Werner Herzog y su enemigo íntimo, Klaus Kinski: “Creamos en el conflicto y no lamento nada”
“Hay que ir allá donde está la historia”, afirmó el cineasta alemán en Barcelona creador de films emblemáticos como Aguirre, la ira de Dios o Fitzcarraldo
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“Hay que ir allá donde está la historia”, afirmó en una conferencia de prensa en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) el cineasta alemán Werner Herzog tras suspirar porque el taller de realización que va a impartir en las Islas Canarias sea en Lanzarote y no en La Palma, donde estar ahora “sería maravilloso y excitante”. Y agregó: “Sé que no podemos cambiar de isla, pero me encantaría ir”. El director de Aguirre, la ira de Dios o Fitzcarraldo, expresó su inveterada fascinación por los volcanes, sobre los que ha rodado obras como La Soufrière (1977), dedicado a la erupción en la isla de Guadalupe, en las Antillas, o Dentro del volcán: un viaje a las profundidades del infierno (2016), con el vulcanólogo Clive Oppenheimer. “Hay una calidad de espectáculo en los volcanes, de belleza y de violencia”, señaló Herzog (Múnich, 79 años), que ha recordado que “el planeta entero encierra una masa de magma incandescente debajo de nuestros pies que puede salir por cualquier lugar y en cualquier momento, como en La Palma”.
El cineasta explicó que en la actualidad está preparando precisamente un film “que no es documental ni ficción” sobre los vulcanólogos franceses Katia y Maurice Krafft, siempre los primeros en llegar a las erupciones, muertos a causa del flujo piroclástico del monte Unzen en Japón en 1991, y que dejaron 300 horas de metraje sobre su trabajo. La película, Fire within, la concibe Herzog como “un réquiem musical”.
Herzog contestó a la pregunta de EL PAÍS de si hizo con el tiempo las paces con el fallecido Klaus Kinski, el que fuera su actor fetiche y —lo contó él mismo en Mi enemigo íntimo (1999)— su pesadilla. “Hace cuatro décadas que hice la última película con él, es mi prehistoria. Creamos en el conflicto y conseguimos cosas de gran intensidad. Fue una experiencia única y no lamento nada”, sostuvo. A lo que añadió con un guiño: “Cada cana que tengo la llamo Kinski”. De que se le asocie habitualmente con personajes desmesurados como Lope de Aguirre, Fitzcarraldo, Francisco Manoel da Silva (Cobra verde) o el Terence McDonagh (Nicolas Cage) de Teniente corrupto; dijo que la condición de ser “larger than life” y estar al borde de la locura en todo caso es de sus personajes y no de él. Y relativizó que son solo una pequeña parte de los muchos personajes que aparecen en sus más de 70 películas.
El director se encuentra en Barcelona para presentar “Werner Herzog: filmando un proyecto extraño”, el curso en Lanzarote impulsado por la productora catalana La Selva Ecosistema Creativo-Aceleradora de Cine durante el cual, a lo largo de 11 acelerados días, 50 cineastas experimentaran todas las fases del proceso creativo cinematográfico bajo la tutoría del autor de films como El enigma de Kaspar Hauser, Woyzek o Nosferatu, hasta construir sus propias películas. Herzog también impartirá hoy una master class en el festival Serializados y mañana visitará la Escuela de Cine de Barcelona y por la tarde, presentará en la Filmoteca de Cataluña su documental Nomad sobre Bruce Chatwin (del que rodó Cobra verde sobre su novela El virrey de Ouidah).
Los codirectores del colectivo La Selva que impulsa el proyecto del curso, Marc Vila y Liliana Díaz, explicaron en el CCCB (donde Herzog estuvo como invitado en el festival Kosmopolis en 2017 y el año pasado en formato virtual) que son una cooperativa para impulsar proyectos cinematográficos con cineastas de diferentes países, aunque tienen su sede en Barcelona. Su objetivo es dar formación y oportunidades, democratizar el cine y diversificar sus relatos. El curso con Herzog, en colaboración con la Muestra de Cine de Lanzarote, se realiza en la isla por la especial relación del cineasta con el lugar, donde rodó en 1968 También los enanos empezaron pequeños (1970). Herzog, en la estela de Abbas Kiarostami, ya colaboró en la iniciativa en Cuba en 2017 y en la selva peruana en 2018.
El director del festival de Lanzarote, Javier Fuentes destacó por su parte que Herzog es “casi un hijo pródigo de Lanzarote” y ensalzó la figura del cineasta como autor de “imágenes inolvidables” de la historia del cine. Herzog dijo que siente una gran emoción al pensar que volverá a la isla, que considera “un buen lugar para un workshop porque todo el mundo que participe estará fuera de su propio paisaje”. En relación con la vulcanología, explicó: “Quizá, si hay suerte, puede que la isla de Lanzarote vuelva a la vida con algo de fuego saliendo de su interior”.
Al ser consultado sobre por qué hace cine, respondió que porque no aprendió a hacer nada más. “Quizá pude ser atleta, me gustaba hacer saltos de esquí, volar, pero lo dejé al sufrir un amigo un accidente casi fatal”, señaló el autor de El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1974). “En realidad no tengo respuesta a por qué hago cine, las películas vienen a mí con una gran coherencia y tengo que hacerlas, cumplo con mi deber como haría un buen soldado”, sostuvo.
De la gente del curso dijo que no los conoce y que está preparado para cualquier sorpresa. “Desde hace años hay una avalancha de jóvenes que se acercan a mí para aprender, lo que me halaga; yo les escucho y trato de entender sus aspiraciones y sus problemas. La que ofrezco no es una enseñanza ex catedra, por supuesto, ellos tendrán que hacer una película, no yo, tendrán que arremangarse y crear algo. Y no es una broma, lo harán. Les aseguro que todos acabarán esa película”. Y sumó que espera que tengan una visión diferente de la suya, “sería horrible crear clones de mí mismo, son artistas, hay que dejarlos respirar y poner en marcha su creatividad”.
En cuanto a las series, ha confesado que tiene “en hibernación” un proyecto, pero de momento sigue su camino habitual de hacer films individuales, este año tres proyectos en total, uno con su hijo mayor Rudolf. Las series le parecen una oportunidad para hacer cosas largas como Los hermanos Karamazov, grandes cosas épicas o recuperar obras de Tolstoi: “No todo es hacer clips de diez minutos de TikTok”. Sobre el futuro del cine, apuntó que él hace su trabajo y nunca se queja: “Pero eso no significa que sea optimista, y tampoco soy un profeta. Veo algunos elementos que cambian como el streaming y no estoy en contra, siento mucha curiosidad por cómo evolucionará todo esto. Mucha filmografía mía se puede ver hoy en día en Montana o Bangladesh aunque sea en lugares donde no hay cines y eso me parece bien”.
Se refirió también al documental del madrileño Pablo Maqueda Dear Werner, que recorre los lugares que atravesó el realizador alemán cuando, en los setenta, anduvo de Munich a París en honor a la crítica de cine alemana Lotte Evans. “Es bueno caminar, tras mis pasos o no, me pidió y le di consejo, le animé a caminar”. Y sobre haber hecho de villano en The Mandalorian, la serie que expande el universo de La guerra de las galaxias, le ha supuesto muchas satisfacciones. “En un pase con fans muy jóvenes de Star Wars al salir mi nombre hubo un grito de júbilo -aseguró-. Me emocionó mucho, fue como salir a jugar al Camp Nou y que todos te conocieran, algo muy novedosos para mí”.
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