Venganza, anarquía y contradicción
"V de venganza" ("V for Vendetta", EE.UU./Alemania/2006, hablada en inglés). Dirección: James McTeigue. Con Natalie Portman, Hugo Weaving, Stephen Rea, John Hurt, Stephen Fry, Tim Pigott-Smith. Guión: Andy y Larry Wachowski, basado sobre la novela gráfica ilustrada por David Lloyd. Fotografía: Adrian Biddle. Música: Dario Marianelli. Edición: Martin Walsh. Presentada por Warner. 132 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: buena
"V de venganza" pretende ser una voz de alarma sobre el riesgo de totalitarismo que acecha detrás de cada medida dirigida, en nombre de la seguridad, a restringir las libertades individuales. Lo hace en los términos simplistas de un libro de cómics, con su fantasía y su diseño sofisticado, con la forma atractiva de las superproducciones de acción y con la superficialidad conceptual más complaciente con el gran público juvenil a que está destinada. El film inspirado en la novela gráfica de Alan Moore (que retiró su nombre de los créditos) mezcla iconografía pop con alusiones políticas, héroes románticos con vengadores y terrorismo con ideales libertarios, y en su confusión ideológica no sólo confía en que basta la destrucción de un edificio-símbolo (el Parlamento británico), para desatar la "revolución" sino que concibe al hombre común como un espectador pasivo listo a adherir a las decisiones del "elegido" y propone terminar con el autoritarismo aplicando soluciones autoritarias. Lo que -imagina- abrirá el camino a un (otro) mundo nuevo.
"V de venganza" es menos maliciosa que irresponsable: si parece adoptar la bandera de la anarquía y justificar el terrorismo en nombre de nobles ideales es, probablemente, porque piensa más en la boletería que en el equívoco contenido de sus mensajes cuando calcula los ecos que su referencia al mundo de hoy y su convite a una confusa rebelión pueden generar. El sistema (Hollywood) bien puede hacer negocio vendiendo consignas en su contra.
Mezcla rara de fantasma de la Opera, conde de Montecristo, anarquista e iluminado revolucionario sin tropa, pero movilizado ante todo por la venganza, V es un solitario que ha sido víctima de la feroz dictadura fascista de Gran Bretaña, hoy puesta a la cabeza del mundo tras la guerra que precipitó a los Estados Unidos a la decadencia. Anda envuelto en una capa negra, es rápido para los cuchillos, las artes marciales y las citas de Shakespeare y esconde su rostro bajo una máscara de Guy Fawkes, el mercenario católico que en 1601 conspiró contra James I y planeó volar el Parlamento.
Lucha contra la opresión
Un 5 de noviembre (el mismo día en que todos los años Inglaterra celebra con fuegos artificiales la captura y posterior ejecución de Fawkes), su lejano sucesor decide iniciar una serie de atentados terroristas para terminar con el régimen neonazi (inspirado en el "1984" de George Orwell), que culminará, exactamente un año después, con la voladura de la emblemática construcción.
Las referencias a la actualidad (obra de la adaptación de los hermanos Wachowski, de "Matrix") son abundantes: hay un estado policial, un líder autócrata y obcecado que persigue por igual a musulmanes, homosexuales o disidentes, un cerebro que mueve los hilos desde las sombras, un émulo de Bin Laden que lanza amenazas por TV y una censura que juzga peligrosos a Julie London, El Greco o "El conde de Montecristo" con Robert Donat.
Claro que V tiene su cueva, donde vive rodeado de esos artistas prohibidos y donde presta refugio a Evey, la chica a la que salva una noche del acoso de los agentes de vigilancia. Ella es hija y hermana de resistentes asesinados. También tiene sus motivos para luchar contra el régimen, aunque le toca un papel más bien pasivo: los Wachowski, guionistas y productores del film, dejan todo en manos del superhombre. Que también tiene su corazoncito.
Ambigua o francamente contradictoria en sus planteos casi siempre pueriles, la película ofrece sin embargo un espectáculo atractivo. No es estrictamente un film de acción, pero tiene vibración de thriller (a veces perjudicada por el exceso de diálogos), efectos visuales de segura eficacia y un imaginativo diseño de producción, al que mucho debe haber contribuido la gráfica original. También tiene excelentes labores de Hugo Weaving (el "héroe" siempre oculto), John Hurt (el déspota), Stephen Rea (el investigador honesto) y Stephen Fry (arriesgado autor de sátiras de TV). Natalie Portman pone belleza y convicción en su Evey.
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