Lola Dueñas, la actriz de Zama, regresa al cine con una madre con el corazón roto
La casa de Estrella y Leonor se ha hecho demasiado estrecha. Desde hace años sus paredes parecen angostarse día a día, sea invierno o verano. El sillón de la sala, la mesa frente al televisor, la colcha que abriga y protege durante las noches son testigos de esa compañía que ambas mujeres cultivan de manera silenciosa. Estrella y Leonor son madre e hija en una cálida casita de un pequeño pueblo sevillano. Estrella y Leonor son Lola Dueñas y Anna Castillo, las dos protagonistas de Viaje al cuarto de una madre, ópera prima de Celia Rico Clavellino, que está en cartel actualmente en las salas locales. Por fuera de los lugares comunes para el retrato de un duelo, la mirada de la joven directora se concentra en el infinito espacio que albergan los interiores de un hogar. Su puesta en escena es lúcida y rigurosa, cuidada hasta el detalle en cada emplazamiento de cámara, en cada mínimo latido de sus personajes. Y su escritura está llena de silencios y emociones, de una notable comprensión de cada sentimiento con solo ponerlo en imágenes.
La elección de Lola Dueñas para el protagónico fue todo un desafío. La Estrella que Rico Clavellino escribió se inspiraba en su madre, una costurera de provincia, encerrada en su casa durante largos años luego de la muerte de su marido, regida por estrictas rutinas y mínimos desplazamientos. Y Lola Dueñas es la actriz jovial de Pedro Almodóvar , la que protege a su madre como un fantasma de carne y hueso en Volver, la que lee la infidelidad en los labios de Penélope Cruz en Los abrazos rotos, la libertaria dama ibérica de los baños de barro en Zama, de Lucrecia Martel , la de la risa contagiosa y los ojos con brillo. Apagarla para mostrar a Estrella en su hogareño confinamiento era toda una aventura para una directora debutante, y por ello la fue conquistando con su insistencia, la fue impulsando hacia el centro de ese cuarto en el que habitaba su propia madre.
"La verdad es que conocer a Celia me impulsó a participar en la película –explica Lola Dueñas a La Nación–. El guion estaba escrito de maravilla. El personaje era buenísimo. Pero cuando estás frente a un buen director o directora te das cuenta enseguida. Lo único que me hizo dudar es que veía al personaje mucho mayor que yo. Entonces le dije a Celia que tal vez era mejor que buscara a una actriz de la edad adecuada y luego, en otra ocasión, podíamos hacer algo juntas. Pero fíjate qué imbécil que soy, dejar pasar esa oportunidad. Pero ella por suerte se empeñó y se empeñó, y eso se lo voy a agradecer toda mi vida". Y el empeño de Celia tuvo sus frutos. La transformación de Lola no es solo corporal sino que nace de un estado interior que transmite Estrella como el eco de esa espontaneidad que el dolor ha mitigado, de esa herida que persiste pese al tiempo y los recuerdos.
"Para componer a Estrella trabajé como en un rompecabezas. Primero apoyada en las directivas de Celia, luego en la mirada de mi compañera Anna, que es una actriz maravillosa, y por último me fui a Constantina, el pueblecito sevillano en el que se crió Celia. Allí estuve dos meses y medio antes del rodaje para aprender a coser. Porque su madre era costurera y el personaje está muy inspirado en su madre. Así que allí me quedé cosiendo mañana y tarde como una obsesiva para tratar de dar cuerpo a esos gestos que se construyen a lo largo de los años. Después engordé un montón y me lavé la cara con jabón, sin crema hidratante, para que se me marcaran las arrugas. Fue un trabajo progresivo, que se fue armando pasito a paso, añadiendo un elemento sobre otro. Me parecía importante trabajar así, de manera artesanal, día tras día. Hasta que llegara el momento en el que el personaje ya me perteneciera."
