Una esperada película que fue ovacionada en Venecia y la precandidata local al Oscar, en el superjueves del cine argentino
Los delincuentes arriba a las salas después de haber sido elegida para representar a nuestro país en la carrera por los premios de la Academia de Hollywood, pasar por Cannes y ganar dos premios en festivales internacionales; El rapto, que tuvo su estreno mundial en la Mostra, es otra de las producciones nacionales más celebradas y esperadas
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Después del domingo electoral, llega un verdadero “superjueves” para el cine argentino con el estreno simultáneo en salas de dos de las películas más relevantes de la producción nacional. De un lado tenemos a Los delincuentes, de Rodrigo Moreno, elegida para representar a nuestro país en la carrera por el Oscar 2024. Del otro, El rapto, de Daniela Goggi, cuya mirada sobre algunos de los hechos más oscuros de los primeros años de la transición democrática propone una conversación a la distancia con Argentina, 1985. Este doble lanzamiento se produce cuando otra valiosa película local, Puan, de María Alché y Benjamín Naishtat, ingresa en su cuarta semana en la cartelera de los cines con algo más de 70.000 entradas vendidas, lo que la convierte en una de las más vistas del año para la producción nacional.
Hay varios elementos en común entre estas dos novedades, unidas sobre todo a partir de la notable repercusión que ambas encontraron en su recorrido internacional. Moreno acaba de regresar de un periplo de casi un mes por Nueva York, Los Angeles, Londres, Hamburgo, Zurich, San Sebastián y Biarritz. En ese lapso también celebró sendos y muy significativos premios para su película en los festivales de Chicago y Gent (Bélgica), en los dos casos durante el último fin de semana. El rapto, en tanto, tuvo un paso firme y exitoso por dos de los festivales más fuertes del calendario en este momento del año: Venecia y Toronto. Lo mismo pasó con Puan, ganadora de dos de los premios más importantes de este año en San Sebastián (mejor guion y mejor interpretación para Marcelo Subiotto), además de ser elegida para representar a la Argentina en la competencia por el Goya 2024 a la mejor película íberoamericana.
El fuerte vínculo con el streaming es el otro común denominador que tienen los dos estrenos argentinos de este jueves. El aporte de Paramount+ fue decisivo para llevar a la pantalla El rapto. Estará disponible en esa plataforma desde el 3 de noviembre después de una primera semana de proyecciones exclusivas en los cines. MUBI, en tanto, es un socio clave para Los delincuentes: todavía no tiene fecha su llegada al streaming, pero desde lo más alto de esta plataforma consagrada al cine de autor se tomó la decisión expresa de apoyar con mucha fuerza el recorrido de la película en la búsqueda de un lugar entre los futuros nominados al Oscar. Ya hubo una primera ronda de proyecciones para miembros de la Academia de Hollywood en Los Angeles, presentadas en persona por Moreno.
Este doble lanzamiento llega cerca del cierre de un año particularmente promisorio para el cine argentino, que en las últimas semanas estuvo en el centro del debate político sobre todo a partir de algunas insinuaciones muy explícitas por parte del candidato libertario Javier Milei sobre la posibilidad del cierre del Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (Incaa), como parte del fuerte plan de ajuste en el gasto público que La Libertad Avanza se propone aplicar en caso de llegar al gobierno, cuestionada de inmediato por la comunidad artística local.
“Los últimos 12 meses fueron históricos para el cine y las pantallas argentinas. Entre septiembre de 2022 y octubre de este año tuvimos una nominación al Oscar, un Globo de Oro, tres premios en San Sebastián, mucha presencia en festivales, candidaturas y nominaciones en los Platino y en los Emmy internacionales. El cine argentino hoy es considerado como líder en América latina y admirado mundialmente”, dice a LA NACION desde Los Angeles Axel Kuschevatzky, uno de los productores de Argentina, 1985, y ahora también de El rapto.
Moreno tiene una mirada muy parecida. “Estoy representando a una cinematografía muy viva. Y lo que está pasando con el cine argentino este año está buenísimo. No hay ni un solo festival importante que no haya tenido presencia argentina. Solo en San Sebastián hubo 19 películas representándonos. Ese discurso triunfalista que deliberadamente manifestó su deseo de hacer desaparecer al cine argentino fue un gran error. No solo eso: es anacrónico, fascistoide, de gente que odia mucho a la cultura argentina y al cine argentino”, explica el director de Los delincuentes a LA NACION.
Moreno va más allá cuando dice que todo este debate excede por completo los acotados límites de la ideología. “El cine funciona así. Cada vez que presento la película en el exterior, digo que fue financiada por el estado argentino, el chileno, el brasileño y el de Luxemburgo. Y en el caso de Chile y Brasil, por los gobiernos de Bolsonaro y de Piñera. Excede a lo ideológico, tiene que ver con lo que significa para el país en términos de beneficios. Siempre recuerdo una frase del presidente estadounidense Herbert Hoover: cuantas más películas hagamos, más autos vamos a vender”.
Toda la actividad económica directa e indirecta generada por la industria audiovisual es lo que lleva a que la mayoría de los países europeos, Colombia, Chile, México, Brasil, Canadá y el 70 por ciento de los estados norteamericanos dispongan de fondos específicos y estímulos a la producción, detalla Kuschevatzky. “En la Argentina también, pero valor per cápita del ticket del cine y la suscripción a una plataforma hace que no haya muchos incentivos del sistema para seguir produciendo”, puntualiza.
