William Friedkin, el director extraño e inclasificable que tuvo a Hollywood a sus pies
El autor de El exorcista y Contacto en Francia murió hoy, a los 87 años; su obra marcó a varias generaciones de cineastas
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Nadie muere en la víspera, se suele o se solía decir. Sin embargo, el director estadounidense William Friedkin murió hoy, apenas un puñado de semanas antes de cumplir 88 años y de presentar su última película, The Caine Mutiny Court-Martial, en el inminente Festival de Venecia. Su producción en los últimos tiempos se había vuelto más escasa: su película anterior había sido en 2017, The Devil and Father Amorth, un documental sobre un sacerdote que practica exorcismos. Una película centrada en el tema de la película más famosa de Friedkin: El exorcista, justamente. Esa película de 1973 fue un tremendo éxito, uno que cautivó y asustó con fuerza a diversas generaciones y que ha tenido varios reestrenos, alguno muy reciente. Película votada entre las mejores en cuanta encuesta sobre cine de terror exista, sin embargo, era detestada con fruición por la famosa crítica estadounidense Pauline Kael. Y eso que Kael amaba el cine norteamericano de los 70, y Friedkin era uno de los cineastas más relevantes de esa camada, de los insoslayables de ese puñado de grandes.
Friedkin hizo películas en los sesenta, en los setenta, en los ochenta y en los noventa del siglo XX. Y también en este siglo, en sus tres primeras décadas. Friedkin era, como todavía lo son Martin Scorsese y también Clint Eastwood, uno de los venerables veteranos de Hollywood todavía en actividad. Su última película estrenada cabalmente en cines de la Argentina fue La cacería (The Hunted, 2003), con Tommy Lee Jones y Benicio Del Toro. La siguiente, Bug (aquí titulada Peligro en la intimidad, 2006) fue estrenada mediante un DVD proyectado. Además de El exorcista, la otra película inmensamente famosa de Friedkin fue sin dudas Contacto en Francia (The French Connection, 1971), celebrada mundialmente por muchas cosas pero sobre todo por su violenta velocidad, sus actores (Gene Hackman, Roy Schneider, Fernando Rey) y sus inolvidables persecuciones. Además, Contacto en Francia fue nominada a ocho premios Oscar y resultó ganadora de cinco de los principales (película, director, actor, montaje y guion adaptado).
Director extraño, inestable, errático e inclasificable para algunos, para otros sin dudas uno de los grandes autores estadounidenses en más de medio siglo, Friedkin fue mucho más que su famoso cine de los 70. Cruising (de 1980) y Vivir y morir en Los Angeles (To Live and Die in L.A., 1985) son indudablemente dos thrillers fundamentales, profundamente perturbadores y sorprendentes, y nada avejentados. Como con certeza y precisión afirmaba Antonio José Navarro en un artículo del libro español El thriller USA de los 70, “el thriller según William Friedkin escenifica la lucha de sus héroes contra su ‘lado oscuro’, un lado oscuro que acabará por engullirlos, ‘transformarlos’” (...) Jamás controlan la situación, sino todo lo contrario: esa situación –vinculada, como siempre en Friedkin, al Mal, al crimen, a la violencia, a lo monstruoso, a acontecimientos retorcidos y malsanos– acaba por dominarlos a ellos.”
Vista en perspectiva, hay continuidades evidentes y conexiones temáticas específicas más allá del mal como concepto fundamental en la obra de Friedkin, como la ya referida de los exorcismos. Hay otras, por ejemplo la temática gay en The Boys in the Band (Los chicos de la banda, 1970) y la ya mencionada Cruising, con una de las grandes actuaciones de la carrera de Al Pacino. Al revisar la filmografía de Friedkin encontramos también varias películas basadas en obras de teatro como The Birthday Party (1968), basada en la obra de Harold Pinter, quien también escribió el guion. Otras dos películas de Friedkin se basan en sendas obras de teatro de Tracy Letts. Y ese origen en Bug ataba excesivamente a la película a un espacio demasiado homogéneo, de demasiado peso teatral. Sin embargo, en Killer Joe (2011) no solamente no se notaba sino que era barrido por la demencial potencia monstruosa de esa película. Con Killer Joe, Friedkin recuperaba su capacidad de shock, tan presente en su cine. Esta historia de una familia a la que llamar disfuncional es pecar de blandura era, como casi siempre ocurría con Friedkin, un thriller que aterrorizaba (El exorcista era una de terror que estremecía). Killer Joe era una película bestial, tremendamente divertida y perturbadora en su negritud. Una película desesperada, una farsa tan grosera como lúcida.
También presentada en Venecia pero en 2011, Killer Joe fue protagonizada con una energía oscurísima y festiva por Matthew McConaughey, Emile Hirsch, Juno Temple, Thomas Haden Church y Gina Gershon, una gran película que en Argentina no se estrenó en cines pero que quien esto escribe tuvo la oportunidad de ver -y de saludar y conversar con Friedkin- en la apertura del festival de Edimburgo en 2012, presentada por el propio director y por Gershon.
La presencia de Friedkin fue un gran agregado a la proyección: Friedkin era un gran showman y sabía hablar con filo, alguien que estaba de vuelta de muchas cosas y que, en ese momento con casi 80 años, podía darse el lujo de hacer una película que era un gran “fuck you”. Revulsiva y sucia, con personajes mal hablados y malignos, Killer Joe se erigía como una película sobre la podredumbre, claro, sobre el mal; una película enferma para tiempos enfermos era la propuesta del director, y en ese sentido se emparentaba fuertemente con Contacto en Francia, otra cumbre rabiosa y lúcida de fatal desencanto. Quizás Killer Joe haya sido la última gran película de Friedkin, o quizás ese lugar sea finalmente para su nueva película, la póstuma. Lo sabremos en poco tiempo.
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