En la película, la joven Leonor sigue, casi sin querer, los pasos de su madre. Concreta una cita en el taller donde Estrella fue costurera durante años y ella ahora va a aprender a planchar. Se prueba un vestido nuevo que su madre le mide con alfileres. Miran juntas la serie de la noche, comparten el sillón rojo de la sala, se despiden con un cálido ‘buenas noches’. El vínculo entre las dos actrices es la clave para entender la mutua dependencia de los personajes, la imposibilidad de Estrella de lidiar con otra ausencia, la necesidad de Leonor de conquistar el afuera. "La conexión con Anna fue inmediata. Nos quisimos desde el primer día y ha sido una compañera excepcional. La naturalidad del vínculo se fue gestando en las escenas compartidas, muchas de ellas expresiones de lo que están viviendo los personajes. Y para Leonor [el personaje de Anna] es muy importante soltar, ir desprendiéndose de eso que la invade de manera solitaria. Creo que han sido dos mujeres que vivieron el duelo a escondidas, para no hacerle daño a la otra, para no añadir dolor. Por eso ellas lloran solo cuando creen que están solas."
Viaje al cuarto de una madre convierte el espacio cotidiano en un territorio extraño. Cuando Leonor decide hacer un viaje a Londres, la casa de Estrella se torna un laberinto sin centro. Aquellos secretos recovecos que mantenían la tristeza a raya, ahora parecen invadirlo todo con la fuerza de una voraz melancolía. Las escenas en soledad de Lola Dueñas tienen un extraño poder, un subterráneo magnetismo. Las paredes se ciñen a su andar y cada objeto parece hablarle desde su reposo. La cafetera que no se abre, el sonido insistente del teléfono, la oscuridad de la noche. "Fue responsabilidad de Celia y su equipo crear el clima de encierro sin agotar al público", recuerda Lola sobre el rodaje en la pequeña casa de Constantina. "Ella quería un trabajo muy peculiar sobre el duelo, en el que la presencia del padre se hiciera notar. En los zapatos que se caen, en la ropa que cuelga en el armario. Admiro mucho la sensibilidad y delicadeza de Celia para sugerir tantas cosas con el retrato de un universo tan cercano".
Esta primera película de la escritora y dramaturga Celia Rico Clavellino es un claro signo de que el cine español necesitaba una mirada femenina. "Yo estuve viviendo unos años en Francia y ahora, a mi regreso a España, Celia ha sido la primera directora mujer con la que he trabajado en 25 años de profesión. Porque en Francia he trabajado con varias mujeres, pero en España no. Hoy hay una generación de nuevas directoras que está cambiando la cara del cine español. Hace unos días estuve rodando un comercial con Elena Trapé [la directora de Las distancias], que me pareció fabulosa. También está Carla Simón [la directora catalana de Verano 1993], que es buenísima. Necesitamos esas miradas, y el público también". La mención especial al trabajo de Rico Clavellino en el pasado Festival de San Sebastián y las nominaciones al Goya, tanto de la directora como de las actrices, parecen ir en el mismo sentido.
Nacida en Barcelona, residente un tiempo en París, de regreso en Madrid, Lola Dueñas es una mujer de mundo. Sus personajes cruzan tierra y océanos, habitan las selvas del litoral argentino al igual que los confines de una habitación en Sevilla. Puede hacernos llorar con Alejandro Amenábar en Mar adentro o reír con Almodóvar en Los amantes pasajeros. Entre todos ellos, su trabajo a las órdenes de Lucrecia Martel en Zama fue de los mejores en su recuerdo, y clave en su experiencia. Y el anecdotario de aquel rodaje también nutrió el armazón de Estrella, pujante conquistadora de su libertad en los límites de un saloncito de la vida hogareña. "Lucrecia Martel es mi directora favorita, de todo el mundo. Y es también la directora favorita de Celia. Trabajar con ella ha sido de las cosas más potentes que me han pasado en la vida".
El presente de Lola la lleva del cine a la televisión. Luego de pasar algunos años en Francia hace poco estrenó Instinto, una serie de misterio creada por Ramón Campos, Teresa Fernández-Valdés y Gema R. Neira (Gran Hotel, Bajo sospecha) para Bambú Producciones y Movistar +. "No hacía televisión desde hace 20 años, y me ha gustado. Me parece que es un buen complemento para el trabajo de todo actor. En el cine es más construir, y en la televisión es más solucionar. Y eso resulta un buen ejercicio. Aunque es cierto que me gusta más el cine porque siempre tienes más tiempo para trabajar el personaje. Y creo que las cosas más bonitas de esta profesión son fruto del tiempo y el trabajo".
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