“Este es un sector que necesita un régimen de inversión internacional de ida y vuelta de divisas que sea pragmático y elástico porque es una gran forma de atraer capital extranjero. El sector audiovisual mediante preventas, ventas directas o coproducciones trae al país dólares y euros. Lo único que pide es previsibilidad”, agrega el productor argentino. El resto de la ecuación surge, desde esta perspectiva, de la propia tradición argentina, casi centenaria, de producción y creación cinematográfica.
Como ocurre cada vez que una película nacional alcanza reconocimiento en el mundo, El rapto y Los delincuentes parten de temáticas genuinamente locales para proponer e incluir desde ellas cuestiones universales. En el caso de Los delincuentes, según observó Moreno, ese planteo nace de una pregunta muy común en todas partes apenas quedó expuesta la realidad de la post-pandemia: qué uso y qué valor les damos al tiempo.
“Eso lo noté mucho más en mis contactos con la crítica y el público de los países anglosajones. Hay algo de la película que dialoga mejor con las economías más estables. Entre nosotros no existe la idea de dejar de trabajar, es imposible planteársela. Pero allá, en el mundo post-pandémico, la pregunta fundamental acerca de si trabajo menos es muy pertinente”, agrega Moreno. La trama de Los delincuentes se pone en marcha cuando Morán (Daniel Elías), tesorero de un banco porteño, decide escapar después de apoderarse de una suma exactamente igual a la que cobraría hasta su último día de actividad antes de jubilarse. Y busca a otro empleado de la misma entidad llamado Román (Esteban Bigliardi) para que lo ayude en ese propósito.
“En la película también se habla mucho de la libertad –apunta Moreno-. Hoy estamos viendo cómo una facción de la política argentina enarbola esa misma idea, pero llena de odio, amenazas, gritos. No hay nada más alejado de la libertad que representarla a través de una motosierra. En realidad están hablando de la libertad de mercado y no de lo que yo aprendí acerca de ser libre, más relacionado con un derecho universal, surgido de la Revolución Francesa. No le estoy hablando a un nicho, a un grupo determinado, como si estuviera conversando con un espejo. Con esta película estoy proponiendo un diálogo”.
Filmada a lo largo de cuatro años, en sucesivas capas, Los delincuentes se concibió –según cuenta Moreno- antes de la aparición del Covid-19 pero terminó configurándose luego de la pandemia con una impronta muy poderosa, la de un mundo en el que se impuso la modalidad del trabajo a distancia, una de cuyas derivaciones es una disponibilidad casi completa ante las cuestiones laborales. “Pareciera que vivimos ahora las 24 horas al servicio del trabajo. Y esto pasa en todas partes”, agrega el realizador.
El rapto, en tanto, viaja hacia el pasado de la Argentina, en los tiempos inmediatamente posteriores a la recuperación del estado de derecho y la presidencia de Raúl Alfonsín. En ese momento se produjo el regreso de muchos exiliados políticos (junto a sus familias), algunos de los cuales sufrieron la acción de la llamada “mano de obra desocupada”, residuo de aquellos tenebrosos grupos que se encargaron de las tareas más sucias durante la última dictadura militar. Tras la recuperación democrática se dedicaron con casi total impunidad a la terrorífica industria de los secuestros extorsivos. Aunque la película, dirigida por Daniela Goggi y protagonizada por Rodrigo de la Serna, dice estar inspirada en varios casos, la principal referencia es el caso de la familia Sivak.
¿Puede verse El rapto como un complemento o una suerte de apéndice de Argentina, 1985, que un año atrás llamaba la atención de todos con una trama también enfocada en los peligros de una democracia todavía endeble? “Tienen en común la ambientación en una misma época –responde Kuschevatzky-, pero el enfoque es bien diferente. En Argentina, 1985 se hablaba de la tensión en el vínculo entre personas e instituciones. En El rapto mostramos el caso de una familia que no puede enfrentar una situación límite que la excede por completo. Habla a las claras de los efectos que tienen los abusos de poder”.
Kuschevatzky cuenta que llevó el proyecto de El rapto a Paramount hace cuatro años y la película tuvo un desarrollo previo al de Argentina, 1985. “Es una historia interesante y suficientemente importante para ser llevada al cine. Pero lo que define siempre a una película no es el tema sino la ejecución. Las películas que existen son aquellas que los cineastas quieren hacer”, afirma.
Es lo mismo que piensa Moreno. “Yo no hice Los delincuentes pensando en los premios, en el Oscar o en el Festival de Cannes. La hice exactamente del modo en que la quería hacer. Sigo pensando siempre lo mismo sobre el cine y sobre mi lugar en el cine. Pero debo reconocer que la cuestión del Oscar hizo que los distribuidores a ampliar el menú de opciones para verla. El circuito empezó a pedirla”, explica.
Antes de que la Academia del Cine local la eligiera como representante oficial de la Argentina en la búsqueda de una nueva nominación al Oscar como mejor película internacional, inmediatamente posterior a la que conquistó Argentina, 1985, Los delincuentes iba a tener un estreno muy acotado al espacio de la difusión del cine de autor (Malba, Sala Lugones). Hoy llegará más lejos: podrá verse en 32 salas y complejos de todo el país, entre los cuales aparecen algunas de las cadenas multipantalla más importantes.
“Salir del nicho le da a esta película una expectativa nueva, sobre todo en un momento en el que la cultura argentina aparece cada vez más replegada –concluye Moreno-. Los espacios cada vez son menos. Pareciera que solo hablamos para las personas que nos entienden, algo que pasa también en el orden político. Que Los delincuentes pueda verse en Santiago del Estero, en Haedo, en Córdoba y en la Lugones me parece hermoso y espectacular. Esos canales que estaban cerrándose vuelven a abrirse”.
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