Una nueva batalla entre los sexos
La cruda verdad (The Ugly Truth, EE.UU./2009, color; hablada en inglés). Dirección: Robert Luketic. Con Katherine Heigl, Gerard Butler, Eric Winter, John Michael Higgins. Guión: Nicole Eastman, Karen McCullah Lutz y Kirsten Smith, sobre una historia de Eastman. Fotografía: Russell Carpenter. Música: Aaron Zigman. Edición: Lisa Zeno Churgin. Presentada por Columbia. Duración: 95 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 13 años.
Nuestra opinión: regular
A las viejas fórmulas siempre puede sacárseles algún provecho si se las intenta renovar con brío y un poco de imaginación. Los responsables de La cruda verdad , en cambio, creen que basta con aplicarlas burocráticamente, confiando en que un puñado de chistes, la repetida alusión al tema sexual (preferentemente a través de un humor que anda más cerca de la vulgaridad que del desparpajo) y un par de protagonistas fotogénicos, más o menos simpáticos y con alguna química alcanzarán para repetir el éxito. Se equivocan, como lo demuestra esta enésima reedición de la batalla de los sexos en clave de comedia romántica.
La cuestión es así. Abby (Katherine Heigl), productora de un ciclo de TV de Sacramento a punto de ser levantado por su bajo rating, está tan absorbida por su trabajo que no tiene tiempo para citas, aunque -estructurada como es-, ya decidió las diez condiciones que debe reunir un caballero para enamorarla. Es una pésima noticia para ella que las autoridades de la emisora, desesperadas por salvar el ciclo, contraten a Mike, el animador machista, malhablado y provocador que ha venido causando revuelo con sus escépticos juicios acerca de las relaciones entre hombres y mujeres desde la pantalla de otro canal.
Ella idealiza el amor romántico; para él sólo existe la atracción sexual. Son como perro y gato hasta que Abby, empecinada en seducir a un médico que pinta como galán ideal, acepta que Mike, tan experto en conductas masculinas respecto de las mujeres, la asesore. Si ella gana, él se queda; si fracasa, él se va. Un eco de Cyrano y otro de Cuando Harry conoció a Sally intentan animar el mediocre libreto, cuyo desarrollo puede adivinarse casi desde un principio. Quedan unos pocos chistes eficaces y la desenvoltura de la pareja central. Poco.
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