Vincent Lindon: "Simplemente me dedico a observar a la gente"
El protagonista de El precio de un hombre, que se estrenará mañana, estuvo en Buenos Aires para presentar la película, hablar de su oficio y de la actualidad francesa
Si bien su nombre no es recordado fácilmente por la mayoría del público, el rostro de Vincent Lindon es uno de los más reconocidos del cine francés gracias a una trayectoria de más de tres décadas con títulos de alto impacto, pero también por las revistas del corazón en tiempos de su noviazgo con Carolina de Mónaco, con la que convivió durante un lustro ayudándola a criar los hijos que tuvo con Stéfano Casiraghi. Como actor participó en las recordadas Betty Blue, La calle de la Media Luna, Algunos días conmigo y La escuela de la carne, y más recientemente trabajó con directores como Mathieu Kassovitz, Claire Denis, Alain Cavalier, Benoît Jacquot y, singularmente, Stéphane Brizé de quien se conocerá este jueves El precio de un hombre, que le valió a Lindon el premio al mejor actor en la última edición del Festival de Cannes. Pese a semejante trayectoria, el también protagonista de Algunas horas de primavera relativiza su trabajo como actor: "Simplemente me dedico a observar a la gente", dirá en el diálogo con LA NACION durante la última edición de Ventana Sur.
-Usted trabajó en El odio, de Mathieu Kassovitz, que en buena medida anunciaba la tensión en Francia que desembocó en la aterradora experiencia de los atentados en París. ¿Le permite añadir algo a su lectura de los hechos?
-Cada vez que me lo han preguntado respondo lo mismo, no deseo comenzar una entrevista así ni terminarla con esto, pero le voy a explicar por qué. Porque soy actor y estaría dando mi opinión en público cuando las personas que tienen que hacerlo y trabajan de ello deberían hacerlo mucho más y meterse en el tema con mayor valentía. Estamos en un mundo en el que se le pide a los artistas su opinión sobre todo.
-¿Y cuál es su manera de expresarse al respecto de lo que sucede en el mundo?
-Es hacer las películas que hago porque, casi siempre, son extremadamente cívicas.Hablan del ciudadano medio que debería estar generalmente en las páginas de la cultura y, finalmente, está en las de sociedad. Los films que hago expresan lo que pienso y cuáles son mis utopías o sueños para más adelante.
-El precio de un hombre también tiene una lectura política y, fundamentalmente en los años sesenta, se produjo una mirada muy politizada en el medio cinematográfico.
-Sí, ellos tenían una visión política, pero ni los actores o directores hablaban de política, y eran ustedes quienes veían el film y tenían la idea clara sobre lo que pasaba. No me opongo a hablar de política, pero tanta gente da su opinión ahora que todo esto se pierde..., prefiero hacer films por reivindicaciones, que marquen y hablen de nuestros contemporáneos y que dentro de 25 años cuando los veamos la gente diga: "Así se vivía en ese tiempo en ese país".
-Sin embargo, cuando presentó El precio de un hombre en el Festival de Cannes, declaró que "la política tradicional no es suficiente".
-Hay otras políticas más por hacer como las políticas comunitarias, que pueden darse en un edificio o en un barrio. Es una obligación de cada ser humano que haya pequeños grupos cuyos miembros puedan administrarse ellos mismos y no depender siempre del Estado. Cuando Thierry Frémaux seleccionó los films para Cannes hizo política porque permitió que este film tenga resonancia mundial. El precio de un hombre fue vendida en 100 países y es una manera de hacer política. A fuerza de hacer estos temas la cultura va a ganar un día.
-¿Cómo fue su vínculo con el personaje de El precio de un hombre teniendo en cuenta que en Une affaire d'amour también interpretó a un trabajador y ambas fueron dirigidas por Brizé?
-Es el mismo director, pero no encuentro relación entre las dos. Yo no trabajo psicológicamente los personajes, mi obsesión es encarnarlos, ser ellos mismos. Los observo cómo se mueven, cómo comen, cómo se visten. La filosofía viene después. Recordemos esa frase de "el hábito no hace al monje", pero en el cine sí, no al 100%, pero bastante.
-¿Por qué empezó a actuar?
-Sólo me inscribí en un curso de arte dramático en París porque estaban las chicas más lindas, y llegó un día que me contrataron para tres minutos..., cinco..., diez..., y ahora estoy acá hablando con usted.
-Pero uno de esos primeros films fue con Alain Delon...
-¡Sí! Nuestra historia, de Bertrand Blier. Increíble. El cine ha cambiado mucho en su manera de hacerse desde entonces, pero el fondo no. Un film como Z, de Costa-Gavras, podría hacerse hoy.
Al consultársele sobre cómo realiza la composición de sus personajes, si es en diálogo con el director, solamente leyendo el guión u observando a personas de la vida real, Lindon resume todo de una manera muy simple. Comienza a actuar explicando que el movimiento del cuerpo pesa más que ejercitar rigurosamente un texto. "Las palabras no son tan importantes, sino cómo son dichas", dirá. Acto seguido, el actor se pone de pie y comienza una clase de diferentes registros de actuación para sólo dos espectadores, el cronista de LA NACION y la intérprete. Seguidamente se limpiará la boca con el brazo, toscamente, y luego lo hará delicadamente como si fuera el máximo representante de una casa real. Su gesto cambia en cada caso y transmite esas variaciones con una intensidad sorprendente. Para él esa es la mejor forma de explicarlo. En El precio de un hombre compone a Thierry, que a sus 50 años se encuentra desocupado y tiene una familia que mantener hasta que consigue un puesto como personal de seguridad en una tienda. Parecerá una solución a todos sus problemas, pero se dará cuenta de que, en realidad, el empleo le plantea otros dilemas.
-Un detalle muy interesante de El precio de un hombre es que no hay malvados, sí seres grises y pequeños burócratas, pero no hay malos.
-Muy buena reflexión, es verdad, lo que me gusta de este film es que no da órdenes al espectador y no le dice "esto está bien, esto está mal" o "él es bueno y él el malo", y sí le interesa trabajar nuestra conciencia y reflexión. Me gusta de El precio de un hombre que no es un film pesado, se muestra algo y luego decidimos.
-¿Por qué volvió a filmar con Stéphane Brizé?
-No pienso en rodar con Stéphane Brizé, sino que recibo una buena propuesta y luego tiene el plus de un buen guión y encima con él.
-También rodó recientemente una nueva versión de Diario de una camarera, dirigida por Benoît Jacquot, pero que tiene una de antología hecha antes por Buñuel...
-Te vas a caer cuando lo escuches, no vi ni la primera ni la segunda versión, ni el film en el que actúo. Tampoco leí el libro original. Hice mi papel... y eso fue todo.
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