Una historia de amor con barreras
El niño pez (Argentina-España-Francia/2009). Guión y dirección: Lucía Puenzo. Con Inés Efron, Mariela Vitale (Emme), Carlos Bardem, Arnaldo André, Julián Doregger, Sandra Guida, Pep Munné y Diego Velásquez. Fotografía: Rolo Pulpeiro. Música: Andrés Goldstein y Daniel Tarrab. Edición: Hugo Primero. Dirección de arte: Mercedes Alfonsín. Sonido: Fernando Soldevila. Presentada por Distribution Company. Duración: 96 minutos.
Nuestra opinión: buena
Para aquellos espectadores que convirtieron a XXY en un sorprendente éxito masivo, El niño pez puede resultar un poco menos redonda o convincente, pero eso no la hace una película inferior. Todo lo contrario. La ópera prima de Lucía Puenzo se concentraba en una única gran historia y la desarrollaba de una manera clásica y bastante lineal. Este segundo largometraje, en cambio, resulta mucho más ambicioso en su estructura (llena de saltos temporales y de cambios de tono, de registro y hasta de género) y, por lo tanto, constituye una apuesta arriesgada y un gran crecimiento de Puenzo como cineasta.
El niño pez tiene como eje y motor una historia de amor con barreras entre la hija de un juez (Inés Efron, la protagonista de XXY) y la empleada doméstica de su casa (Mariela Vitale, más conocida como Emme, en una actuación consagratoria), pero es, también, una road movie hacia Paraguay, un thriller de venganza con asesinato incluido y una transposición literaria (basada en el libro homónimo de la propia Puenzo) que trabaja temas complejos, como el incesto, el acoso sexual, la cárcel, los conflictos más extremos de la paternidad/maternidad y la corrupción policial, y otros muy distintos, como una leyenda de corte fantástico que da título al film y hasta el entrenamiento de perros.
Si la enumeración parece demasiado larga, lo cierto es que Puenzo aborda buena parte de esas subtramas con una extraña mezcla de furia, pasión y sensibilidad en una película que encuentra algunos puntos de contacto con Thelma y Louise, de Ridley Scott; con la argentina Leonera, de Pablo Trapero, y muy especialmente con La ceremonia, de Claude Chabrol.
Pero no todo fluye con la misma armonía en los 96 minutos del film. Algunos diálogos ampulosos (como los que se escuchan durante una cena familiar), un par de escenas no del todo bien resueltas (como el tiroteo que es el desenlace de una larga secuencia clave cerca del final) y ciertas imposiciones de las coproducciones (como el actor español Pep Munné, que aparece doblado) son los puntos más débiles de una película que, de todas formas, encuentra en el intenso trabajo del dúo protagónico, en el sofisticado montaje de Hugo Primero y en la solvencia del resto del equipo artístico la plataforma que Puenzo necesitaba para dar este bienvenido salto en su carrera como directora.