Viaje a la tierra de los abuelos
"Un día de suerte" (Argentina-España/2002). Dirección: Sandra Gugliotta. Con Valentina Bassi, Fernán Mirás, Darío Vittori, Lola Berthet, Damián de Santo y otros. Guión: Sandra Gugliotta, con la colaboración de Julio Cardoso y Marcelo Schapces. Fotografía: Alberto Ianuzzi. Música: Diego Frenkel y Sebastián Schachtel. Presentada por Primer Plano Film Group. Duración: 94 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: buena.
Elsa es joven, trata de ganarse el sustento a través de labores sin futuro y sueña con viajar a Italia. Su abuelo, un anarquista siciliano que llegó a la Argentina con ilusiones que se transformaron en simples cotidianidades, le transmite sus ideas morales y políticas.
La muchacha conoce la península itálica a través de los ojos de su abuelo, y vive con la esperanza de encontrar allí al hombre del que está enamorada. Y vivir, así, una existencia mejor que esta que padece, a finales de la década del noventa, en la que ya se advertía el germen de los actuales cacerolazos.
Pero nada es fácil para Elsa. Ni para los jóvenes de su generación, insertos en un mundo chato y pesimista. Walter, Laura y Toni son sus amigos y compañeros de pequeñas aventuras delictivas. La desocupación es moneda corriente para todos, y la marginalidad se transforma en un destino en medio de constantes tensiones sociales.
Pero Elsa no ceja en su intento de reunir el dinero necesario para viajar a Italia. Entretanto vive un fugaz romance con Walter, reparte volantes en la calle, frente a la indiferencia de peatones apresurados, y dialoga con su abuelo, paño de lágrimas de sus deseos insatisfechos.
Fervor juvenil
"Un día de suerte" es una radiografía de esos jóvenes a los que el presente los enfrenta a la incertidumbre. Y es, además, una historia cálida que rastrea los meandros más dramáticos y poéticos de sus protagonistas.
La directora Sandra Gugliotta debuta con este film en el largometraje. Y lo hace con un tema que ella estimula con su fervor juvenil y con un cuidado estilo que se remite tanto al más crudo realismo como a la bien intencionada emoción y a la poesía urbana.
La cineasta, sin embargo, se deja atrapar férreamente por su historia. La primera parte del film es notable en cuanto a la descripción de sus personajes y ambientes, y a ese aroma tan conocido que asoma en calles y plazas porteñas. Pero, y como casi todos los realizadores argentinos que acometen la empresa de la opera prima, Sandra Gugliotta se enamoró excesivamente de su trama, y su segunda parte, poco antes de la partida de la protagonista hacia Italia, cae en algunas reiteraciones que podrían haberse evitado con recortes más minuciosos.
No obstante, la realizadora dio un nada fácil examen y salió indemne de su prueba. Su nombre, sin duda, puede instalarse con comodidad dentro de esos jóvenes realizadores que, en el pomposamente llamado nuevo cine argentino, descubren que a su lado están las historias que necesitamos que nos relaten.
El elenco fue otro de los puntos altos de la realización. Los trabajos de Valentina Bassi, Fernán Mirás, Lola Berthet y de Damián de Santo convencen por su ternura y por su apuesta a la sinceridad. Pero es la labor de Darío Vittori, en su última aparición cinematográfica, la que sobresale de un reparto homogéneo y sincero.
No menos destacados son los rubros técnicos -excelente fotografía, apropiada banda musical-, que se suman a esta trama cercana a nuestra realidad y a nuestros sentimientos y que descubre, al mismo tiempo, a una directora con un promisorio porvenir en nuestro séptimo arte.
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