Will Smith: la estrella más amable de Hollywood
El actor hollywoodense protagoniza Siete almas, el film de Gabriele Muccino que se estrenará el jueves
LOS ANGELES.- Apenas un gesto alcanza para que entendamos por qué Will Smith es el actor más rentable de Hollywood, el que mayor atractivo potencial está en condiciones de mostrar para toda clase de públicos, de acuerdo con la lista anual difundida hace poco por la revista Forbes.
Mientras un grupo de medios internacionales -entre ellos, LA NACION- aguarda en la suite de un hotel de Beverly Hills el momento de la charla con Smith, por el pasillo se deja ver la espigada silueta del cotizadísimo actor que, aprovechando la puerta abierta, se da tiempo para saludar con toda familiaridad a los cronistas y entregar su mejor sonrisa a modo de disculpas por la falta de cumplimiento en los horarios pactados de antemano.
Al rato, cuando ya Smith está sentado y dispuesto a la charla que tuvo lugar con anterioridad a la entrega de los Oscar-, aquella fugaz impresión queda plenamente confirmada. Desde su metro noventa de altura, mezclando lo formal con lo informal en su vestimenta -campera corta de cuero, camisa blanca, corbata negra muy finita, pantalones claros y zapatillas de tenis-, es la cordialidad en estado puro. Escucha siempre con atención; responde con voz poderosa y enfática; cuando se ríe, lo hace a través de francas carcajadas y jamás se le verá en el rostro una mueca de disgusto, aburrimiento o distracción.
Todo un optimista por naturaleza, Smith no renuncia a ese elevado estado de ánimo ni siquiera cuando advierte de entrada que el desenlace de su nueva película está lejos de la imagen que el actor se ha sabido forjar entre el público. "No es el típico final de Hollywood con la gran secuencia de acción y esa música fuerte que te invita a aplaudir con ganas. Se trata en cambio de algo bastante sobrecogedor", reconoce.
Smith prefiere no revelar mucho más acerca de su nuevo film, en el que luce una figura más delgada y un semblante mucho más austero de lo habitual. En Siete almas ( Seven pounds ), cuyo estreno en la Argentina anuncia Columbia para el próximo jueves, se pone en la piel de Ben Thomas, un agente impositivo que a través de movimientos ciertamente enigmáticos para el espectador empieza a comprometerse de a poco y de lleno en la vida de siete personas. Todas ellas tienen como denominador común la urgente necesidad de ayuda y Thomas está dispuesto a ofrecerla, al punto de enamorarse de una de ellas, encarnada por Rosario Dawson.
"Yo soy un romántico sin remedio. Y lo que me atrajo a hacer esta película fue la conducta de mi personaje, que parte de una actitud que parece ser cobarde, egoísta, casi pusilánime, y luego comienza a vivir un cambio muy visible. Inicialmente, habíamos pensado en definir esa transición de un modo preciso, pero luego nos quedamos con la idea de que cada espectador saque sus propias conclusiones", reconoce.
Siete almas es la segunda colaboración entre Smith y el director italiano Gabriele Muccino (El último beso) , quien llegó a Hollywood de la mano del actor para rodar En busca de la felicidad . "La historia de esa película era la de un hombre contra el mundo y tocaba un lugar de enorme sensibilidad como el valor de ser padre. En Siete almas, Muccino toca con más profundidad la cuerda de los sentimientos, y creo que hay pocos con su talento para hacer llorar a los hombres y mostrar que, al hacerlo, alguien puede ser todavía más hombre".
La comedia y Obama
El compromiso de Smith con este proyecto fue más allá de lo acostumbrado. Cuenta el actor que rodó en los últimos 30 días la media hora final, en la que a través de su personaje toma conciencia de que un mínimo hecho ocurrido en un instante puede determinar un cambio definitivo en la vida de una persona. "Jamás me enfermo en un rodaje; jamás. Pero esta vez empecé a sentir algunas consecuencias físicas, reflejos de lo que le ocurre a mi personaje. Y todo terminó de explotar un mes después, cuando ya había acabado el rodaje", destaca.
El egoísmo, la redención, la culpa y el heroísmo, sentimientos que atraviesan en algún momento la conducta de su personaje, llevan a Smith a reconocerse como alguien siempre dispuesto a salir adelante de toda adversidad. El actor comparte con Jada Pinkett, su esposa desde 1997, uno de los hogares más estables de Hollywood, pero antes debió afrontar, según sus palabras, el dolor de un divorcio que lo dejó marcado: "Cuando decido hacerle una promesa a un amigo, sólo dejaría de cumplirla si llegara a morirme. Divorciarse equivale a no cumplir una promesa. Pero siempre uno siembra algo y hay que tratar de no dañarlo, aguardar a que pase el invierno y esperar que llegue el tiempo de la cosecha".
Si en algún momento actor y personaje parecen fundirse en uno solo, es porque toda la exitosa trayectoria de Smith responde a una misión. "Mi carrera es sólo un elemento de mi vida. Y yo elijo cada uno de mis papeles en la medida en que estén en sintonía con la filosofía que inspira mi existencia. Todo lo que hago es para ayudar a que la humanidad mejore, y haber hecho Siete almas fortaleció todavía más esa convicción en mi interior".
Cuando LA NACION -presente en el encuentro por iniciativa de la filial local de Columbia-, en el tramo final pregunta si habrá después de una experiencia dramática tan intensa como Siete almas un retorno a la comedia, Smith vuelve a reírse con ganas y contesta: "¡Papá necesita volver a casa! Sin duda, después de una película así, necesito regresar a la comedia. Siempre resulta interesante forzar los propios límites y hasta familiarmente se valora mucho todo eso. Estoy seguro de que a mis fans les debe de pasar lo mismo, porque creen en todo lo que hago y confían en mí. Pero después también ellos me piden la vuelta de El príncipe de Bel Air . Y yo trato de conformarlos..."
"¿Y llegará el momento en que Will Smith llegue a interpretar en el cine a Barack Obama?", interroga LA NACION, cuando Smith ya inicia la despedida. En la veloz respuesta, vuelve al comienzo, cuando marcaba la distancia entre el final no revelado de Siete almas y las fórmulas habituales aplicadas por los grandes estudios: "Obama ya escribió su primera película con resultados muy buenos. Y lo más fantástico es el final, un final digno de Hollywood. Ahora comienza otra historia".
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