Por qué El vicepresidente: más allá del poder debería ganar el Oscar
Como si se tratara de un acuerdo tácito y global año tras año, cuando se acercan los premios Oscar, los espectadores interesados en los galardones con los que Hollywood se celebra a sí mismo sufren de una selectiva amnesia que les permite olvidar que, cuando se trata de la categoría de mejor película, la que gana no siempre es la mejor. Es más: en muchos casos el film que se lleva la estatuilla despierta más indignación que admiración. Entonces, cuando se trata de elaborar un argumento para decir por qué El vicepresidente: más allá del poder debería ganar como mejor película podría empezar por decirse que, por suerte, sus posibilidades son escasas, y eso antes de hablar de los méritos –o la falta de ellos– del film en sí mismo.
Es que la película dirigida por Adam McKay pertenece a dos géneros a los que la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Hollywood no le suele prestar demasiada atención: las comedias y los films biográficos. Que este año, curiosamente, haya dos películas que combinan ambos géneros–El vicepresidente y El infiltrado del KKKlan –, es apenas la excepción a una regla que lleva muchos años en funcionamiento y una coincidencia que no hace más que disminuir las posibilidades de ambas de llevarse el premio más esperado de la noche. Y si la película de Spike Lee cuenta con la ventaja de ser justamente eso, una película del reconocido y celebrado Spike Lee, la de McKay carga en sus espaldas con antecedentes menos ilustres. Aunque, como Lee, el creador de la serie Successionya tenga un Oscar en la categoría de guión por La gran apuesta, el film sobre la crisis financiera de los Estados Unidos en la que probó la fórmula de pasar por el filtro de la comedia hechos reales que de graciosos no tienen nada.
Pero claro, lo que Hollywood siempre recuerda del antiguo guionista en jefe de Saturday Night Live es que sus primeras películas fueron El reportero: la leyenda de Ron Burgundy,Ricky Bobby - Loco por la velocidad, Hermanastros y Policías de repuesto, films casi perfectos que forman parte fundamental del canon de la nueva comedia americana de la última década pero que nunca participaron de la temporada de premios.
Lo cierto es que el triunfo de El vicepresidente no solo sería una reivindicación para la comedia como género sino también a los múltiples riesgos que McKay asumió al intentar narrar la biografía de Dick Cheney, "uno de los líderes políticos más opacos del mundo", según informa al espectador una placa al comienzo de la película (que también aclara que fue una tarea difícil hacerlo pero que lo intentaron con todas sus fuerzas). Esa es una forma graciosa de preparar al público para lo que viene: una sátira política que pone los recursos de la comedia al servicio de contar la historia del hombre gris más poderoso de la historia reciente de los Estados Unidos.
La narración de la vida de Cheney, el avezado político que comenzó su carrera como asistente en la Casa Blanca de Richard Nixon y llegó a ser vicepresidente y hombre fuerte durante los dos mandatos de George W. Bush, está construida sobre una linea de tiempo que acompaña el arco dramático del personaje y no la cronología de los acontecimientos. Así, el protagonista interpretado por Christian Bale aparece borracho detenido por la policía después de pasarse todo el día fumando y tendiendo cables de electricidad en su Wyoming natal y un segundo después coordinando las acciones del gobierno después del ataque a las Torres Gemelas y manipulando los hechos que terminaron con la guerra en Irak.
Mckay, que también escribió el guión de El vicepresidente, intenta y consigue un regreso al cine político de los años setenta pero le agrega al género el humor del que usualmente carecía. Una apuesta más que riesgosa especialmente en los pasajes cuando la película pasa de ser una suerte de comedia de enredos en la Casa Blanca a un durísimo y explícito alegato contra la guerra.
Solo por el hecho de intentar ese proeza, El vicepresidente: más allá del poder merecería tener más posibilidades de las que tiene de llevarse el Oscar a mejor película. Si a eso se le suma que el film cuenta con Bale interpretando a Cheney y con la extremadamente talentosa Amy Adams como su esposa Lynne, su triunfo debería estar algo más cerca. Pero claro, cuando se trata de las comedias, los Oscar suelen mirar y votar para otro lado.
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