Una relación muy particular
Una singular comedia sobre un joven retraído y una muñeca inflable
Lars y la chica real (Lars and the Real Girl, EE.UU./2006). Dirección: Craig Gillespie. Guión: Nancy Oliver. Fotografía: Adam Kimmel. Música: David Tom. Con Ryan Gosling, Emily Mortimer, Paul Schneider. Presentada por CGI/Impacto. Hablada en inglés. Duración: 106 minutos.
Nuestra opinión: muy buena
A primera vista, lo primero que viene a la memoria tras leer una escueta síntesis de la película con la que debutó el canadiense Craig Gillespie (de quien este año se estrenó aquí la segunda, Enemigo en casa ) son dos films que pueden ser considerados clásicos del cine español, cada uno a su manera: No es bueno que el hombre esté solo (1973), de Pedro Olea, con guión de José Luis Garci, e inevitablemente Tamaño natural (1974), de Luis García Berlanga, con guión de Marco Ferreri. Los dos contaban historias con eje en la relación entre hombres y muñecas inflables: uno con tono en extremo oscuro, casi thriller; el otro algo más corrosivo, de acuerdo con la pluma de su brillante guionista. Sin embargo, en esta nueva vuelta de tuerca sobre hombre-y-muñeca, más de tres décadas después, la guionista Nancy Oliver, conocida por la serie de TV Six Feet Under , permite una mirada totalmente diferente de la cuestión de la incomunicación y, a la vez, de la convivencia con la diversidad.
Lars (una excelente composición de Ryan Gosling) es un joven pueblerino del aburrido medio oeste norteamericano, por lo que se muestra en las primeras escenas bastante retraído, un buenazo cuya principal característica es su fobia al contacto con los otros, en particular con las mujeres de su edad. Vive en una especie de desván, en el fondo de la casa en que nació, y trabaja frente a una computadora en una oficina que es pura rutina. Como declaró el cineasta, vive en el limbo: es casi invisible. Un buen día, Gus (Paul Schneider), su hermano mayor, siempre reacio a incluirlo en su vida, y Karin (Emily Mortimer), su amable cuñada, que acaba de quedar embarazada, lo invitan a integrarse. Lars les presenta a Bianca, una misionera mitad dinamarquesa, mitad brasileña, una chica muy religiosa criada por monjas y destinada a vivir postrada en una silla de ruedas. El "problema" es que Bianca es una muñeca inflable. Al principio, Gus se resiste a aceptar la idea de que, como dicen los psicólogos, "es lo que hay" y lo considera "un enfermo". La médica familiar encuentra la manera de tratarlo y los parientes y vecinos colaboran integrando tanto a Lars como a Bianca. ¿Qué le espera a Lars en el futuro?
No es cuestión de revelar aquí el desenlace de esta historia, sino de llegar a la conclusión de que Gillespie consigue una interesante aproximación al problema de la comunicación humana y de la integración de lo diferente, más allá de los prejuicios. Lars y la chica real es una comedia muy singular, porque esconde drama. También peca de cierta inocencia a la hora de mostrar un pueblo donde la mayoría parece capaz de comprender a un personaje con semejante particularidad, sin demasiado esfuerzo. Pero bueno, más allá de la anécdota, la película permitirá, seguramente, discutir acerca de cuestiones que, generalmente con mucha hipocresía, se intentan esquivar.
Gillespie hace equilibrio en la pintura del protagonista y no permite que caiga en el terreno de lo fantástico ni en el del ridículo. Sin lugar a dudas, todo el elenco ayuda a que la sonrisa dé paso a la emoción y a la reflexión. Todo un desafío.
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