Una historia sin miedo
Jonathan Da Rosa se fue de González Catán, donde vive, al festival de Berlín para presentar Historia del miedo, la película que protagoniza
No durmió bien. No hubo forma. Entre los gatos de su casa y el nervio por las notas que tiene previstas para hoy, a las cinco de la mañana ya estaba despierto. Para colmo, en el viaje de González Catán al Obelisco, su kilómetro cero para ir a cualquier punto de la ciudad, le comentó a su novia que tenía algunas entrevistas por el estreno de la película Historia del miedo y fue peor. "Se pone tan nerviosa que me termina acelerando...", se ríe Jonathan "el Pola" Da Rosa, escondiendo su timidez, mientras trata de recomponer esa sonrisa amplia que lo caracteriza.
Entró a la película por otra vuelta de la timidez (en ese caso, ajena). Se había presentado al casting para hacerle la pata a otro compañero suyo de KM29, ese potente grupo que dirige el coreógrafo Juan Onofri Barbato que tiene en cartel Duramadre y del cual él forma parte. Se presentó y quedó. De a poco, le fueron agregando escenas. Del proceso de filmación recuerda una situación clave: "Cómo morfé, ¡por Dios!... Alto catering".
Recién a último momento el director Benjamín Naishat le dijo que él era el protagonista del premiado film que participó de la Competencia Oficial en el Festival de Berlín y que se estrenó aquí el jueves. Cuando se enteró, sintió eso del haber llegado. "O algo así... no sé. Yo vengo de Casa Joven [un hogar de día de Catán] haciendo talleres de carpintería y panadería... Era un flash, ¿entendés?" (sí, se entiende "Pola"). Con esa sensación dándole vueltas, llamó a su madre, a su novia, a Onofri. Esa noche tampoco durmió.
Tampoco pudo creer cuando le dijeron que iba a subirse a un avión para presentar la película en Berlín, en un festival que reúne a lo más granado del cine mundial. "Tenía el cagazo de mi vida. Había visto tantas películas de aviones que se hacen bolsa...", recuerda. Sin embargo, pidió ventanilla para ver el mundo desde arriba. Con una escena aérea comienza Historia del miedo. Desde el aire, se ven barrios cerrados rodeados por barrios humildes en un clima de tensión latente, de peligro inminente, de fractura social, de grieta (pero la de verdad), que la cámara retrata con intensidad.
Se vio por primera vez en pantalla grande en la misma Berlinale, en una noche de glamour, flashes, gente famosa y los modernos edificios de Potsdamer Platz. Había dormido en un hotel donde estaban alojadas varias estrellas del espectáculo. Llegó a la sala en un Audi negro de ciencia ficción y, de golpe, se encontró caminando por una alfombra roja. Llevaba puesto un traje de Hugo Boss con moñito que le había regalado el festival. Al traje lo tiene guardado en su casa de Catán. Sólo se lo volvió a poner para el estreno local de Historia del miedo en el Bafici ("pero, esa vez, sin moñito"). En Berlín se encontró hablando con periodistas de todo el mundo que le preguntaban de todo. Y él, tratando de superar su timidez, habló. Cuando estaba aburrido, se sacaba fotos. Algunas las subió a la Red donde un montón de amigos le hacían el aguante. Durante aquellos días berlineses tampoco durmió del todo bien.
Todas las veces que se exhibió la película le dieron ganas de que un montón de gente la vea en un montón de lados. "Quiero que vean lo que es la sociedad, los barrios y todas esas cosas. Hay mucha gente que no sabe nada más allá de lo que conoce. O no quieren ver, no sé... Eso que no quieren ver yo lo vivo todos los días en mi barrio donde hay tiros, drogas y todas esas cosas. Por eso me parece que está bien que se vea la película, de una te lo digo", dice este intérprete al que le sobra expresión y calidez.
"El Pola" tiene 21 años. Su padre, ex militar uruguayo, le enseñó los movimientos de karate que eran constitutivos de su trabajo en Los posibles (aquella hipnótica performance de Onofri que tuvo su hipnótica versión cinematográfica dirigida por Onofri y Santiago Mitre. Esa película se estrenó en el Bafici del año pasado. Esa noche también se vio en pantalla gigante). Tiene ocho hermanos. "Mis viejos no tenían tele, boludo", se ríe. Algunos viven con su madre. Otros están en pareja y tienen más hijos (y tele).
Luego de pasar por varios oficios, ahora se gana su dinero con las funciones de Duramadre y con algunas publicidades. Con KM29 está por empezar a dar clases ("yo soy como el ayudante") a chicos de Villa Soldati en el campo de una iglesia católica. "Tengo todo en la cabeza: coreografías para hacer y todas esas cosas, pero me da cosa enseñar. Quizá sea timidez. Sí, debe ser eso loco", apunta.
Historia del miedo muestra a personajes que miran de lejos y con desconfianza a aquellos que pertenecen a otra clase en una sociedad ganada por el prejuicio, la desconfianza, el temor. Nada que él no conozca, que no vea en las dos horas de viaje que tiene cada vez que se toma los dos colectivos que lo dejan cerca del Cultural San Martín para las funciones de Duramadre (espectáculo que baja el domingo). Con esa obra, el año próximo volverá a subirse a un avión, ya que se presentará en Holanda. Si todo va bien (ojalá) irá junto a Dany y Lucas, los otros dos compañeros del barrio que integran KM29.
Desde su debut en el Tacec, "el Pola" ha crecido enormemente como intérprete. En Los posibles desplegaba un fuerte trabajo de movimiento de brazos. Muchas veces, terminaba tapándose la cara. Ahora -en la película, en la obra de danza-, es puro cuerpo, expresión, mirada al público, con otra actitud corporal. "Yo siempre andaba con gorrita hasta acá, tapándome los ojos. No hablaba con nadie. Ahora, no. Todo esto se lo debo al padre que me sacó de la calle, se lo debo a Onofri", suelta sin muchos rodeos mientras se acomoda la gorra que se compró en Berlín.
Cuando en el barrio le preguntan qué hace, Jonathan "el Pola" Da Rosa dice que "hace baile". El comentario posterior que le viene parece ser siempre el mismo: "Ahhh, sos retrolo entonces". Él intenta explicar. Dice que hace un baile como el hip-hop, que tiene algo de danza contemporánea y un poco de todo. Sin embargo, del otro lado parecen insistir en la idea fija. Detrás de la anécdota, hay otras cuestiones. "Yo quiero que la gente sepa que hago algo, lo que sea. Si hago carpintería, quiero que sepan que hago carpintería. Si hago baile, igual. Nada... yo estoy orgulloso de mí, por eso quiero que se sepa", dice con la mirada clavada en el otro.
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