Walter Hill: "El mundo que conocimos en relación al cine no volverá a ser el mismo"
A la hora exacta acordada, Walter Hill enciende la pantalla, saluda desde su oficina con voz profunda de narrador de grandes historias del pasado y se dispone a conversar vía Zoom con LA NACION antes de la masterclass a distancia que ofrecerá este martes, a las 19, como invitado estrella del Festival de Cine de Mar del Plata, desde las plataformas oficiales de la muestra. Detrás suyo se acumulan sobre varios estantes varias columnas de impresos, libros y carpetas. ¿Podría estar allí el borrador de algún futuro guión?, pregunta tímidamente el cronista. Hill sonríe, gira su cuerpo hacia uno de los anaqueles, toma un libro y lo muestra en primer plano. "Son ejemplares de una serie de novelas gráficas que escribí en los últimos años para una editorial francesa. Antes de que me pregunte qué estuve haciendo todo este tiempo aquí está la respuesta", responde con una sonrisa el legendario director de Calles de fuego, The Warriors, Cabalgata infernal y 48 horas, apenas cuatro ejemplos de una carrera ejemplar de más de cuatro décadas marcada por el clasicismo narrativo y algunos de sus temas arquetípicos: la aventura, la afirmación del héroe, la amistad viril, el regreso al hogar.
Con 78 años muy bien llevados, a Hill le gusta hablar con calma, tomarse todo el tiempo necesario para responder y apelar en su palabra a constantes referencias al pasado y a su formación como artista. Lo primero que hace es rechazar con elegancia ("aunque es algo que siempre suena muy halagador", admite) el título de director clásico. "Cuando yo estudiaba no se hablaba tanto de películas sino de literatura. Cualquier presentación dramática se hacía alrededor de tres elementos básicos: los personajes, la narrativa y la temática. Hoy veo que la importancia de los personajes aparece un poco desproporcionada, hay una cierta mistificación de la narrativa y una demonización, llamémosla así, de las temáticas. Prefiero mantenerme en la idea de usar esos tres elementos en constante equilibrio. Así lo hice toda mi vida", explica.
-Usted es un reconocido director, guionista y productor. ¿Llegó a sentir a lo largo de los años que alguna de esas tareas le quitaba tiempo a la otra?
-Este negocio suele ser muy complicado. Por eso nunca le dediqué más tiempo que el necesario a la producción. No soy por naturaleza lo que se llama una persona emprendedora. Me siento más bien un artista independiente y me percibo a mí mismo mucho más como guionista-director. Mucha gente me identifica como uno de los productores de Alien y sus secuelas. Tuve mucho que ver con las tres primeras, pero ahí terminó todo. Si mi nombre apareció después en los créditos fue por temas contractuales.
-A propósito de esto último, ¿alguna vez pensó en dirigir una película de la serie de Alien?
-Yo iba a ser el director de la Alien original en 1979. Hasta que me puse a pensar en los efectos especiales, algo con lo que no me siento especialmente cómodo. En buena medida por esa razón pensé que iba a ser mejor que alguien más se hiciera cargo del proyecto. Y creo que tomé la decisión correcta. Ridley Scott hizo un trabajo maravilloso y Alien sigue siendo en mi opinión su mejor película.
-¿Cuáles son las decisiones más importantes que usted toma para llevar adelante un proyecto?
-Los matices de las actuaciones y las características de cada historia son algo muy difícil de anticipar. A veces uno toma decisiones de casting dando por sentadas ciertas habilidades y las cosas pueden resultar al revés de lo previsto. Y a veces la narrativa diseñada previamente también exige cambios sobre la marcha. Todo es un proceso. Hay directores que hacen películas desde el escritorio porque tienen todo bien claro antes de salir a rodar. Hitchcock, por supuesto, es el mejor ejemplo. Pero no todos se sienten cómodos con ese método.
-Algunos estudiosos de su obra afirman que la violencia es la mayor constante y la principal característica de las películas que usted escribió y dirigió. ¿Es así?
