Volando voy; volando vengo
La estrella de Hollywood, de visita en Buenos Aires como embajador de una línea aérea, habla de su vida y su carrera
Las estrellas de Hollywood suelen recorrer el mundo para filmar y promocionar sus películas. En cada viaje, llevan un equipo de representantes, asistentes y acompañantes varios. John Travolta probablemente sea el único que se traslade con un mecánico aeronáutico y un equipo de azafatas propias. Claro que también debe de ser el único que pilotea su propio jet. De hecho, así llegó a Buenos Aires desde su casa en Florida: al volante del Boeing 707 con el que ejerce sus tareas como embajador internacional de la línea aérea australiana Qantas. De aquí partirá a Sudáfrica para el comienzo del Mundial de fútbol, pero antes LA NACION pudo conversar con él sobre su carrera, su vida y, por supuesto, los aviones.
-¿Qué llegó antes a su vida: la pasión por la actuación o el sueño de ser piloto?
-Fue todo al mismo tiempo.
Cuando tenía cinco años mi hermana, que es 14 años mayor que yo, se iba a la universidad y la llevamos al aeropuerto. Iba a estudiar actuación. Además, mi casa en Nueva Jersey estaba muy cerca del aeropuerto de La Guardia, así que cada vez que un avión despegaba o aterrizaba pasaba muy cerca. Veía pasar estos gigantes sobre mi cabeza cada cinco minutos. Era fascinante.
-¿Alguna vez el piloto le ganó al actor?
-Una vez rechacé un papel porque se superponía con un entrenamiento para mejorar como piloto. La película era Reto al destino. Lo lamenté un poco porque la habían escrito para mí, pero realmente quería ir a la escuela de aviación. Richard Gere debe estar muy agradecido.
Travolta sonríe y por un momento uno deja de ver el traje de piloto que tiene puesto y vuelve a ver a Danny Zuko de Grease ,al Tony Manerode Fiebre de sábado por la noche yel Vincent Vega de Tiempos violentos, tres de sus papeles más reconocidos y más movedizos, claro.
-¿Le molesta cuando los directores le piden que baile en sus películas?
-No me molesta para nada, siempre y cuando el baile tenga algo que ver con el personaje. Me encanta bailar. Recuerdo cuando estaba haciendo el film Colores primarios , donde interpretaba al presidente Bill Clinton. Yo supuse que él no era un gran bailarín. Así que le inventé unos pasos incómodos, algo torpes, y funcionó muy bien en pantalla porque el director, Mike Nichols, me dio permiso para bailar mal.
Una tragedia sin palabras
Las únicas dos preguntas que Travolta prefiere no responder tienen que ver con su religión -es devoto seguidor de la cuestionada Cienciología- y con el fallecimiento de su hijo Jett, en enero de 2009. Sin embargo, sí cuenta que en este viaje lo acompañan su esposa, Kelly Preston, embarazada nuevamente, y su hija de diez años, Ella, con la que compartió cartel en Papás a la fuerza .
-¿Le mostró a su hija algunas de sus películas ahora que ella también es actriz?
-Vio Bolt, obviamente Papás a la fuerza , Mirá quién habla y Grease. Todavía le quedan muchas para ver. Muchas de las importantes, como Fiebre de sábado por la noche y Tiempos violentos, quedarán para más adelante.
-¿Lo divierte que su hija continúe la tradición actoral de la familia Travolta?
-Sí, la verdad es que me parece que la vida de un actor es maravillosa. Si les va bien, las aventuras son interminables, fantásticas. Algo similar a lo que me sucede cuando un avión despega, especialmente cuando uno lo está pilotando.
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