Volker Schlöndorff y la conciencia moral
El cineasta habla de su film, centrado en un hombre solo frente a una decisión clave
Volker Schlöndorff parece preocupado por cuestiones que tienen como eje a personajes que, fieles a los dictados de su conciencia, lucharon por ellos exponiéndose a la muerte.
En "El noveno día", el autor de la memorable versión cinematográfica de "El tambor de hojalata", de Gunther Grass, recrea la historia de un sacerdote jesuita de la diócesis de Luxemburgo que -al igual que otros tres mil ministros católicos, de obispos a simples religiosos- es confinado en el campo de concentración de Dachau y sería liberado por nueve días, en 1942, con la misión de convencer al obispo local de apoyar públicamente al nacionalsocialismo y, según la promesa de sus carceleros, salvarlo junto a esos otros religiosos del exterminio. Lo que los nazis no imaginaban era que no todos estaban dispuestos a traicionar su conciencia.
Aquí, Henri Kremer (inspirado en el auténtico Jean Bernard, quien por entonces era secretario de la Oficina Católica Internacional de Cine, de la que luego fue su presidente), se sacrifica por su fe y el mandato de su conciencia: encuentra fortaleza en su debilidad. No es el único tema relacionado con la religión entre los proyectos del cineasta, que también prepara una adaptación de "La papisa Juana", que encuadra a la única mujer papa que acreditaría la historia de la Iglesia Católica (en el siglo IX), en la versión creada por la debutante Donna Wolkfolk Cross, que estuvo en la lista de los libros más vendidos en Alemania durante tres años.
A la hora señalada
El dilema "corazón o razón" cuando hay que tomar una decisión, ése es el tema que Schlöndorff analiza a partir de la experiencia del auténtico padre Bernard, de acuerdo con la charla que tuvo con LA NACION a su paso por Mar del Plata.
-¿Por qué eligió el tema de la conciencia moral?
-A los 66 años, en esta etapa de mi vida, el libre albedrío es algo que me interesa mucho. A veces tengo la sensación de que uno no tiene libre albedrío, que es el carácter de uno el que decide antes de que la cabeza intervenga. Quizá la cabeza tenga un derecho de veto. La pregunta es: ¿cómo llega uno a una decisión? En el caso de este sacerdote es que no sabe qué es lo que tiene que hacer, y cuando comienza a preguntar, el obispo le dice que tiene que preguntarle a Dios, pero Dios no le atiende el teléfono. Finalmente se queda solo consigo mismo, que es como estamos todos cuando tenemos que tomar una decisión. Mucha gente desespera en una situación así. "¡Oh Dios, qué solo que estoy en el mundo!", suelen exclamar. Por un lado me parece fantástico, porque eso significa que somos soberanos. Por un lado tengo libertad, pero el que toma la decisión es el carácter. Mucha gente dice "yo hice tal cosa, pero en realidad quise hacer tal otra". Eso es una hipocresía, porque en realidad lo que uno hizo es lo que uno quería hacer, y uno tiene que aceptar vivir con eso. En mi película, el personaje se debate en la cuestión de si tiene la fuerza suficiente para hacer lo que quiere hacer y volver al campo de concentración. Cada persona puede hacer lo que su fuerza de voluntad le permite hacer. En realidad, Bernard tenía un montón de opciones: huir a Suiza y presentar el caso ante la Cruz Roja, colaborar un poco, como lo hacía el Papa, negociar y así liberar a sus compañeros del campo de prisioneros, algo que seguramente yo hubiese hecho: una solución política? Es muy difícil decidir por otros.
-¿Una vuelta de tuerca alrededor de la fe en nuestros días?
-Juana de Arco o el padre Bernard tuvieron un tipo de fuerza moral que no se encuentra fácilmente? Pero bajemos un poco la cosa filosófica: creo que mi película es un buen drama, el de un cura, pero en realidad no es otra cosa que el de un hombre solo frente a una decisión. Como en un western, como el sheriff de Gary Cooper en "A la hora señalada" o el cuáquero de "La gran tentación", cuya familia es atacada por una pandilla y, si bien se resiste a empuñar un rifle para defenderla, tiene que tomar una decisión? Héroes como Kremer, más allá de lo habitual.