-Deberíamos usar ciertas palabras con mucho cuidado. Si yo invito a una persona a ver "una película violenta" la reacción va a ser negativa. Pero si le digo: "¿Vamos a ver una película de acción?" la actitud va a ser otra. Más positiva, por supuesto. Para darle más claridad a la respuesta le diría que no conozco ningún drama más cargado de violencia que Cumbres borrascosas. Allí comprobamos que la violencia suele ser mucho más emocional que física. Y esa violencia emocional resulta todavía más profunda. En todo drama hay conflicto. Y lo que a mí me interesa es contar historias que me resultan interesantes a partir de algún contexto dramático y narrativo en el que los conflictos afloran.
-En su obra es fácil reconocer las huellas de algunos grandes maestros. Usted toma la idea de la aventura como juego de Howard Hawks, la poética del perdedor de John Huston y la amistad entre hombres de John Ford. ¿Me estoy olvidando de alguno?
-Estoy muy familiarizado con los cineastas que usted acaba de mencionar y por supuesto los sigo admirando. Ellos forman parte de una gran tradición y están comprometidos con ciertos valores que encontraron compatibles con su propia personalidad. Yo creo por eso que todo está conectado y ningún artista permanece solo. Cuando yo era joven, muchos vinculaban mi mis primeras películas con la obra de Sam Peckinpah, no tanto con Hawks o con Raoul Walsh. Y hoy nadie duda que Peckinpah fue tremendamente influido por Kurosawa. Y Kurosawa por John Ford. Y John Ford por David W. Griffith, y Griffith por la obra de Charles Dickens. Todo aquél que pasa toda la vida contando historias se identifica con ciertas tradiciones. El secreto es aportar una mirada propia en ese proceso. Y hacerla valer. ¡En eso me declaro culpable!
–Su última película, The Assignment, es de 2016. Y dirigió solo dos largometrajes en los últimos diez años. ¿Piensa volver a filmar pronto?
–Estoy preparando un par de historias. Acabo de terminar el primer guión de un relato de fantasmas. Y también quiero hacer otro western. En este caso lo más difícil es encontrar financiamiento. Además tenemos esta pandemia, que hace más difícil las cosas. Yo siempre hice películas para el cine, no para la televisión. Ahí hacen falta siempre más recursos, más movilidad, más dinero, la habilidad para moverse de aquí para allá buscando lugares. La atmósfera del estudio es otra cosa que la pandemia fue dejando de lado.
–Son tiempos complicados los que vive hoy el cine. ¿Cómo imagina el futuro?
–Cuando era chico iba con mi hermano a ver películas en cines de barrio que eran como templos de los dioses con esas pantallas inmensas y personajes que parecían llegados de otro mundo. Todo eso era pura magia. Después esos cines desaparecieron, se redujeron y pasaron a formar parte de los centros comerciales. Y más tarde llegó el video y la experiencia hogareña del cine. Todos se acostumbraron en cambio a ver una película cuando quisieran, frenarla 100 veces y empezarla de nuevo, interrumpirla para comer o para ir al baño.
–Una experiencia completamente distinta a la de su infancia.
–Mis hijas nunca pudieron vivir aquella magia de la que le hablaba. Ellas tienen el control de todo. Nosotros, en cambio, cuando éramos chicos no controlábamos nada. ¡Éramos el público perfecto! Yo creo que el mundo que conocimos en relación al cine no volverá a ser el mismo. Pero no deberíamos desesperarnos del todo, porque nuestra naturaleza humana nos llevará siempre a soñar con historias y a crear historias con personajes, héroes, heroínas y dilemas.
–Volvemos entonces a hablar de clásicos y de tradiciones.
–Es que por nuestra naturaleza humana necesitamos entretenimiento. Siempre digo que en el pueblo más pequeño y en la casa más diminuta nunca faltará una antena y un grupo de personas viendo Yo quiero a Lucy. Hay un anhelo universal por querer contar historias y también de compartirlas. Y ese deseo es permanente. No creo que se acabe mientras exista un ser humano sobre la Tierra.
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