow a The Flash. No es casual que Berlanti sea el director de Yo soy Simón y, a la vez, que haya identificado algunos tramos de la película con sus experiencias personales.
La repercusión social y cultural de la película resultó paralela a su éxito en las boleterías. La película costó 17 millones de dólares y lleva recaudados en todo el mundo más de 55 millones desde su estreno, en Estados Unidos, a mediados de marzo. Y abrió para los próximos tiempos dos líneas de debate que pueden resultar muy atrayentes.
La primera comienza con una pregunta, muy conectada con todo lo que venimos diciendo hasta aquí. ¿Podría ser esta película el punto de partida para una tendencia capaz de alterar en el futuro hasta la identidad de los proyectos más taquilleros? Un artículo reciente publicado en Forbes sugiere que Hollywood todavía no está ni preparado ni dispuesto para incluir temáticas gay en el núcleo estratégico de sus blockbusters. Algunos, en ese sentido, miran hacia la identidad del Dumbledore joven de Jude Law en Animales fantásticos, cuya segunda aventura, Los crímenes de Grindewald, está cerca de estrenarse. Y otros hasta se animan a insinuar que a Mulan, una de las heroínas más queribles de Disney (que ya mostró a un personaje abiertamente gay en la última versión de La bella y la bestia), se le estaría escamoteando su condición de bisexual. Podríamos preguntarnos qué ocurrirá el día que aparezca un personaje con estas características en una historia de superhéroes respaldada por un presupuesto millonario.
La segunda no mira hacia adelante, sino en retrospectiva. La planteó sin vueltas Molly Ringwald, figura de El club de los cinco, una de las películas que de la mano de John Hughes, en la década del 80, se convirtió en himno y bandera de un cine de temática adolescente hoy transformado en objeto de culto.En un texto muy comentado que escribió para el semanario The New Yorker, Ringwald reaccionó contra la película y ahora la cuestiona con dureza luego de haberla visto de nuevo con su hija de 10 años (ella cumplió 50 en febrero). Ringwald puso como ejemplo una escena en la que el personaje de Judd Nelson, después de acosarla con insistencia y burlarse de ella, decide mirar por debajo de su falda sin su consentimiento. "Es una escena completamente inapropiada y chocante. Continué pensando en ella después de que varias mujeres presentaron acusaciones de agresión sexual contra el productor Harvey Weinstein y el movimiento Me Too cobró fuerza", señaló.
Todo indica que el próximo destinatario de los cuestionamientos es ese conjunto de películas de género adolescente que en los años 80 colocaban las burlas y los chistes machistas en primer plano, como la saga Porky's y Colegio de animales, el clásico de John Landis que la censura argentina prohibió durante la última dictadura militar. Para Ringwald, el retrato que se hace de las mujeres en esos films es "degradante". Hoy, ninguna de estas películas podría hacerse. Se vive otro clima de época, el ideal para que Yo soy Simón, todo un acontecimiento de estos días, inaugure un camino ciertamente inexplorado.
Lo que viene
Después de la movida de 20th Century Fox, el estudio que llevó adelante el proyecto de Yo soy Simon, otra poderosa major de Hollywood aparece detrás de una historia pensada para el público más amplio que involucra a personajes adolescentes con identidad gay. Se trata de No me las toquen (Blockers, en el original), una comedia que tiene fecha de estreno prevista en la Argentina para el 14 de junio, y en la que hace su debut como director Kay Cannon, la guionista de la exitosa serie de películas Notas perfectas, así como de varios capítulos de 30 Rock.
La película sigue a tres chicas que están a punto de culminar el secundario, decididas a perder su virginidad en la misma noche en la que festejan la graduación. Una de ellas avala la idea pese a que mantiene en secreto su identidad homosexual. Las cosas se complican cuando los tres padres toman conocimiento de ese plan y se ponen de acuerdo para impedirlo.
La película fue producida por Seth Rogen y Evan Goldberg (Una loca entrevista, Este es el fin) y protagonizada por Ike Barinholtz, Leslie Mann, John Cena (los padres), Kathryn Newton, Geraldine Wiswanathan y Gideon Adlon (las chicas).
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